barriga. Respiraba y ella lo imitaba. Jack incluso se compro una camiseta en la que se leia «Entrenador» por delante y «Equipo del bebe sano» por detras. Llevaba un silbato colgado del cuello.

Cuando empezaron las contracciones, se fueron corriendo al hospital, perfectamente preparados, dispuestos a cosechar los beneficios de sus arduos esfuerzos. Una vez alli, Grace tuvo una contraccion mas fuerte que las demas. Empezaron a practicar los ejercicios de respiracion. Primero los realizaba Jack y Grace lo imitaba. Funciono perfectamente hasta el momento en que Grace empezo a… bueno, empezo a sentir dolor.

En ese momento, la insensatez de su plan -cuando la «respiracion» se convirtio en un eufemismo para «analgesico»- se hizo evidente. Dio al traste con esa estupida fanfarronada de «que hay que asumir el dolor», ya de entrada una idea absurdamente masculina, y por fin la razon, una razon serena, se impuso.

Entonces tendio la mano, cogio a Jack por cierta parte de su anatomia, y lo acerco para que la oyera. Le dijo que buscara un anestesiologo. Inmediatamente. Jack dijo que lo haria en cuanto le soltara dicha parte de su anatomia. Ella obedecio. El se fue corriendo y encontro un anestesiologo. Pero para entonces ya era tarde. Las contracciones estaban demasiado avanzadas.

Y la razon por la que Grace sonreia ahora, unos ochos anos despues, era que el dolor de aquel dia habia sido al menos igual de intenso, probablemente mas. Lo habia soportado. Por su hija. Y luego, milagrosamente, habia estado dispuesta a soportarlo tambien por Max.

«Asi que adelante», penso.

Tal vez deliraba. No, tal vez no. Seguro que deliraba. Pero le daba igual. Siguio sonriendo. Grace veia el hermoso rostro de Emma.

Tambien veia el rostro de Max. Parpadeo y desaparecieron. Pero eso ya no le importo. Miro al hombre cruel que hablaba por telefono.

«Adelante, hijo de puta. Adelante.»

El hombre concluyo la conversacion telefonica. Volvio a acercarse a ella. Ella seguia boca abajo. El volvio a sentarse encima a horcajadas. Grace cerro los ojos. Se le saltaron las lagrimas. Espero.

El hombre le cogio las dos manos y se las coloco detras de la espalda. Se las sujeto con cinta adhesiva y se puso en pie. Cogio a Grace para que se pusiera de rodillas, con las manos a la espalda. Le dolian las costillas, pero de momento el dolor era soportable.

Ella alzo la vista hacia el.

– No se mueva -dijo el.

Se volvio y la dejo sola. Ella aguzo el oido. Oyo que se abria una puerta y luego pasos.

Bajaba al sotano.

Estaba sola.

Grace forcejeo para soltarse los brazos, pero los tenia bien atados. Era imposible coger la pistola. Penso en ponerse en pie y echar a correr, pero eso en el mejor de los casos no serviria de nada. La postura de los brazos, el dolor atroz en las costillas y, por supuesto, el hecho de que para colmo era coja… si se sumaba todo, no parecia una opcion muy razonable.

Pero ?podia pasar las manos por debajo de las piernas?

Si era capaz de eso, capaz de situar las manos, pese a tenerlas atadas, por delante del cuerpo, podria coger la pistola.

Era una posibilidad.

Grace no tenia ni idea de cuanto tiempo llevaba sola -no mucho, supuso-, pero tenia que intentarlo.

Forzo los hombros hacia atras. Estiro los brazos tanto como pudo. Cada vez que se movia -cada vez que respiraba- era como si le ardieran las costillas. Resistio. Se puso en pie y se doblo por la cintura. Bajo las manos al maximo.

Ya era un avance.

Todavia de pie, doblo las rodillas y se encogio. Ya estaba mas cerca. Volvio a oir pasos.

Maldita sea, el hombre estaba subiendo la escalera.

