personales quedan relegados a un segundo lugar. Es inevitable y, desde luego, lo acepto; estoy orgulloso del honor que se me ha conferido. Pero esto no quiere decir que... que no lo lamente de vez en cuando.
Como no estaba enterado de la ultima conversacion de Keridil con Jehrek, Tarod no comprendio todo el significado de aquella observacion. Sin embargo, estuvo de acuerdo.
—Supongo que no es una situacion que se pueda afrontar con ecuanimidad — dijo, mirando su propia mano que jugueteaba inquieta con el mango de su cuchillo—. Si yo estuviese en tu lugar...
Se encogio de hombros.
— ?Tienes suerte de no estar! — Keridil sacudio la cabeza—. No; soy injusto. Esto solo es consecuencia de las obligaciones del dia... Manana vere las cosas de un modo diferente.
—De pronto, sonrio—. De todos modos, me gustaria que manana compitieses conmigo y no con Rhiman Han en las pruebas de equitacion.
—Tu ganarias —dijo agriamente Tarod—. Siempre ganas.
—Ganaba —le corrigio Keridil—. La dignidad del Sumo Iniciado no le permite divertirse en el palenque; por consiguiente, de ahora en adelante tendre que resignarme a ser un simple espectador. Si yo pudiese... ?Maldita sea!
Alertado por la voz subitamente irritada de Keridil, Tarod miro por encima del hombro. Abriendose paso entre la muchedumbre, un hombre delgado y de mediana edad avanzaba en su direccion, seguido de una muchacha rolliza y pelirroja a la que Tarod reconocio en seguida.
—Inista Jair y su padre... —dijo Keridil, apretando los dientes—. Las dos personas con quienes menos deseo encontrarme en este m> mento... Disculpame, pero voy a marcharme antes de que lleguen.
Desaparecio rapidamente cruzando la puerta, y Tarod se volvio y empezo a bajar despacio la escalinata. Inista y su padre se cruzaron con el; Tarod saludo friamente a la joven con la cabeza y recibio a cambio una mirada cenuda.
Cerca de la verja habia menos apreturas, pero todavia eran muchos los que entraban o salian por debajo del gran arco. Tarod siguio a un grupo de agricultores que abandonaban el Castillo, llenos de asombro por todo lo que habian visto, y se encontro en el suave cesped del terreno circundante. Aqui el viento era fresco y el sol, cerca del ocaso, proyectaba un rojo resplandor sobre la Peninsula y el mar. Casetas, tiendas y tenderetes habian sido montados en revuelta confusion y los mercaderes hacian buenos negocios con los que se quedaban para ver las fiestas. Algunos intentaron llamar la atencion de Tarod, tratando de vender le vino o comida o alguna chucheria; el sacudio la cabeza y siguio andando.
De momento no vio a la muchacha, y no pudo saber que esta le estaba observando desde hacia un rato. Las dotes de hechicera de Cyllan eran escasas, pero cuando vio salir al alto y oscuro personaje por la puerta del Castillo, empleo toda su fuerza de voluntad para confundirse en el paisaje, subitamente asaltada por el miedo de que, si el la veia, no la recordaria.
Retrocedio al verle acercarse y a punto estuvo de chocar con el dueno de un puesto de vinos, que primero lanzo una maldicion y despues trato de convencerla de que tomase una copa del brebaje que vendia. Cyllan iba a rehusar, pero lo penso mejor y hurgo en su bolsa. Le quedaban unas monedas del poco dinero que le daba su tio para comprar comida, y penso que seria una buena manera de gastarlas.
Ademas, tal vez el vino la animaria un poco. Se puso pues a regatear con el vinatero, consiguio que rebajase el precio hasta lo que ella considero justo y tomo la copa no demasiado limpia pero llena hasta el borde.
El vino era terriblemente agrio, pero fuerte. Habia bebido tres o cuatro tragos cuando sintio que habia alguien a su lado y, al levantar la cabeza, su mirada se cruzo con la de Tarod.
Este habia estado observando distraidamente la caseta contigua, haciendo oidos sordos a la propaganda del dueno, cuando se fijo en la muchacha con traje de aspecto masculino y cabellos de un rubio sorprendentemente claro. Le recordaba vagamente a alguien, pero no podia dar con el nombre, y la curiosidad le impulso a acercarse mas. Ahora ella le miro a los ojos, pestaneo una vez y dijo:
— Tarod...
