tarde.
—Sin embargo, debes lamentarlo.
—Oh, lamentarlo, si. Aunque tal vez no tanto como tu te imaginas, Keridil.
El sintio que su pulso se aceleraba y deseo que no fuese tan sofocante el ambiente de aquella habitacion.
—?No?
Sashka sacudio la cabeza.
—Incluso antes de esto, me habia preguntado si hacia bien en prometerme a Tarod. Y la respuesta me habia trastornado mucho.
—Pero tu le amabas —le recordo Keridil, porque alguna parte perversa de su mente tenia que desafiar todas las declaraciones, dudar de toda esperanza.
Sashka sonrio.
—Le admiraba, y creia que admiracion y amor eran lo mismo. Estaba equivocada. Y ahora creo que los dos habriamos sido muy desgraciados.
Era una declaracion que, ni siquiera en sus suenos mas alocados, habia esperado Keridil oir de sus labios. En alguna parte, en lo mas recondito de su cerebro, una vocecilla le dijo que aquel cambio era demasiado repentino, o incluso cruel; pero su enamoramiento hizo que cerrase los oidos y rechazase aquella voz.
—?Puedo tal vez ayudarte a mitigar un poco tu sufrimiento? — dijo amablemente.
Ella bajo timidamente la mirada.
— Eres muy amable.
— No es amabilidad; es egoismo. — Le asio la mano—. Si me hicieses el honor de cenar conmigo esta noche... Haria que nos sirviesen la cena aqui, a solas.
Una expresion divertida brillo en los ojos de Sashka.
— La Hermana Erminet se escandalizaria.
—Le dire a la Hermana Erminet que quiero librarte de la atencion del publico. Puedo valerme de mi rango para obtener su consentimiento.
Sashka rio entre dientes, tapandose la boca con la mano, y el Sumo Iniciado sonrio y dijo:
—Bueno, ?te he hecho reir a pesar de tus tribulaciones! Es un buen comienzo.
—Si —convino ella, mas seriamente, pero con una calida sonrisa—. Un buen comienzo.
— Sashka...
La Hermana Erminet se volvio, sorprendida por aquella voz inesperada, y vio que el hombre que estaba en la cama empezaba a moverse. Lanzo una imprecacion en voz baja y se acerco a una serie de frascos y botes que habia sobre la mesa. Normalmente, aquel hubiese debido estar inconsciente al menos hasta la noche; debia tener la constitucion de un caballo del norte para que la ultima dosis de narcoticos hubiese dejado de surtir efecto con tanta rapidez.
Se arremango y empezo a mezclar distintos polvos y a disolverlos en una copa de vino. Su larga experiencia le habia ensenado que ni siquiera los pacientes mas recalcitrantes solian rehusar una copa de vino...
— Sashka...
La voz fue ahora mas fuerte, aunque todavia confusa por los efectos de la droga. La Hermana Erminet interrumpio sus preparativos y se acerco a la cama, donde miro un momento a Tarod antes de levantarle un parpado con dedos expertos. El ojo estaba vidrioso; sin duda no podia ver nada, y la mujer dudo de que el tuviese algun control sobre los miembros, lo cual hacia que fuese bastante inofensivo.
Estaba a punto de volver a la mesa, cuando una mano la agarro de un brazo, debilmente pero con firmeza.
— Por favor...
— ?Aeoris!
A Erminet le dio un salto el corazon, y Tarod abrio los ojos.
No podia verla. Su mente trataba inutilmente de luchar contra una niebla que confundia sus pensamientos. No tenia mas fuerza que un nino pequeno, pero se daba cuenta de la presencia de ella, y un instinto infalible le decia que estaba de nuevo en el Castillo. Sin que pudiese recordar la razon, esta idea le produjo irritacion y miedo, y una parte de el sintio ganas de reirse de su propia tonteria.
— El Castillo — dijo.
La Hermana Erminet fruncio los labios.
