habia nada parecido a las Rocosas. Si bien un rotor enorme quiza pudiera abatir a un avion tan grande como un L800, Kaplan se resistia a creer que hubiera tumbado al vuelo 3223. Segun el control de trafico aereo, el L800 habia comenzado a caer a plomo desde la altitud de crucero de casi doce mil metros. No habia ninguna montana en Estados Unidos capaz de generar corrientes a esa altura. Ademas, las unicas montanas en la zona eran las del parque nacional Shenandoah y formaban parte de la cadena de las Montanas Azules. Todas tenian una altura entre los mil y los mil quinientos metros, y mas que montanas se podian considerar colinas.

Tambien estaba el factor altitud. El giro que experimentan los aviones cuando se encuentran con un rotor o cualquier otra condicion atmosferica anormal se controla con el uso de los alerones. A doce mil metros de altitud, los pilotos de la Western Airlines hubieran tenido tiempo mas que suficiente para recuperar el control. Kaplan estaba seguro de que el lado oscuro de la madre naturaleza no habia arrancado al aparato de los pacificos confines del cielo. Pero era evidente que lo habia hecho alguna otra cosa.

Su equipo no tardaria en regresar al hotel para celebrar una reunion organizativa. El primer paso seria formar los grupos de investigadores sobre el terreno repartidos por temas: estructuras, sistemas, factores de supervivencia, motores, clima y control de trafico aereo. Despues las unidades se reunirian para evaluar el rendimiento del avion, analizar las cintas del magnetofono de la cabina de mando y el registro de datos de vuelo, el comportamiento de la tripulacion, el espectro de sonido, los registros de mantenimiento y los examenes metalurgicos. Era un proceso lento, tedioso y a menudo descorazonador, pero Kaplan no lo dejaria hasta no haber examinado incluso el mas minimo resto de lo que habia sido la ultima palabra en aviones a reaccion y de casi doscientos seres humanos. Se prometio a si mismo que esta vez no se le escaparia la causa.

Kaplan camino sin prisa hacia el coche alquilado. No tardaria en llegar a este campo una primavera anticipada: florecian por todas partes banderines rojos y pequenos faros para marcar la ubicacion de los restos. Anochecia deprisa. Se echo el aliento sobre las manos heladas para calentarlas. Un termo de cafe caliente le esperaba en el coche. Confiaba en que la grabadora de datos de vuelo -conocida popularmente como la «caja negra» aunque en realidad era de color naranja vivo- hubiera hecho honor a su fama de indestructible. Habian instalado en el aparato una version modernizada y esperaban que los ciento veintiun parametros medidos por la grabadora les revelaran muchisimas cosas de lo ocurrido al vuelo 3223. En el L800 las dos grabadoras iban instaladas en la parte superior del fuselaje entre las cocinas de popa. Ninguno de los L800 habia sufrido la perdida del fuselaje; este accidente pondria a prueba la invulnerabilidad de la caja negra.

Era una lastima que los seres humanos no fueran invulnerables.

George Kaplan subio un pequeno monticulo y se quedo de piedra. En la penumbra se erguia una figura alta a menos de dos metros de distancia. Las gafas de sol ocultaban unos ojos color gris pizarra; el esqueleto de un metro noventa soportaba sin esfuerzo los hombros abultados, los brazos gruesos y la incipiente barriga. Las piernas eran como postes. La imagen de un peso pesado ya mayor era la primera que le venia a la mente. El hombre tenia las manos metidas en los bolsillos y la inconfundible placa enganchada al cinturon.

– ?Lee? -pregunto Kaplan, que forzo la mirada para ver mejor.

El agente especial del FBI Lee Sawyer avanzo.

– Hola, George.

Se dieron la mano.

– ?Que diablos haces aqui?

Sawyer echo una ojeada al lugar del accidente y despues miro a Kaplan. Tenia las facciones muy marcadas y una boca expresiva. El pelo negro salpicado de gris comenzaba a ralear. La frente alta y la nariz delgada y torcida un poco a la derecha, un recuerdo de un viejo caso, se combinaban con el cuerpo de gigante para darle una presencia imponente.

– George, el FBI se pone un poco nervioso cuando un avion norteamericano es derribado sobre el territorio nacional por lo que parece ser un sabotaje -respondio el agente con una mirada aguda.