La sorprenderia en pleno proceso, con las manos atadas bajo las nalgas.

«Date prisa, maldita sea.» O una cosa u otra. O seguia con las manos detras de la espalda o acababa de intentarlo.

Decidio intentarlo. No parar.

Eso tenia que terminar ya.

Los pasos eran lentos. Mas pesados. Parecia que el hombre arrastraba algo.

Grace redoblo sus esfuerzos. Se le trabaron las manos. Doblo mas la cintura y las rodillas. La cabeza le daba vueltas del dolor. Cerro los ojos y se balanceo. Estiro los brazos, dispuesta a dislocarse los hombros si eso servia para algo.

Los pasos cesaron. Se cerro una puerta. Ya estaba alli.

Se paso los brazos por debajo de los pies. Dio resultado. Consiguio ponerlos delante.

Pero ya era tarde. El hombre habia vuelto. Estaba en la habitacion, a menos de dos metros. Vio lo que ella habia hecho. Pero Grace no se dio cuenta. De hecho, ni se habia fijado en el hombre. Miraba boquiabierta su mano derecha.

El hombre abrio la mano. Y a su lado cayo Jack.

46

Grace se abalanzo hacia el.

– Jack? Jack?

Jack tenia los ojos cerrados y el pelo pegado a la frente. Aunque Grace seguia con las manos atadas, pudo cogerle la cara. Jack tenia la piel empapada en sudor y los labios secos y agrietados. Tenia las piernas inmovilizadas con cinta adhesiva y una esposa en torno a la muneca derecha. Grace vio costras en la muneca izquierda; tambien habia estado esposada, y a juzgar por las senales, durante mucho tiempo.

Volvio a llamarlo. Nada. Acerco la oreja a su boca. Respiraba. Eso si. Era una respiracion superficial, pero respiraba. Grace se volvio y apoyo la cabeza de el en su regazo. El dolor en la costilla la traspaso, pero eso ahora daba igual. El estaba tumbado de espaldas, y el regazo de ella le hacia las veces de almohada. Los pensamientos de Grace retrocedieron a los vinedos de Saint-Emilion. Entonces ya llevaban tres meses juntos, totalmente encaprichados el uno con el otro, en plena fase de «atravesar el parque corriendo con el corazon latiendo con fuerza cada vez que se veian». Grace habia llevado pate, queso y, por supuesto, vino. Era un dia soleado, con el cielo de ese azul que lo inducia a uno a creer en los angeles. Se habian tumbado en una manta a cuadros rojos escoceses, el con la cabeza apoyada en su regazo igual que ahora mientras ella le acariciaba el pelo. Se habia pasado mas tiempo mirandolo a el que a las maravillas naturales de alrededor. Le recorria la cara con los dedos.

Grace le hablo con suavidad, intentando contener el panico.

– ?Jack?

Abrio los ojos. Tenia las pupilas muy dilatadas. Tardo un momento en fijar la mirada, y entonces la vio. Por un instante se dibujo una sonrisa en sus labios resecos. Grace se pregunto si tambien el recordaba el mismo picnic. Aunque con el corazon roto, consiguio devolverle la sonrisa. Hubo un momento de serenidad, solo un momento, y luego la realidad volvio a imponerse. Jack abrio mas los ojos, presa del panico. La sonrisa se desvanecio. Se le contrajo el rostro de angustia.

– Dios mio.

– No pasa nada -dijo ella, aunque dadas las circunstancias, no habria podido decir mayor tonteria.

El se esforzo por no llorar.

– Lo siento mucho, Grace.

– Calla, no pasa nada.

Jack busco alrededor con la mirada, sus ojos como faros, hasta encontrar a su captor.

– Ella no sabe nada -dijo al hombre-. Sueltela.

El hombre se acerco. Se agacho.

– Si vuelve a hablar -dijo a Jack-, le hare dano. No a usted. A ella. Le hare mucho dano. ?Entendido?

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