Casi todos eran mujeres.

?Mujeres cabalgando en un lugar tan desierto como este? Antes de que pudiese ordenar sus pensamientos, vio que las figuras encapuchadas se movian. Comprendio inmediatamente su plan y se dio cuenta de que aquellos hombres eran bandidos: ?iba a presenciar una emboscada! Las mujeres nada podrian hacer... Un frio mas intenso que el producido por el dolor y el agotamiento y la cruda noche penetro hasta la medula de los huesos del muchacho, que se echo mas atras junto a la roca cuando el primer jinete paso a pocos pies por debajo de el.

El ataque fue rapido y sorprendentemente eficaz. Los bandidos no dieron el menor aviso; saltaron simplemente desde su ventajosa posicion como fantasmas que se materializasen en la noche, y tres jinetes y dos faroles cayeron estrepitosamente al suelo, mientras los caballos que iban en cabeza se encabritaban y relinchaban aterrorizados. Chillaron las mujeres, un hombre vocifero roncamente, los ecos resonaron en los picos, y a los pocos momentos el estrepito era infernal.

El muchacho observaba, incapaz de moverse, incapaz de apartar la horrorizada mirada del terrible espectaculo. A la luz de un farol que oscilaba violentamente, vio los largos cuchillos de los bandidos y un caballo que caia al suelo. De su cuello manaba un chorro de sangre y emitia un espantoso y debil relincho. Una mujer peligrosamente vis i-ble, atrapada en su largo y embarazoso vestido, trataba de salir a rastras de entre los convulsos cascos del caballo; una figura encapuchada se irguio, de pronto, sobre ella; brillo un cuchillo y el grito de la mujer, si es que grito, se perdio entre aquel estruendo.

?Atacar a una mujer... indefensa! El estomago del muchacho se contrajo presa de la terrible emocion que parecio inundar todo su ser. Cerro convulsivamente los punos, incluso el del brazo roto, dando rienda suelta a su indignacion y a su furor. Este sentimiento hizo que tuviese ganas de danar, de matar, de vengar a las victimas de los bandidos y, a medida que aumentaba este deseo, una exultante sensacion de poder se iba apoderando de el, estimulada por su colera y borrando todas las otras formas de conciencia. Si hubiese tenido tiempo de razonar, se habria dado cuenta de que aquel poder era igual que la fuerza que habia matado a Coran; pero ahora la razon estaba fuera de su alcance. Inconscientemente, se puso en pie, lleno su cuerpo de furia reprimida. Levanto un brazo por encima de la cabeza y el mundo parecio volverse carmesi a su alrededor; el jefe de los bandoleros levanto la cara y, por un instante, esta s e le aparecio con terrible claridad; una expresion de incredulidad se plasmo en las toscas facciones, donde quedo fijada para siempre, al brotar un rayo de brillo carmesi de los dedos del muchacho, con un estampido ensordecedor. El rayo dio de lleno en el bandido, y su cuerpo parecio erguirse al ser alcanzado por un segundo rayo menos intenso, antes de que el escenario se sumiese en la oscuridad y el silencio.

El muchacho se tambaleo peligrosamente sobre sus pies. ?Que habia hecho? ?Que le habia ocurrido? la oleada de poder se habia apoderado totalmente de el, pero ahora, agotado en un instante, habia dejado solamente un sabor amargo en su boca. De nuevo tuvo ganas de vomitar, pero su estomago estaba vacio, y no podia controlar sus musculos... Por un momento, vio aquellas caras debajo de el, petrificadas de asombro por lo que acababan de presenciar. En alguna parte, penso que muy lejos, chillaron unos hombres y se oyeron las pisadas de alguien que salia corriendo, resbalando y tropezando. Despues, le invadio una ola de oscuridad que subio, menguo y subio de nuevo, esta vez con mas fuerza; sintio que le flaqueaban las piernas...

Afortunadamente, le esperaban unas manos cuando cayo de la cornisa al camino.

Tarod... Tarod... Tarod...

Este nombre hizo que empezase a recobrar el conocimiento. Trato de abrir los ojos, pero el menor movimiento le causaba un intenso dolor y renuncio a su intento.

Tenia la lengua hinchada y pesada, irritada la garganta, pero no podia hablar para pedir agua. Si es que habia alguien que pudiese oirle...

Pero si que habia alguien. Podia sentir su presencia, o mejor dicho, sus presencias, moviendose sin ruido a su alrededor. Y ya no yacia sobre el frio esquisto, sino envuelto en una tosca tela que calentaba su cuerpo. La sensacion de hallars e rodeado... Una sombra paso sobre sus parpados y de nuevo trato de abrirlos, y de nuevo fue incapaz de hacerlo. Tarod... Tarod... Tarod... Esta vez su mente registro otras palabras; voces graves, fisicas, reales.

