– No bromeo. Martin y yo la vimos aquella noche en St. Dizier. Nos tomaron por pilotos ingleses cuyo avion fue derribado aquella misma noche en las afueras de la ciudad.

Los labios de Irina temblaban de un modo tal, que eran incapaces de pronunciar palabra alguna.

Entonces le conte toda la historia de nuestras vicisitudes, desde el principio hasta el final; sobre Etienne y Lange, sobre la rafaga del automatico que Martin tiro en la escalera del casino y sobre la explosion que oimos en la ciudad en tinieblas.

Ella seguia encerrada en su silencio. Me enfureci al reconocer la impotencia de las palabras para reproducir no ya la vida, sino la copia de la vida.

– ?Como era ella? -me pregunto de repente.

– ?Quien?

– Creo que sabes a quien me refiero.

– Ella cambiaba levemente, en dependencia de quien recordaba sobre ella: Etienne o Lange. Era joven, de tu edad. Ambos, Etienne y Lange, la admiraban, pero a pesar de ello, uno la traiciono y el otro la asesino.

– Ahora comprendo a Martin -dijo ella casi susurrando.

– La accion de Martin fue demasiado simple para que pueda ser considerada como un castigo para Lange.

– Comprendo -afirmo ella y se quedo pensativa. Luego, pregunto-: ?Me parezco mucho a ella?

– Eres su copia. ?Recuerdas la sorpresa que se llevo Etienne cuando entraste en el hotel? ?Y la atencion concentrada de Lange? Si lo dudas, preguntale a Zernov; el te lo relatara.

– ?Y que sucedio despues?

– Despues subi por las escaleras del hotel 'Au Monde'.

– ?Y todo se desvanecio?

– Si, para mi.

– ?Y para ella?

Me encogi de hombros. ?Que podia responder!

– No entiendo nada -dijo ella-. Existe el presente y el pasado, existe la vida; pero, ?Y esto que es?

– Una copia.

– ?Viva?

– Lo ignoro. Tal vez es una copia grabada en sus peliculas -dije sonriendome.

– No te rias. Esto es terrible. Vida. ?Donde? ?En que espacio? ?En que tiempo? ?Se llevan acaso esa vida con ellos? ?Y para que?

– Escucha, Irina -le aclare-, mi imaginacion no es tan frondosa como para responder a todas esas interrogantes.

Pero habia un individuo que poseia la imaginacion necesaria. Nosotros nos encontramos con el al dia siguiente.

Por la manana, fui dado de alta de la clinica y me despedi del profesor Peletier, seco, como siempre, de una manera masculina y discreta: ('Usted me salvo la vida, profesor; estoy en deuda con usted') y abrace a mi enfermera, a mi angel blanco de jeringuillas diabolicas ('Mademoiselle, ?si usted supiera lo triste que es decirle adios!'). Ella me respondio no con las palabras de una monja, sino de Maupassant ('?Oh! ?Que canalla!') y sali al malecon Voltaire donde me esperaba Irina. Me comunico en seguida que Vano Chojeli y Anatoli Diachuk habian partido de Copenhague y volado directamente a Groenlandia y que nuestros visados estaban preparandose en la embajada danesa. Yo aun podia estar presente en la sesion plenaria del Congreso.

El asfalto de la calle se derretia por el calor; las escaleras y corredores de la Sorbona, donde se celebraba ahora el Congreso durante las vacaciones estudiantiles, estaban frias y tan silenciosas y desiertas como una iglesia despues de la misa. En ellas no se encontraban los retrasados, ni los amantes del cigarrillo o del chisme en los pasillos, ni se reunian los grupos de discutidores.

Todas las habitaciones para fumar y las cantinas estaban vacias. Todos se hallaban reunidos en un auditorio, que ni durante las conferencias mas cautivadoras estaba tan repleto como ahora. La gente se sentaba en todas partes: en los pupitres, en los corredores de la sala y en las escaleras del anfiteatro, donde finalmente logramos encontrar un sitio libre.

