una sombra siniestra sobre los dos personajes a caballo. Sus monturas habian avanzado sobre el terreno pedregoso de las laderas mas bajas y, delante de ellos, estaba el punto de destino de su viaje: la Peninsula de la Estrella.

La Peninsula de la Estrella era la punta de tierra mas septentrional de todo el mundo; un pequeno pero espectacular monton de penas de granito que se adentraba en un mar frio y hostil. Ni siquiera los mas curtidos pescadores navegaban por aquel mar, y Taunan dudaba mucho de que algun dia los hombres se atreviesen a explorarlo. Nacido y criado junto al mar, comprendia la mezcla de miedo y amor que sentian los pescadores por el elemento del que dependian sus vidas. Si las cosas hubiesen ido de otro modo, el mismo habria podido ser pescador, desafiando el poder del mar, que daba la vida o la muerte a su antojo...

Intento librarse de estos pensamientos. La Peninsula siempre le afectaba de esta manera cuando regresaba a ella despues de una ausencia de mas de un dia o dos; su primera vision de la punta de tierra verde-gris que se extendia hacia lo lejos partiendo del pie de las mo n-tanas, y de las grandes olas que viniendo desde el norte rompian y se disolvian contra las rocas a cientos de pies mas abajo, todavia le producia una emocion que ni siquiera su antigua familiaridad con el paisaje podia disipar. Desde aqui era dificil distinguir el pinaculo de rocas que se elevaba en el extremo de la Peninsula; la niebla de la tarde y el sol vespertino lo oscurecian. Pero sintio la impresion familiar de volver a casa. Y la conviccion de que aquella casa era la estructura mas conocida y respetada (e incluso mas temida, se dijo) del mundo, seguia produciendole un escalofrio de orgullo.

Kael Amion, aprovechando el ensimismamiento de Taunan, desmonto y se arrodillo sobre la humeda hierba para observar mas de cerca al joven que transportaban. A primera vista, parecia que el muchacho estaba dormido, pero algunas senales inequivocas le advirtieron que no era un sueno normal. El muchacho tenia la cara sudorosa y las mejillas coloradas, y la respiracion era superficial e irregular. Sospecho que estaba en coma y rezo en silencio a Aeoris para que Gre-vard, el viejo medico del Castillo, pudiese hacer algo por el.

Taunan se volvio en su silla para observar al nino.

— ?Como esta? —pregunto.

Kael Amion sacudio la cabeza y monto de nuevo a caballo.

—Mal. Y cuanto mas nos demoremos aqui, menores seran sus probabilidades de salvacion.

Un viento del noroeste les alcanzo cuando dejaron el refugio de las montanas y empezaron a cabalgar por el breve trecho cubierto de cesped primaveral que les separaba de la Peninsula. Como le daba vertigo la altura, Kael mantuvo la mirada fija en el suelo a pocos pasos delante de ella, volviendose solo ocasionalmente a mirar atras, para comprobar el buen estado de la camilla oscilante. La Peninsula era una lengua de tierra vacia y desierta, sin un solo arbol o arbusto, un abandonado monton de penascos; y una vez mas, se pregunto que mente trastornada habia podido elegir este lugar para levantar una fortaleza, cuando podia haberla construido en cualquier otro paraje del mundo. Pero el Castillo habia sido edificado antes de que empezase la Historia conocida, si los relatos eran verdaderos, y nadie podia ni queria imaginarse los oscuros moviles de los Ancianos...

Solo tenian que avanzar media milla mas, bajando una suave ladera, para llegar al extremo de la Peninsula. Aqui estaba el final de su viaje y la parte del mismo que Kael temia mas: el paso por el puente natural que les llevaria hasta el Castillo.

Mucho tiempo atras, la tierra en la que se elevaba el Castillo habia formado parte integrante de la Peninsula, pero, a lo largo de los siglos, el mar habia aprovechado una falla en el estrato rocoso para erosionar el granito, hasta que este habia cedido al incesante golpeteo de las olas.

Ahora, la punta estaba unida a tierra firme solo por un puente natural de roca peligrosamente estrecho y que formaba un gran arco entre aquella y esta. Cada vez que cabalgaba sobre este arco, a Kael se le revolvia el estomago de pensar que solo aquel desgastado puente la salvaba de una caida de casi mil pies a un mar siempre hambriento.

Dominando su miedo, miro hacia adelante en direccion al inicio del puente, senalado por dos montones de piedras.

Levantando la voz para hacerse oir sobre el viento y el mar, dijo a Taunan:

— ?Es el puente lo bastante ancho para que podamos pasar los dos con la camilla?

—Es lo bastante ancho para cuatro, Senora, pero no mas.