— Y yo te digo, Taunan, que el muchacho esta gravemente herido. ?Quieres que muera durante el camino? Mi Residencia esta a menos de media jornada de aqui...

—Comprendo tu preocupacion, Senora, y la comparto.

—Esta vez era una voz masculina—. ?Pero ya has visto lo que ha pasado! Ha dado pruebas de un poder... — parecio no encontrar de momento la palabra—, de un poder... ?inaudito! No; si alguien puede curarle, es nuestro medico. Debo llevarlo a la Peninsula.

La mujer se mantuvo en sus trece.

—Sera llevado alli cuando este curado. A menos, naturalmente, que lo reclame su clan.

El muchacho, horrorizado, quiso protestar, decirles que no pertenecia a ningun clan y que nada en el mundo podia inducirle a volver a Wishet. Sintio un enorme alivio cuando el hombre replico:

— ?Vendra conmigo ahora! Maldito sea su clan... Nadie puede engendrar semejante prodigio y esperar que el Circulo se encoja de hombros. ?Que Aeoris nos ampare! Cuando Jehrek se entere de esto...

—Probablemente hara que le sirvan tu cabeza hueca en una bandeja de plata por tu descuido, si es que conozco al Sumo Iniciado — repuso agriamente la mujer.

?Iniciado! El muchacho consiguio lanzar una exclamacion e, inmediatamente, otra voz femenina, mas suave y mas joven, hablo cerca de su oido:

—Senora... Taunan... creo que esta volviendo en si.

El honbre juro en voz baja.

—Gracias, Taunan, pero debo recordarte que hay Novicias presentes —le zahirio la mujer mayor—. Y ahora, Ulmara, dejame ver al muchacho. ?Oh, si! Esta recobrando el conocimiento, aunque trata de disimularlo. —El oyo un susurro de ropa y sintio una segunda presencia a su lado y un debil olor a hierbas desconocidas —. ?Y pensar que, de no ser por el, podriamos estar todos muertos...! ?Puedes oirme, chico?

Algo en su voz, firme pero amable, hizo que el muchacho quisiera desesperadamente res ponder, pero sus cuerdas vocales se negaron a obedecer su voluntad.

—Agua, Ulmara. Alli hay una vasija; creo que no se ha roto.

Le acercaron algo frio a los labios y lo engullo convulsivamente. El agua tenia un sabor extrano pero le sento bien, y al fin noto que su garganta y su lengua empezaban a desentumecerse.

— Muy bien — dijo, satisfecha, la mujer—. Y ahora, ?puedes hablar? ?Puedes decirnos tu nombre?

?Su nombre? El no tenia nombre, ya no lo tenia, y esta idea hizo renacer su miedo. Irreflexivamente, trato de moverse, y el dolor que esto produjo en el hombro y en el brazo fue tan fuerte que lanzo un gemido y se dejo caer de nuevo.

— ?Por el buen Aeoris, Taunan, la herida se ha abierto de nuevo! Traeme un pano, Ulmara, ?de prisa! Si, si, ese ira bien, ?no importa que se ensucie!

Aplico un pano mojado en su hombro, y su frescura fue como un balsamo contra el fuego que parecia que iba a quemarle la carne. Mas calmado, se pregunto que podia decirles, y al fin, en medio de su confusion, recobro la voz. Pero no pudo articular la palabra que queria decir; en cambio murmuro:

— Bandidos.

El hombre lanzo una exclamacion que podia ser de sorpresa o de regocijo.

— ?bandidos? Se fueron, muchacho. Echaron a correr como chiquillos ante un Warp; todos, menos el jefe, que se quedo en el camino, gracias a ti.

— ?Taunan?—le replico la mujer.

Taunan rechazo su protesta:

—El sabe lo que le hizo a aquel cerdo y lo que quedo de el, ?y tambien debe saber que con ello nos salvo la vida!

—Sin embargo, puede estar impresionado y no es bueno recordarselo.

—No le hara ningun dano. —Una mano toco la frente del muchacho—. Es fuerte, Senora..., creo que mas fuerte que tu y que yo y que cualquiera de nuestros conocidos. Un tipo raro, y no me equivoco.

Algo en la conciencia del muchacho se rebelo contra aquella palabreria; hablaban de el como si fuese un pedazo de carne inanimada que podian examinar y diseccionar a su antojo. ?Que habia hecho el? Ahora no podia recordarlo... Apreto los dientes, hizo un tremendo esfuerzo para vencer el dolor y abrio los ojos.

De momento, no pudo enfocar la escena, sino que esta siguio siendo un revoltijo de bultos amorfos y de colores sin color. Despues vio que, a solo un paso de distancia, habia una pared de lona y, sobre su cabeza, un

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