Hablaba un norteamericano y no un ingles. Lo supe en seguida por la manera de pronunciar las palabras, como la maestra de ingles de mi Instituto que habia estudiado en Princeton o en Harvard. Yo lo conocia por su nombre -como todo el mundo de los lectores-, pese a que el no era un hombre de Estado ni un cientifico famoso, lo que hubiera correspondido a la composicion de la asamblea y la lista de sus oradores; era un escritor. Y no era un escritor que podriamos llamar de moda o un especialista en la vida de los cientificos, sino simplemente un escritor de ciencia-ficcion, que conquisto como Wells en su tiempo, celebridad mundial. El, en realidad, no se preocupaba mucho de la base cientifica de sus asombrosas fantasias y, a pesar de que hablaba ante las 'estrellas' de la ciencia contemporanea, tenia la osadia de afirmar que a el personalmente no le interesaban las informaciones cientificas sobre los visitantes del cosmos que el Congreso obtenia grano a grano y gimiendo (asi se expreso: 'grano a grano y gimiendo'), sino el hecho mismo del encuentro entre dos mundos completamente diferentes, en esencia, entre dos civilizaciones completamente incompatibles.

Esta declaracion y el rumor que se levanto posteriormente en la sala, ya de voces de aprobacion, ya de protesta, lo oimos mientras estabamos buscando sitios en los escalones del anfiteatro.

'Senores, no se ofendan por las palabras: grano a grano-, continuo el, dibujandose una sonrisa maliciosa en sus labios-. Sin lugar a dudas, ustedes acumularan toneladas de informacion de sumo valor en las comisiones de glaciologos y climatologos, en las expediciones especiales, en las estaciones e institutos de investigacion cientifica, en los trabajos cientificos concernientes a las nuevas formaciones de hielo, a los cambios del clima y a las consecuencias meteorologicas producidas por el fenomeno de las 'nubes' rosadas; pero su misterio sigue siendo un enigma para todos nosotros. Hasta el momento desconocemos la naturaleza del campo de fuerza que ha paralizado todos nuestros intentos para aproximarnos a ellos, el caracter de la vida con la que hemos chocado y su localizacion en el Universo.

Las conclusiones de Boris Zernov respecto a los experimentos de los visitantes para establecer contacto con los terricolas son muy interesantes, mas estos son sus experimentos y no los nuestros. Ahora puedo proponer nuestro experimento para establecer el contacto con ellos, si acaso se presenta la oportunidad. Debemos considerar el mundo creado por ellos como un canal directo hacia su conciencia y su raciocinio y conversar con ellos a traves de los 'dobles' y 'espiritus' creados por ellos. Es de suma importancia utilizar toda copia y toda sustancia (estructura) materializada por ellos a modo de microfono para la comunicacion directa o indirecta con los visitantes. Esta seria parecida a una conversacion telefonica, sin matematicas, sin quimica y sin senales de comunicacion. Y hablaremos el lenguaje corriente, ingles o ruso; eso no tiene ninguna importancia: nos comprenderan de todas las formas. Ustedes me podrian refutar diciendo que son fantasias; si, senores, eso son fantasias. Pero el Congreso se ha elevado ya -observen lo que digo, 'se ha elevado' y no 'ha descendido'- hasta el nivel de autenticas fantasias cientificas. Ademas, no insisto particularmente en la palabra cientifica, sino que subrayo simplemente la palabra 'fantasia', o sea, esa inspiracion cuando la imaginacion se transforma en prevision. (Ruido en la sala). ?Los cientificos son personas corteses! ?Por que no gritan mas fuerte? ?Sus palabras son un sacrilegio en el templo de las ciencias!' (Gritos en los bancos: '?Claro que es sacrilegio!'). Senores, sean mas justos. ?Previeron acaso los cientificos la television, el videotelefono, el laser, los experimentos de Petrucci y los vuelos cosmicos? No, senores, todo eso fue previsto por los escritores de ciencia-ficcion.

He estado presente en todas las sesiones de la Comision de Conjeturas y me he quedado admirado hasta lo indecible por todo lo oido: aquello era fantasia pura. Explosiones de imaginacion. ?No era tal vez fantasia la hipotesis sobre el holograma, o sea, sobre la capacidad de los visitantes de percibir visualmente cualquier objeto con la ayuda de ondas luminosas reflejadas? Este tipo de fotograbacion se percibe a modo de representacion tridimensional y posee todas las particularidades opticas del paisaje natural. Esta hipotesis ha sido corroborada por la informacion recibida ayer relativa a los icebergs marcados con pintura en la bahia de Malville, en Groenlandia. Los icebergs fueron pintados por la expedicion danesa del barco 'Reina Cristina', ante los ojos de los 'jinetes' que galopaban por el cielo. Desde el barco, a la distancia de cien metros, era imposible ver a simple vista las huellas de la pintura; sin embargo, los 'jinetes', volando a varios kilometros de altura las notaron, bajaron en picado, lavaron la pintura y solo despues de limpiar el iceberg atraparon la gigantesca masa de hielo. De este modo, la conjetura de que los visitantes poseen una supervision es un hecho cientifico.

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