—el Mar-grave de la provincia de la Tierra Alta del Oeste y las superioras de la Hermandad de Aeoris — ocupaban los lugares de honor, seguidos de los miembros del Consejo por orden de categoria, entre ellos Themila Gan Lin y, a su lado, la alta y vigorosa figura del unico hijo del Sumo Iniciado y presunto heredero de su cargo. Al final del pasillo, cerca de la puerta del Castillo, habian sido colocadas siete estatuas de madera, de doble tamano del natural, y cuyas caras pintadas observaban imp a-sibles el cortejo. Jehrek se detuvo delante de la primera y mas grande, miro un momento las severas facciones talladas, se arrodillo con dificultad y toco con la frente los pies de la estatua. Los dignatarios siguieron su ejemplo y la ordenada multitud se fue acercando, esperando su turno para colocarse detras del Consejo.
Casi al fondo de la asamblea, en realidad mucho mas atras de lo que correspondia a su rango, un hombre observaba la ceremonia con una expresion tan enigmatica como la de las estatuas. Pronto tendria que rendir tambien el el homenaje debido a las imagenes, pero preferia retrasar lo maximo posible aquel momento. Y no era que sintiese menos devocion por los Siete Dioses que cualquiera de sus semejantes; nada de eso, pero no podia evitar la debil pero inquietante impresion de que esos actos formales, con toda su pompa y ceremonia, servian mas para satisfacer la vanidad de los visitantes que para fines mas enjundiosos. Ademas, en ese momento, necesitaba tiempo para pensar.
Cualquiera que le conociese de antes y no hubiese visto a Tarod durante los diez anos que llevaba viviendo en el Castillo de la Peninsula de la Estrella, sin duda no le habria reconocido. Era mas alto incluso que Keridil, que superaba en estatura a la mayoria; tenia una complexion vigorosa, de largos huesos, pero era mas bien delgado. Su cara habia perdido hacia tiempo sus facciones infantiles para convertirse en un rostro de pomulos salientes, fino menton y nariz estrecha y aguilena, que separaba los ojos verdes y extranamente felinos; y sus negros cabellos, que nunca se tomaba la molestia de cortarse, eran ahora una mata de pelo enmaranada. Era como si, recordando su creencia infantil de que era diferente, hubiese querido acentuar las diferencias, en vez de disimularlas, y se apartase deliberadamente de las normas.
Los cambios eran mucho mas profundos que la simple apariencia exterior. Del nino medio aterrorizado y medio desafiante que habia sido traido al Castillo como un chiquillo abandonado e inexperto, hacia mas de diez anos, no quedaba mas que un vago recuerdo. El clan que le habia socorrido de mala gana durante los primeros trece anos de su vida le creia muerto desde hacia mucho tiempo (las investigaciones del Sumo Iniciado sobre su pasado habian demostrado que no habia nadie dispuesto a reclamarle) y el habia renunciado a su antigua identidad y emprendido una nueva vida sin lamentarlo un solo instante. Ahora habia un conocimiento y una comprension en sus ojos verdes muy superiores a los que por su edad le habrian correspondido, y tenia una confianza que nunca habria podido darle su vida en Wishet. Habia progresado rapidamente y aprendido muchas cosas que permanecian ocultas para todos salvo unos pocos elegidos; habia contraido amistades muy superiores a las derivadas del parentesco de sangre. Incluso aquellos que no simpatizaban con el o que le envidiaban (y eran muy pocos) tenian que reconocer que habia justificado sobradamente las promesas que tanto Jehrek como Taunan habian visto en el hacia tanto tiempo.
Suspiro al ver que el grupo en que se hallaba avanzaba en direccion a las estatuas. Habia aqui demasiadas influencias no deseadas para poder pensar con coherencia, y se plego de mala gana a las exigencias de la ceremonia. El rigido cuello de su capa de etiqueta (verde, como correspondia a un hechicero del septimo grado) le molestaba terriblemente; irritado, se echo la capa hacia atras, dejando al descubierto la ajustada camisa negra y el pantalon del mismo color, que era su preferido. Advirtio que un visitante que estaba cerca de el se a3ar-taba rapidamente al ver el largo cuchillo que pendia en la vaina junto a su cadera derecha, y sonrio ligeramente. Los cuentos sobre los Iniciados que circulaban en el mundo exterior todavia solian adornarse con especulaciones y retorica, y aunque no hubiese debido divertirle la evidente inquietud de aquel hombre, le costo resistir la tentacion.