El recordo entonces la voz ligeramente ronca y evoco la imagen de una muchacha escalando temerariamente los abruptos acantilados de la Tierra Alta del Oeste. Esto y el canto fantastico de los fanaani... y otras cosas que era mejor olvidar...
—Cyllan... —Una lenta sonrisa se dibujo en su cara, y la muchacha se asombro de que recordase su nombre y le correspondio con otra sonrisa mas amplia, y el siguio diciendo—: No esperaba verte aqui.
— Ni siquiera mi irascible tio se habria perdido esta oportunidad para hacer negocio. En cuanto a mi, nada en el mundo me habria impedido aprovechar esta gran ocasion.
El parecio ligeramente sorprendido y despues pregunto:
— ?Que es esa pocima que estas bebiendo?
—Oh..., no estoy segura. Me la ha ofrecido el dueno de este puesto... No te la recomiendo.
—?Me permites? —Tomo la copa, probo su contenido, escupio y vertio el resto sobre la hierba—. ?Esto no es bueno ni para los animales! —Se volvio y chasco los dedos en direccion al vinatero, que les estaba mirando con franca curiosidad—. Tu... tu estas aqui para vender vino, ?no veneno! ?Trae dos copas de algo que merezca tal nombre!
La insignia de Iniciado que llevaba en el hombro era claramente visible, y el dueno del puesto palidecio. Murmurando disculpas, saco una jarra de debajo de la mesa y lleno dos copas limpias, preguntandose en nombre de todos los dioses que estaba haciendo un Adepto en compania de una vaquera. No tuvo valor para pedir que le pagasen el vino, sino que se retiro malhumorado al fondo de su puesto, mientras Tarod se alejaba con Cyllan.
Desconcertada por aquella demostracion de autoridad, Cyllan permanecio muda durante un par de minutos, hasta que vio que Tarod se estaba aguantando la risa.
— Lo siento — dijo el—. Pero hay veces en que un poco de mal genio levanta el animo... Ademas, no puedo tolerar el fraude.
Ella asintio gravemente con la cabeza, mirandole por encima del borde de la copa.
— Gracias.
—De nada. Bueno, ?como va el transporte de ganado?
—Nada ha cambiado. El verano ha sido mas suave que de costumbre; pero, cuando llegue el invierno, probablemente nos trasladaremos al sur. —Se interrumpio al darse cuenta de que dificilmente podian interesarle a el estas cosas tan triviales—. Y que es de tu vida? —pregunto—. ?Te sirvio de algo la Raiz?
Cyllan habia hecho la impertinente pregunta sin saber exactamente por que y se sintio confusa. Sin duda el vino y el estomago vacio eran la causa de su descuido. Pero Tarod no parecio molesto, sino que respondio pausadamente:
—?Oh si! Me sirvio. Pero no exactamente como yo queria.
Ella no deseaba mostrarse curiosa, pero no pudo contenerse.
—Despues de aquel dia en la Tierra Alta del Oeste —dijo—, yo... pense mucho en aquello. Me preguntaba si... podria hacerte dano.
—?Dano? Bueno... —Los ojos verdes de Tarod centellearon con una extrana emocion. Despues torcio ironicamente los labios—. No, no en el sentido corriente de la palabra.
Cyllan tuvo la terrible impresion de que, o se estaba portando como una imbecil, o habia mucho mas de lo que podia imaginar detras de la expresion de Tarod. En todo caso, navegaba en aguas demasiado profundas para ella y esta idea la lleno de confusa inquietud. Miro freneticamente a su alrededor, tratando de encontrar algo en el animado escenario que le permitiese cambiar de tema, y vio un hombrecillo delgado, de aspecto ratonil y bigote mal cuidado, que se abria paso entre la multitud en su direccion. El la habia visto ya, y ella se apres u-ro a apurar su copa.
—Tengo que irme —dijo, mirando de nuevo temerosamente al hombre—. Uno de nuestros hombres viene hacia aca; mi tio debe de estar buscandome...
Tarod examino al boyero con la mirada y dejo de prestarle atencion.
— ?Te quedaras para las celebraciones? — pregunto.
Los ojos ambarinos se fijaron un instante en los de el.
—Creo.., creo que si. Al menos por un tiempo.
—Entonces, tal vez volvamos a vernos.
— Espero que asi sea...
No espero a que el respondiese, sino que dio media vuelta y se alejo rapidamente.