– Me sentiria menos tonta si supiera que lo haces -dijo ella, tratando de imprimir un toque de buen humor a su voz-. Atribuyelo a la falta de sueno o a que me he levantado con el pie izquierdo. De todos modos, tengo que volver a Los Angeles. Tengo mucho trabajo.

Pierce habia visto las necesidades de Ryan desde el principio: su respuesta a las atenciones caballerosas, la alegria de recibir una flor de regalo. Por mucho que se esforzara por no serlo, era una mujer emocional y romantica. Pierce se maldijo para sus adentros pensando lo vacia que se habria sentido al despertar sola despues de la noche que habian pasado juntos.

– Ryan, no te vayas -1e pidio. Le costaba mucho hacer algo asi. El nunca le insistia a una mujer para que se quedara a su lado.

La mano de Ryan parecio dudar, suspendida sobre los cierres de la maleta. Al cabo de un segundo, la cerro, la dejo en el suelo y se giro:

– Pierce, no estoy enfadada, de verdad. Puede que un poco abochornada -reconocio con una sonrisa debil-. Pero, en serio, tengo que volver y poner en marcha un monton de cosas. Puede que haya un cambio de fechas y…

– Quedate -1a interrumpio, incapaz de contenerse-. Por favor.

Ryan se quedo callada un momento. Algo en la mirada de Pierce le hizo un nudo en la garganta. Sabia que le estaba costando pedirle que no se fuera. De la misma forma que a ella iba a costarle preguntar:

– ?Por que?

– Te necesito -Pierce respiro profundamente tras realizar lo que para el suponia una confesion asombrosa-. No quiero perderte.

– ?De verdad te importa? -Ryan dio un paso adelante.

– Si, claro que me importa.

Ryan espero un segundo, pero no fue capaz de convencerse para darse la vuelta y salir de la habitacion.

– Demuestramelo -le dijo.

Pierce se acerco a Ryan y la estrecho con fuerza entre los brazos. Esta cerro los ojos. Era justo lo que necesitaba: que la abrazaran, simplemente que la abrazaran. Apoyo la mejilla contra el muro firme de su torso y disfruto del calor del abrazo. Sabia que la estaba sujetando como si tuviese entre las manos algo precioso. Fragil, le habia dicho Pierce. Por primera vez en la vida, queria serlo.

– Lo siento. He sido una idiota.

– No -Pierce le levanto la barbilla con un dedo, sonrio y la beso-. Eres muy dulce. Pero no te quejes cuando te despierte despues de cinco horas de sueno bromeo.

– Jamas -contesto ella riendose antes de rodearle el cuello con las manos-. Bueno, quiza me queje un poquito:

Ryan sonrio, pero, de pronto, los ojos de Pierce la miraban con seriedad. Este le coloco una mano en la nuca antes de bajar la boca sobre la de ella.

Fue como la primera vez: la misma ternura, esa presion de terciopelo capaz de inflamarle la sangre. Se sentia absolutamente impotente cuando la besaba de ese modo, incapaz de abrazarlo con mas fuerza, incapaz de pedirle nada mas. Solo podia dejar que Pierce siguiera besandola a su ritmo.

Y el lo sabia. Sabia que esa vez tenia todas las riendas en sus manos, Las movio con suavidad mientras la desnudaba. Dejo que la blusa le resbalase hombros abajo, rozandole la espalda, hasta caer al suelo. La piel de Ryan se estremecia alla donde el iba posando los dedos.

Pierce le desabrocho los pantalones. Luego dejo que cayeran por debajo de la cintura mientras sus dedos jugueteaban con un trapito de encaje que apenas cubria los pechos de Ryan. En todo momento, su boca siguio mordisqueando los labios de la de ella. La vio contener la respiracion y despues, al introducir un dedo bajo el sujetador, la oyo gemir. No saco el dedo, sino que opto por plantar la mano entera encima de su pecho para acariciarlo y pellizcarlo hasta que Ryan empezo a temblar.

– Te deseo -dijo ella con voz tremula-. ?Tienes idea de cuanto te deseo?

– Si -Pierce la beso con suavidad por toda la cara-. Si.

– Hazme el amor -susurro Ryan-. Hazme el amor, Pierce.

– Si -repitio este antes de apoyar la boca sobre el cuello de ella, que latia a toda velocidad.

– Ahora -le exigio Ryan, demasiado debil como para intentar apretarlo contra su cuerpo.

Pierce solto una risotada gutural y la deposito sobre la cama con cuidado.