—Si, estamos en el Castillo. Aunque solo los dioses saben si eres capaz de comprender lo que esto significa. Seria mejor que no lo fue-ses.Miro con recelo su coleccion de drogas.
Sashka..., tenia que decirselo a Sashka. Gradualmente, su mente se estaba aclarando un poco, aunque todavia no tenia un recuerdo coherente de los acontecimientos recientes.
La Hermana Erminet no le respondio. Habia resuelto ya administrar al paciente una pocima que, manteniendole fisicamente impotente, le permitiese conservar cierto grado de coherencia mental. No se podia jugar con el cerebro; podia ser muy peligroso y su propia etica no le permitia arriesgarse a perjudicar en modo alguno al hombre que tenia a su cargo.
—Toma —dijo vivamente—, bebe esto, si puedes.
Agradecio a su buena suerte que Tarod estuviese todavia demasiado confuso para discutir y observo con alivio como engullia el contenido de la copa de vino que acerco a sus labios. No se podia andar con triquinuelas con un Adepto de septimo grado, y si la mitad de lo que le habian dicho de este era verdad, no tendria el menor deseo de enfrentarse con el si recobraba todas sus facultades. Retiro la copa, la dejo sobre la mesa y, cuando se volvio de nuevo, le impresiono ver que aquellos ojos verdes estaban abiertos de par en par y llenos de inteligencia, y que la miraban fijamente.
—?Quien eres? —pregunto Tarod con voz ronca.
La Hermana respiro hondo para tranquilizarse.
—Soy la Hermana Erminet Rowald. Has sido puesto bajo mi cuidado hasta nueva orden... No, por favor, no trates de moverte. Temo que no podrias hacerlo.
Tarod habia intentado levantar un brazo, pero descubrio que no tenia fuerzas para hacerlo. De momento, casi sintio panico, pero en seguida se dio cuenta de lo que pasaba.
— Eres una herbolaria. — Su boca se torcio en una sonrisa helada y malhumorada, aunque le costo un gran esfuerzo—. Me has drogado.
—Si; por orden del Sumo Iniciado y de la Senora Kael Amion.
— La Hermana Erminet hizo una pausa y correspondio, de pronto, a la torcida sonrisa de el—. Lo siento.
—?Lo sientes?
Casi escupio estas palabras, y ella encogio los estrechos y nervudos hombros.
— Desprecia mi simpatia si asi te place, Adepto, pero aqui encontraras muy poca entre los demas.
Tarod empezaba a juntar las piezas del rompecabezas en que se habian convertido sus recuerdos. Recordo el garrote que le habia dejado sin sentido... y la mano que lo habia enarbolado. Una sensacion terrible que no podia identificar amenazo con sofocarle.
—?Donde esta Sashka...?
La Hermana Erminet sabia lo bastante acerca de la historia de Ta-rod para adivinar el resto, y fruncio el entrecejo.
—Sigue mi consejo y no te preocupes de la Hermana Novicia Sashka.
— He preguntado donde esta.
La vieja suspiro.
—Esta bien; te lo dire, ya que te empenas. Supongo que en este momento esta manteniendo una conversacion privada con el Sumo Iniciado, en el estudio de este. —Le miro de reojo—. El parecia extraordinariamente deseoso de hablar a solas con ella.
Keridil... La magnitud de su falsia y de su traicion hirio a Tarod como un cuchillo clavado en sus entranas, pero no pudo responder a este sentimiento; el narcotico le impedia toda reaccion que no fuese minima.
Miro fijamente a la Hermana de duras facciones y comprendio que, a pesar de su brusquedad, la simpatia que le habia manifestado era bastante autentica. Tratando de dar acritud a su voz, dijo:
— Me parece, Senora, que no apruebas esta relacion...
La Hermana Erminet habia oido raras veces tanta amargura en una voz. Miro a Tarod durante un largo rato y