techo del mismo materia l. Estaba en una tienda o, al menos, en un tosco refugio construido a toda prisa. Y este mundo reducido, como un capullo, era tranquilizador; se sentia, contra toda logica, a salvo de la noche que acechaba fuera. Pestaneo y alguien le froto suavemente los parpados con un pano mojado, y al fin se aclaro su vision y pudo ver las caras de sus acompanantes.
La mujer que estaba arrodillada a su lado era mayor de lo que daba a entender su energica voz. Tenia larga y huesuda la cara, palida la tez, y los ojos de un azul desvaido. No podia verle los cabellos, peinados hacia atras y cubiertos por una toca blanca de lino, y llevaba el habito distintivo de las Hermanas de Aeoris sobre lo que parecia ser un tosco vestido de viaje. Cuando sonrio, mostro que le faltaban varios dientes, y la luz del farol, que iluminaba debilmente el escenario, suavizo las profundas arrugas de su cara. Otros personajes se movian a su alrededor, y vio una muchacha pocos anos mayor que el, de facciones mas redondas y suaves, y que le miraba con los ojos muy abiertos. Otras dos mujeres le observaban desde lejos; tambien ellas llevaban habitos blancos, desgarrados y manchados despues del ataque de los bandidos, y una de ellas tenia un brazo vendado y doblado en un angulo extrano. La intuicion le dijo que era la que habia visto tratando de alejarse a rastras, la que habia sido atacada por el bandido. Se alegro de que hubiera sobrevivido sin sufrir lesiones graves. El muchacho le sonrio, pero, antes de que ella pudiese responderle, el hombre cuya voz habia oido se interpuso entre los dos. Era alto y delgado, y sus cabellos de un castano claro parecian mal cortados y le llegaban hasta los hombros. Tambien sus ojos eran claros, flanqueando una nariz aguilena, y algo en su expresion decia que el muchacho significaba, para Taunan, mucho mas de lo que habian dado a entender sus primeros comentarios.
Ahora, Taunan se sento en cuclillas y se inclino hacia adelante.
— Puedes verme, muchacho? — pregunto.
Haciendo un esfuerzo, el chico asintio con la cabeza y se mordio el labio con tal fuerza que de nuevo sintio una punzada de dolor.
—No te muevas mas de lo necesario —le aconsejo la vieja—. Has perdido mucha sangre y estas debil. Pero aqui estas a salvo. Los bandidos se han marchado hace rato.
Y miro hacia abajo, para indicar a Taunan que no debia hacer mas comentarios al respecto.
Taunan desvio la mirada y volvio a fijarla en el muchacho.
— Estamos en deuda contigo, jovencito — dijo seriamente—. Y la pagaremos, si podemos. ?Como te llamas y cual es tu clan?
El muchacho hubiese querido decirle a Taunan la verdad, pero el cansancio le obligo a morderse la lengua.
— O no lo sabe, o no quiere que nosotros lo sepamos —murmuro Taunan. No habia pretendido que el chico oyese sus palabras, pero este las oyo a pesar de todo—. O puede ser un nino abandonado; no es mas que huesos y piel.
La vieja suspiro.
—Si..., y esto es aun mas peligroso, despues de la herida que ha sufrido. Si por lo menos tuviesemos algo para alimentarle; un poco de leche...
—?Leche! —Taunan lanzo una breve risa que era como un ladrido—. Senora, no encontrarias leche aunque estuvieses un dia cabalgando alrededor de este agujero infernal. Lo mejor que podemos hacer por el es darle agua salobre y algunos bocados de las provisiones que llevamos, si es que puede tragarlos, cosa que dudo.
El muchacho sintio que su mente empezaba a divagar, desprendiendose del tranquilo escenario del refugio. Era una sensacion peculiar, como flotar en una nube de aire humedo, y relajo lo bastante sus sentidos para prolongar aquella sensacion un poco mas, hasta que Taunan se inclino de nuevo sobre el.
Al moverse el hombre, algo que brillaba en su hombro derecho llamo la atencion al chico, y cuando este lo miro se le acelero el pulso. Era un broche de oro, una insignia que formaba un circulo perfecto, partido en dos mitades por un rayo en zigzag. Habia visto una vez uno de estos broches, en una ilustracion... ?Era la insignia de un Iniciado!
Contra todas las probabilidades, ?parecia que sus salvadores eran los servidores del propio Aeoris! Si al menos pudiese...