– Anoche me volvio loco con sus caricias, senorita Swan -Pierce situo un dedo en el centro de Ryan, deteniendose justo en el suave monte que se elevaba entre sus piernas. Muy despacio, casi con pereza, su boca fue bajando por todo el cuerpo hasta colocarla donde habia puesto el dedo anteriormente.

La noche anterior habia sido una autentica locura para el. Jamas se habia sentido tan impaciente y desesperado. Aunque la habia poseido una y otra vez, no habia sido capaz de saborear toda aquella pasion. Era como si hubiese estado hambriento y la gula le hubiese impedido paladear el festin. En aquel momento, en cambio, aunque la deseaba con la misma intensidad, podia refrenar la urgencia. Podia disfrutarla y saborearla.

A Ryan le pesaban los brazos. No podia moverlos. Lo unico que podia hacer era dejar que Pierce la tocara y acariciara y besara donde quisiese. La fortaleza que la habia impulsado a seducirlo la noche anterior habia quedado reemplazada por una debilidad almibarada. De la que no le importaba empaparse.

La boca de Pierce merodeaba por su cintura. Su lengua circulaba mas abajo mientras las manos la recorrian con suavidad, siguiendo el contorno de sus pechos, acariciandole el cuello y los hombros. Mas que poseyendola, estaba estimulandola.

Agarro la cinta elastica de las braguitas entre los dientes y la bajo unos centimetros. Ryan se arqueo y gimio. Pierce saboreo la piel de su muslo, deleitandose hasta llevarla al borde de la locura. Ryan se oyo jadear el nombre de Pierce, un sonido suave y urgente, pero el no respondio. Su boca estaba ocupada haciendole maravillas en las corvas.

Ryan noto la piel fogosa de su torso rozandole una pierna, aunque no tenia la menor idea de cuando o como se habia quitado la camisa. Nunca habia sido tan consciente de cada centimetro de su cuerpo. Jamas habia creido posible experimentar un placer tan celestial y adictivo.

La estaba levantando, penso Ryan en medio de una bruma de sensaciones, aunque tenia la espalda sobre el colchon. La estaba haciendo levitar, estaba haciendo flotar la cama. Si, le estaba ensenando los secretos de su magia, aunque aquel trance era real, no escondia truco. Los dos estaban ya desnudos, enredados mientras la boca de Pierce viajaba de vuelta hacia la de ella. La beso despacio, con profundidad, hasta dejarla floja, sin fuerzas. La estimulaba con los dedos. Ryan no sabia que la pasion pudiera llevarla en dos direcciones distintas: hacia un fuego infernal y hacia un cielo brumoso.

Aunque ya estaba jadeando, Pierce siguio esperando. Le proporcionaria todo el placer posible. Le mordisqueo y chupo los labios y espero hasta oir el gemido final de rendicion,

– ?Ahora, amor? -le pregunto el mientras le daba besitos por toda la cara-. ?Ahora?

No podia responder. Estaba mas alla de las palabras y de la razon. Que era justo el lugar al que habia querido conducirla. Orgulloso, Pierce rio y pego la boca al cuello de ella.

– Eres mia, Ryan. Dilo: eres mia.

– Si -sucumbio ella en un susurro casi inaudible-. Soy… tuya… Tomame -anadio contra los labios de Pierce.

Aunque, en realidad, ni siquiera llego a oir que habia pronunciado las palabras. O quiza habian sido producto de su imaginacion. Pero Pierce obedecio y, de pronto, estaba dentro de ella. Ryan contuvo la respiracion y arqueo la espalda para darle la bienvenida. Por temor a hacerle dano, el se movio con una lentitud insoportable. La sangre le zumbaba en los oidos mientras Pierce la empujaba hasta el precipicio. Sus labios se apoderaron de los de ella, capturando cada aliento entrecortado.

De repente, aplasto la boca contra la de Ryan y se acabaron las delicadezas, las provocaciones. Ella grito al tiempo que Pierce la poseia con subita fiereza. El fuego los consumio, fundiendo sus cuerpos y labios hasta que Ryan penso que ambos habian muerto.

Pierce yacia sobre ella, reposando la cabeza entre sus pechos. Bajo la oreja, podia oir el ruido atronador de su corazon. Ryan no habia dejado de temblar. Lo rodeaba con los dos brazos como si no pudiese sostenerse ni sobre la cama. No podia moverse. Y el tampoco queria hacerlo. Queria detener el mundo y mantenerlo asi: los dos solos, desnudos. Ryan le pertenecia, se dijo. Lo sorprendio la vehemencia de aquel deseo de poseerla. El no

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