– ?Que sucedera ahora? -pregunto Ozhogin con inquietud-. ?Es este nuestro final?
– No lo creo asi -le respondi inseguro.
De pronto, antes de que hubiesen transcurrido diez minutos, la montana de hielo se sacudio y empezo a elevarse lentamente.
– ?Apartemonos! -le grite a Konstantin.
Este, dandose cuenta del peligro, lanzo el helicoptero a un lado de la peligrosa ruta. El tempano azulado de hielo resplandecia al ser tocado por los rayos del astro y pendia por encima del agua. Imaginese usted a una montana enorme cortada por la base y levantada al aire como un globo de juguete. Y esa montana fulguraba con miriadas de zafiros y esmeraldas como derretidos sobre su superficie. Esta era una escena tan majestuosa, que todos los camarografos del mundo hubiesen dado la vida por verla.
Yo era ahora el rey de todos ellos. Solamente Ozhogin, yo y los astronomos de Mirni tuvimos la suerte de presenciar este espectaculo incomparable: una montana de hielo levantandose del agua, flotando sobre las tres amapolas encarnadas y alejandose junto con ellas hacia la profundidad insondable del espacio cosmico. Y los 'bumerangs', saliendo del agua y lanzando chorros de vapor, adentraronse en el continente en orden de caballeria. Los cumulos arremolinados servian de camino por el que ellos corrian a guisa de jinetes. ?Jinetes!
Esta comparacion fue inventada ulteriormente, y no por mi. Ahora la oia de boca de Anatoli que tocaba su guitarra.
– ?Te gusta? -pregunto el.
– ?Que? -inquiri a su vez sin comprenderle.
– La cancion, naturalmente -explico.
– ?Que cancion? -quise saber sin entenderle aun.
– Entonces no la has escuchado -afirmo y suspiro-. Me lo suponia. Tendre que repetirla: no soy orgulloso.
Y empezo a cantar como un chansonnier sin voz que no deseara alejarse del microfono.
Yo, a la sazon, desconocia el destino envidiable que le estaba destinado a esta cancion compuesta por una celebridad fortuita futura.
– Jinetes del mundo incognito… ?Que es esto? ?Un sueno? ?Un mito…? La Tierra en espera de un milagro… Aterida ahoga su grito… Late el pulso del Planeta… ?Quien interrumpe su ritmo…? Los jinetes del mundo incognito… ?No es mas que un espejismo? La trama es conocida… La tragedia es vieja como el mundo… Hamlet resuelve de nuevo… La misma y eterna pregunta… ?Quienes son? ?Gentes? ?Dioses…? Gime la nieve derretida… Los jinetes del mundo incognito… Siguen su ruta desconocida…
Hizo una pausa y luego continuo, ahora con un tono mayor.
– ?Quien penetra sus intenciones…? Y ellos, ?a quien conoceran…? Ya es tarde, amigo, ya es tarde… a nadie podemos culpar… Es imposible creerlo… Mas mira, mira alla… Los jinetes del mundo incognito… El cielo vuelven a cruzar…
Suspiro y me miro, esperando mi reaccion.
– No esta del todo mal -le dije-. La cancion se puede cantar, pero…
– Pero, ?que?
– ?De donde has sacado ese pesimismo? 'Ya es tarde, amigo, ya es tarde, a nadie podemos culpar…' -cante con burla-. ?Que es tarde? ?Y por que es tarde? ?Y por que debemos de culpar a alguien? ?Te da lastima el hielo? ?Te compadeces de los dobles? Seria mejor que me quitaras los sinapismos; ya no puedo soportarlos mas.
Anatoli, quitandome los sinapismos, me dijo:
– A proposito, los acaban de ver en el Artico.
– ?A los sinapismos?
– No bromees; no tiene ninguna gracia.
– Mas bien da espanto. 'Jinetes del mundo incognito'.
– Podria ser terrible. Ya estan cortando hielo hasta en Groenlandia. Los telegramas lo informaron.
– Bueno, ?y que? Habra mas calor.
– ?Y si se apoderan de todo el hielo que hay en la Tierra? O sea, en el Artico, en la Antartida, en las montanas y en los oceanos. ?Eh? ?Que sucederia, pues?