– ?Sabotaje? -replico Kaplan con cautela.

Sawyer volvio a mirar el escenario de la catastrofe.

– He revisado los partes meteorologicos. No habia nada alla arriba que justifique esto. Ademas, el avion era casi nuevo.

– Eso no significa que sea un sabotaje, Lee. Es demasiado pronto para decirlo. Tu lo sabes. Caray, aunque las posibilidades son de un billon a uno, quiza lo que vemos es el resultado de una inversion de las turbinas en pleno vuelo.

– Hay una parte del avion que me interesa mucho, George. Quiero que la examines a fondo.

– Y a mi, pero excavar ese crater nos llevara tiempo. Y cuando acabemos, podras sostener la mayoria de las partes en una mano.

La respuesta de Sawyer estremecio a Kaplan.

– Esta parte no esta en el crater. Y es bastante grande: el ala de estribor y la turbina. La encontramos hara cosa de media hora.

Kaplan permanecio inmovil mientras miraba atonito el rostro inexpresivo de Sawyer. El agente se lo llevo hacia su coche.

El Buick alquilado de Sawyer se alejo a gran velocidad mientras apagaban las ultimas llamas del vuelo 3223. La noche se cerraba sobre el pozo de diez metros de profundidad que representaba un burdo monumento a la memoria de ciento ochenta y un muertos.

Capitulo 10

El Gulfstream surcaba el cielo rumbo a Washington. La lujosa cabina parecia el salon de un hotel de cinco estrellas. Estaba revestida de madera, tenia amplias butacas de cuero marron, un bar bien provisto y un camarero para atenderlo. Sidney Archer estaba acurrucada en una de las butacas con los ojos cerrados y una compresa fria sobre la frente. Por fin abrio los ojos y aparto la compresa. Estaba como drogada, le pesaban los parpados y le costaba moverse. Sin embargo, no habia tomado sedante alguno ni habia probado ninguna bebida. Habia cerrado su mente: hoy su marido habia muerto en un accidente aereo.

Echo un vistazo a la cabina. Quentin Rowe le habia invitado a que volviera a casa con el en el reactor de Triton. En el ultimo minuto, y para desconsuelo de Sidney, Gamble se habia unido a ellos. Ahora el se encontraba en su cabina privada en la parte de popa. Sidney rogo para sus adentros que permaneciera alli durante el resto del viaje. Vio que Richard Lucas, el jefe de seguridad de Triton, no le quitaba el ojo de encima.

– Tranquilo, Rich. -Quentin Rowe paso junto al jefe de seguridad y fue a sentarse con Sidney-. ?Como estas? -pregunto en voz baja-. Tenemos Valium. Tenemos una buena provision por causa de Nathan.

– ?Toma Valium? -Sidney se mostro sorprendida.

Rowe encogio los hombros.

– En realidad, es para la gente que viaja con Nathan.

Sidney respondio a la broma con una debil sonrisa que desaparecio casi en el acto.

– Oh, Dios, no me lo creo. -Miro a traves de la ventanilla con los ojos enrojecidos. Se cubrio el rostro con las manos. Anadio con voz temblorosa y sin mirar a Rowe-: Se que esto no tiene buena pinta, Quentin.

– Eh, no hay ninguna ley que prohiba a nadie viajar en su tiempo libre -se apresuro a senalar Rowe.

– No se que decir…

Rowe levanto una mano para interrumpirla.

– Escucha, este no es el lugar ni el momento. Tengo algunas cosas que hacer. Si necesitas algo, avisame.

Sidney le miro agradecida. En cuanto Rowe se alejo, la joven se reclino en el asiento y volvio a cerrar los ojos. Las lagrimas rodaban por las mejillas hinchadas. Richard Lucas continuo con la solitaria vigilancia desde la parte delantera de la cabina.

Se estremecia con nuevos sollozos cada vez que recordaba la ultima conversacion con Jason. Furiosa, le habia colgado el telefono. Este era el tipico incidente estupido que no significaba nada, un acto repetido mil veces en la vida de muchos matrimonios felices, pero ?seria el ultimo recuerdo de su vida juntos? Se aferro a los brazos de la butaca para dominar los temblores. Todas aquellas sospechas durante los ultimos meses. ?Idiota! El habia estado matandose a trabajar para conseguir un empleo fantastico, y ella no habia imaginado otra cosa que a

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