Presa de la angustia, trato impulsivamente de incorporarse. Taunan le agarro cuando empezaba a sentir nauseas como reaccion al dolor, y cuando le reclinaron de nuevo sobre el monton de abrigos y capas que le servia de cama, sintio como si todo el mundo fuese un torbellino escarlata de tortura, que daba vueltas a su alrededor. Taunan lanzo otro juramento, y le dieron mas agua; pero esta vez, cuando se mitigo el dolor, persistio el agitado latido en sus venas, sin que hubiese manera de calmarlo. Cuando abrio una vez mas los ojos, todo lo que vio, la tienda, las dos mujeres, Taunan, estaba rodeado de un aura temblorosa y de vivos colores.
— No podra resistir mucho tiempo, Taunan — dijo, preocupada, la vieja. Parecia estar hablando desde muy lejos, en un espacio vacio—. Por muy fuerte que sea su constitucion, ha sufrido demasiado. ?Y no es mas que un nino! Si perdemos mas tiempo, cualquier decision sobre el lugar al que debemos llevarle sera inutil.
?Iba a morir? El no queria morir...
Tarod... Tarod... Tarod... El nombre secreto volvio inesperadamente a su memoria, pillandole desprevenido. El delirio se estaba apoderando de el, aunque trataba de combatirlo; estaba en el limite entre la consciencia y la ilusion, y cada vez le resultaba mas dificil distinguir entre una y otra.
Tarod... Tarad...
La vieja se puso en pie, alisando la falda de su habito y contrayendo los entumecidos dedos de los pies dentro de las gruesas botas de cuero.
—Creo que tienes razon, Taunan. El muchacho esta muy mal y, como tu has dicho, si alguien puede curarlo es solo vuestro medico. En la Residencia no tenemos gente tan habil como Grevard. Si puede salvarse, el Castillo le salvara.
?El Castillo? La palabra desperto un recuerdo en lo mas profundo de la mente del muchacho, algo que necesitaba articular. Solo estaba consciente a medias, al borde de una inquietante pesadilla, pero tenia que encontrar fuerzas para decirlo antes de que las alucinaciones le impidiesen hacerlo.
— Tarod.
Le sorprendio la claridad de su propia voz y le agrado el momentaneo silencio de asombro que se hizo.
—?Que ha dicho? —pregunto Taunan en voz baja.
— No lo se..., parecia un nombre. ?Tal vez el suyo? — El mi-chacho sintio que la vieja se acercaba—. Que has dicho, nino? ?Tu nombre? ?Puedes decirlo otra vez?
— Tarod...
Esta vez lo oyeron mejor, y Taunan repitio la palabra.
—Tarod..., no se que significa, pero...
— Puede ser su nombre — concluyo la vieja—. Tiene que serlo. Se llama Tarod.
El muchacho se estaba hundiendo en el abismo que le alejaba de la realidad. Pero al cerrar los ojos sonrio confirmando las palabras de la anciana, y en esta confirmacion habia satisfaccion y alivio.
El crepusculo de principios de primavera era frio y silencioso. En estas lejanas latitudes del norte, el sol nunca subia muy alto y, al ponerse, era un hinchado globo carmesi, viejo, agotado y triste. Al salir con Taunan del paso de montana que separaba la Peninsula de la Estrella del resto del mundo, la dama Kael Amion, superiora de la He r-man dad de Aeoris, contemplo la improvisada camilla que transportaban los caballos. No era un sistema muy adecuado para trasladar a un nino herido, pero no habia alternativa, si querian llegar pronto a la Peninsula de la Estrella. Y por la gracia de Aeoris, penso, por lo menos el muchacho seguia vivo. Recordo, temblando, la manera en que habia delirado mientras se preparaban para el viaje, y la inquietud que habla visto en las caras de Ulmara y de las otras mujeres cuando las habia despedido para que terminasen solas el trayecto hasta la Residencia de la Hermandad en la Tierra Alta del Oeste. Las habia animado diciendoles que, con toda seguridad, la historia de los misteriosos poderes del muchacho se propagaria como un incendio en pleno verano, y que ningun bandido se atreveria a acercarse al distrito durante muchos dias; pero, de todos modos rezaba en silencio para que llegasen sin tropiezos a su destino. Cabalgaba hacia el Castillo para cumplir con su extrana mision, todavia no muy segura de por que la habia aceptado...
Taunan, percibiendo su inquietud, miro tambien al chico. Tambien el habia dudado de si debian dejar que las otras mujeres continuasen solas su camino, pero habia creido que no habia alternativa. Despues de lo que habia presenciado en el puerto de montana, la prioridad estaba clara, y no estaba dispuesto a que un grupo de Novicias parlan-chinas retrasase su marcha.
Ahora las montanas habian quedado a su espalda, oscuras y gigantescas, desafiando al sol y proyectando