– Deberias saberlo mejor que yo; eres climatologo. Pienso que en el Mar Blanco podriamos pescar sardinas y en Groenlandia sembrariamos naranjas.
– Si, pero en teoria -afirmo y suspiro-. ?Quien puede predecir lo que sucedera en realidad? Nadie. Y no es tanto el hielo lo que me intranquiliza, sino… Lee sin falta el discurso de Thompson publicado por la agencia TASS -me rogo, senalando el paquete de periodicos.
– ?Que sucede? ?Esta sembrando panico?
– ?Y como!
– El sembro panico hasta en Mirni. ?Lo recuerdas?
– Si, el es un tio muy dificil. No solo a nosotros hara perder la calma. A proposito, el empleo nuestra palabrita, transmitida por Lisovski: 'Jinetes del mundo incognito'.
– Pero si ese termino fue inventado por ti -le recorde.
– Si, pero, ?quien lo difundio?
Un articulo sobre las 'nubes' rosadas escrito por el corresponsal del periodico 'Izvestia', Lisovski, al regresar de Mirni, habia encontrado eco en todos los periodicos del mundo. En el, Lisovski empleo el termino: 'Jinetes del mundo incognito'. Aunque el verdadero inventor fue Anatoli, quien, al mirar las 'nubes' desde la ventana del avion, grito: '?Jinetes! ?Juro que son jinetes!'.
– ?De donde llegaron? -inquirio alguien.
– ?Crees que lo se? Del mundo incognito.
A la sazon Lisovski repitio en voz alta:
– Jinetes del mundo incognito. Como titulo del articulo no esta mal.
Al rememorarlo, Tolia y yo nos miramos. Eso fue exactamente lo que sucedio.
Capitulo 10 – El avion fantasma
?Y que sucedio realmente?
Nuestro avion a reaccion volaba desde el aerodromo helado de Mirni en direccion a las costas surenas del continente africano. Bajo nosotros flotaba la bruma blanquecina de las nubes, semejantes a un campo nevado cerca de una estacion de ferrocarril sombreado por el hollin de las locomotoras. A ratos, las nubes separabanse y entre su nebulosidad surgian ventanas por las que atisbabamos el plomizo oceano.
La cabina del avion la llenaban personas que habian sido familiarizadas entre si gracias al invierno antartico: geologos, pilotos, glaciologos, astronomos y aerologos. Los acompanaban, como invitados, varios periodistas, que olvidaron posteriormente su calidad de invitados y se mezclaron con los invernantes de ayer en una masa homogenea. Los presentes charlaban, como es natural, sobre las 'nubes' rosadas, aunque no con seriedad, sino de un modo humoristico, lanzando bromas y expresiones ingeniosas. En una palabra, tenia lugar una conversacion amena y habitual en la que todos tomaban parte.
Los 'bumerangs' rosados surgieron inesperadamente sobre las nubes, penetrando en ellas y dando saltos a guisa de jinetes, que trotaron por la estepa. Fue esa precisamente la razon por la que los compararon con jinetes, a pesar de que podian ser parangonados con cualquier cosa, debido a sus constantes cambios de forma, muy a menudo por causas desconocidas para nosotros. Lo mismo ocurrio ahora. Seis o siete -no recuerdo la cantidad- 'bumerangs' remontaronse a nuestro encuentro, tomaron el aspecto de bunuelos, ensombrecieronse y cubrieron el avion con un capullo purpureo impenetrable. Para suerte nuestra, el piloto continuo conduciendo el avion como si no hubiera sucedido nada. Tal vez se dijo para si: 'Si esto es un capullo, ?volemos por el capullo!'
En el compartimiento de pasajeros imperaba un silencio sepulcral. Todos aguardaban algo y, temerosos, se miraban mutuamente sin osar articular palabras. La niebla roja penetraba ya en el compartimiento a traves de las paredes del avion. Nadie sabia de que modo lo hacia. Daba la impresion de que para esta niebla no existian obstaculos solidos, o que ella misma era inmaterial, ilusoria y creada por nuestra mente. Pronto la niebla ocupo todo el compartimiento y solo una extrana sombra purpurea mas intensa nos hacia notar a los pasajeros vecinos.