Haciendo pantalla con la mano para resguardar sus ojos del sol poniente, Kael miro hacia el extremo del puente, tratando de no pensar en lo estrecho que era y lo fragil que parecia. Ahora podia ver el mo n-ton de penascos con mas claridad y, como siempre, sintio un momentaneo escalofrio al no percibir, ni siquiera de tan cerca, la menor senal del Castillo. Nadie conocia del todo el secreto de la barrera amorfa que separaba el Castillo de la Peninsula de la Estrella del resto del pais; se creia que la estructura del Castillo comprendia una dimension adicional, pero desde la caida final de los Ancianos, ningun Adepto habia conseguido descubrir el enigma. Empleaban el Laberinto (este era el nombre por el que era conocido) para mantenerse a resguardo de toda curiosidad, pero no acababan de comprender como debian utilizarlo.

Kael sonrio torciendo el gesto. Habia que pasar por alli; mejor era hacerlo en seguida y acabar de una vez. Espoleando ligeramente los flancos de su montura, la obligo a avanzar en linea con Taunan y sintio el debil tiron del improvisado arnes cuando la camilla se puso en movimiento. Todo el cielo era ahora, en el crepusculo, una cupula de luz roja como la sangre, y su reflejo en el mar hacia que este pareciese una infinita y palpitante sabana de acero fundido. Si hubiese mirado hacia el oeste, habria podido distinguir las penas y los islotes frente a la costa de la provincia de la Tierra Alta del Oeste, que parecian pequenos carbones negros en un escenario de fuego carmesi; mientras que, hacia el este, la larga linea de la costa se perdia en la creciente oscuridad.

Kael Amion no miro una sola vez ni al este ni al oeste.

Sujetando con mas firmeza las riendas con una mano, y agarrando disimuladamente el pomo de su silla con la otra, suspiro profundamente cuando los dos caballos entraron juntos en el vertiginoso puente.

CAPITULO 3

Cruzado el puente sin tropiezos, Kael Amion y Taunan espolearon sus caballos para adentrarse en el prado que se extendia ante ellos. Para quien visitaba por primera vez el lugar, penso Kael, este solia ser el momento peor, cuando llegaba sano y salvo a los penascos y no veia aun la menor senal del Castillo, y por esto se alegro de que el muchacho no hubiese recobrado el conocimiento.

Taunan senalo una conocida mancha oscura en el cesped delante de ellos, y los dos jinetes condujeron cuidadosamente sus caballos sobre ella, asegurandose de que ni una sola vez rebasaran sus limites.

Y mientras la cruzaban, empezo a producirse el cambio.

Un cambio gradual, sutil, pero seguro. La hierba parecio desviarse hacia un lado, haciendo que Kael pestanease, momentaneamente desorientada. Y entonces vio, justo delante de ella, algo que, un momento antes, parecia no haber existido.

La vasta silueta de un edificio, silencioso y helado, tan negro que absorbia la poca luz que ahora quedaba, se erguia enorme y dominante. En cada uno de los cuatro puntos cardinales, se levantaba una torre gigantesca, y un arco habia sido cortado en la piedra negra para servir de entrada, cerrada ahora por una gruesa puerta de madera. Kael sabia lo que vendria y contuvo el aliento cuando, con un suave y apenas audible sonido a sus espaldas, se desvanecio el mundo exterior (camino, puerto de montana, puente natural) como si se hubiese cerrado sobre el una puerta invisible, y solo quedasen el promontorio y el mar inquieto que lo rodeaba.

Les envolvio el silencio. Incluso el estruendo de las olas se habia extinguido, y el cielo de oriente se oscurecio y el lejano horizonte se confundio con la noche. Kael se obligo a recordar que estaban todavia en el mundo que ella conocia; las peculiaridades del Castillo habian alterado simplemente una fraccion del tiempo y del espacio. Una precaucion util, en determinadas circunstancias.

Tarod se volvio, de pronto, en la camilla y gimio, como molesto por el cambio. Kael, al oirlo, hizo una sena a Taunan, y ambos espolearon sus caballos.

Mientras cabalgaban en direccion a la imponente mole del Castillo, una forma pequena, apenas visible a la luz menguante del crepusculo, se destaco de las sombras que rodeaban la puerta y salto rapidamente sobre la hierba en su direccion. Taunan sonrio al reconocerla.

—Nuestra llegada no ha pasado inadvertida —dijo—. Es el gato de Grevard.

Aquel bulto se convirtio ahora en un pequeno felino gris de brillantes ojos amarillos, que se volvio al alcanzarles y corrio junto al caballo de Taunan. Esos gatos eran originarios de las regiones del norte y, aunque

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