La multitud avanzo despacio; Tarod se encontro delante de la estatua de Aeoris y, en el mismo instante en que hinco una rodilla, exp e-rimento una viva sensacion de
El sueno; tenia algo que ver con el sueno...
Su frente se cubrio de sudor; los que se hallaban detras de el estaban esperando... Apresuradamente, y confiando en que nadie hubiese advertido su momentanea confusion, Tarod bajo la cabeza hasta el pie tallado de Aeoris, se levanto y camino rapidamente hacia la puerta principal.
Themila Gan Lin se ajusto su faja de consejera y paso entre dos de las largas mesas para llegar al banco donde Tarod estaba sentado solo. El banquete habia terminado, se habian pronunciado los discursos y, ahora, el Circulo y los invitados estaban descansando en el vasto comedor mientras circulaba prodigamente el vino. Era tarde pero, en el exterior, el sol pendia todavia sobre el horizonte y se reflejaba en todas las ventanas la luz roja de la tarde de verano en el norte.
—Conque era aqui donde te escondias —dijo Themila en tono de burlona acusacion, mientras se sentaba a su lado.
Tarod le sonrio afectuosamente.
—No me oculto, Themila. Simplemente... no participo.
—No trates de enganarme con tus teorias. —Le tendio su copa de vino para que la llenase—. Permiteme que te recuerde que tienes el honor de ser el peor estudiante de Filosofia a quien he tenido el disgusto de tratar de ensenar.
Tarod se echo a reir desaforadamente y Themila se pregunto cuanto vino habria bebido. Era impropio de el beber demasiado, y le intrigo el hecho de que esta vez se hubiese pasado de la raya. En el curso de los anos, el se habia convertido, en cierto sentido, en el hijo que ella no habia tenido y, por consiguiente, conocia a fondo sus estados de animo. Pero el de ahora le resultaba nuevo.
— Filosofia — dijo Tarod al fin—. Si..., tienes razon. Tal vez hubiese tenido que estudiarla con mas intensidad. O Historia.
Themila fruncio el ceno.
—Tarod, estas hablando de un modo enigmatico. O me estas gastando una broma o...
—?No! —la interrumpio el—. No es una broma. Y tampoco estoy borracho, si es esto lo que estas pensando.
Como para demostrarlo, volvio a llenar su copa, y ella dijo:
—Entonces, la tercera posibilidad es que hay algo que te preocupa.
Tarod contemplo el salon, donde los multiples colores de capas y de faldas se confundian al mezclarse los invitados.
—Si, Themila. Algo me preocupa.
— ?Puedes decirme que es?
—No. O al menos... —Tarod parecio discutir en silencio consigo mismo, acariciando el borde de la copa con su mano delgada e inquieta. De pronto dijo—: ?Sabes interpretar los suenos, Themila?
—Sabes muy bien que no. Pero si es un sueno lo que te preocupa yo diria que para un hechicero del septimo grado...
El la interrumpio con un bufido:
—Como yo no he pasado nunca del tercer grado siento un poco mas de respeto por esta distincion — dijo Themila con cierta acritud.
— Lo siento; no era mi intencion ofenderte. Pero creo que tal vez es esta la raiz de todo el problema.
— ?Tu rango? —se asombro ella.
— En cierto sentido... — De pronto la miro fijamente y ella se sobresalto al ver el brillo de sus ojos verdes. Por un instante, Tarod parecia peligroso—. Themila, ?hasta que punto crees en la observancia de las doctrinas del Circulo?
Themila trato de interpretar el motivo de aquella pregunta y no lo consiguio. Prudentemente, dijo:
—La respuesta no es facil, Tarod. Si lo que quieres decir es si acepto sin comentarios todo lo que me dicen, entonces respondo que no. Pero la sabiduria inherente a nuestras ensenanzas tiene una fuente impecable.
—El propio Aeoris..., si. —Tarod hizo el breve signo impuesto por la tradicion cuando se pronunciaba el nombre del dios. Era una costumbre seguida por todos los Iniciados, pero ella tuvo la inquietante impresion de que, para el, no era mas que un reflejo casual—. Pero ?podemos estar seguros de que interpretamos acertadamente esta sabiduria? A veces siento que los rituales, las celebraciones masivas y demas nos estan cegando. El poder del Circulo es indiscutible. Pero es un poder muy limitado.
Themila empezo a darse cuenta de a donde queria ir a parar, y se le encogio el corazon. Habia estado