Al principio penso que eran los latidos apagados de su propio corazon, pero entonces se dio cuenta de que aquel sonido procedia de fuera de su cuerpo. Parecia sacudir el aire a su alrededor, hacer vibrar el suelo debajo de sus pies; inconscientemente, empezo a seguir el ritmo, acompasando a el sus movimientos. Unas paredes oscilaron en los limites confusos de su vision, y un pasillo estrecho, que descendia... Sintio un poder que surgia hacia arriba, codicioso, procedente de raices increiblemente profundas en la roca de alla abajo, y el redoble del tambor era su pulso lento, inexorable. Como un pendulo, oscilando constantemente, eternamente, marcando el paso del tiempo...

Su cuerpo se estremecio espasmodicamente al hallar subitamente una chispa cegadora en su campo visual. Duro solo un instante, pero basto este momento para dejarle una imagen mental indeleble de una estrella de siete puntas...

Alguien le sacudio violentamente; a punto estuvo de caer al suelo y solo recobro el equilibrio cuando le obligaron a enderezarse por la fuerza. Ahora, otra luz, mucho mas palida, llenaba el corredor, y la comitiva se detuvo cuando, despues de un redoble final, enmudecio el tambor.

Pero Tarod siguio oyendolo. Permanecia en su mente, vibrante, insistente, como una llamada extrana desde ninguna parte. Vio siluetas de hombres que se volvian de lado para resguardarse la cara de la fria radiacion que se produjo cuando Keridil se inclino para abrir la puerta del Salon de Marmol, pero descubrio que el era capaz de mirar directa mente y sin pestanear aquella cosa brillante y pulsatil. La puerta parecia irreal, como si la viese desde un plano situado a un palmo por encima de la realidad...

Se oyo un chasquido sordo y se abrio la puerta. Los Adeptos avanzaron lentamente a traves de la niebla centelleante del Salon de Marmol. Tarod se sentia ingravido, motivado por una fuerza que no podia controlar; trato de volver la cabeza para mirar las cambiantes y tremulas columnas de luz, pero no pudo hacerlo. Lo unico que podia hacer era marchar hacia adelante, hacia el centro mismo del Salon. Y sabia que alli le esperaba algo; una fuerza reprimida que hacia que su mente se paralizase con un miedo mucho mas intenso que el que jamas habia conocido. Por un instante, recobro la claridad de la razon y se dio cuenta de que solo le quedaban unas pocas horas de vida.

Entonces podia haber intentado, con un ultimo esfuerzo, luchar contra la injusticia y la fatalidad que le condenaban, pero su cerebro y sus musculos aturdidos eran incapaces de reaccionar. En cambio, aquel momento de claridad habia traido otros recuerdos: recuerdos de la muchacha por quien lo habia comprometido todo y que le habia abandonado a su destino y habia brindado su veleidoso afecto a otro hombre que podia ofrecerle una posicion mejor. Keridil y Sashka dormirian mas tranquilamente en una cama si el no existia para turbar sus suenos, y en lo mas hondo de Tarod empezo a tomar forma una colera fria...

Llegaron al lugar donde los complicados dibujos del suelo eran interrumpidos por la impenetrable mancha negra que, segun creia el Circulo, era el foco y el corazon del poder del Salon de Marmol. Pero ahora el mosaico estaba oscurecido por la mole de un gran altar tallado en madera negra, de una altura que llegaba hasta la cintura y de la longitud y la anchura propias de un hombre alto. La superficie se habia vuelto aspera con el paso del tiempo y en ella aparecian muescas que podian haber sido hechas por unas o por hojas de cuchillo, y poco a poco fue haciendose la luz en la mente de Tarod.

Aquel era uno de los mas viejos artefactos que poseia el Circulo. Durante varias generaciones habia permanecido guardado en uno de los sotanos del Castillo, sin ser usado; pero siglos atras habia sido mudo testigo de algunos de los ritos mas crueles y destructores conocidos por los altos Adeptos. Seres malignos, ahora olvidados desde hacia mucho tiempo, habian sido magicamente atados a su dura superficie, anatemizados y destruidos..., y esta noche, otro nombre seria anadido a la lista.

Fue la vision de aquella triste imitacion de altar lo que devolvio la comprension a la aturdida mente de Tarod. Se dio cuenta de que iba a morir, de que su vida le seria arrancada a sangre y fuego sobre aquel bloque, y por primera vez sintio miedo. Sin embargo, el miedo al tormento era eclipsado por el terror infinitamente mas grande de lo que seguiria a su destruccion.

Tenia que vivir. Costara lo que costara, tenia que derrotar a Keri-dil. Y este convencimiento se le aparecio con toda claridad, barriendo los ultimos restos de los efectos de las drogas en su cerebro. El Circulo podia matarle, pero no podia destruir el espiritu contenido dentro de aquella piedra. Podian guardarla en lugar seguro, atarla con la magia mas poderosa, pero el Caos no seria vencido facilmente: Yandros encontraria la manera de ejercer nuevamente su negra influencia a traves de la gema. Y si el Circulo trataba de emplear la piedra contra sus duenos, abriria sin querer la puerta que habia permanecido cerrada desde la caida de los Ancianos; el poder encerrado en la piedra les manipularia como a chiquillos, lo mismo que habia manipulado al propio Tarod. Los Adeptos eran poderosos y tenian la sabiduria de las generaciones que les habian precedido, pero no comprendian el Caos. Solo uno que hubiese sido del Caos (y se estremecio interiormente cuando los antiguos recuerdos se agolparon en su mente) podia confiar en emplear sus propias fuerzas contra ellos.

Tenia que frustrar sus planes. En ultimo extremo, solamente un poder en el mundo podia aplastar el alma- piedra y desterrarla para siempre: el del propio Aeoris. Y solo un hombre podia luchar contra la intensa influencia de la piedra durante el tiempo suficiente para ver concluida su tarea. ? Tenia que vivir!

En otro tiempo habria podido poner fin a esta locura en un abrir y cerrar de ojos; pero ahora, aunque su mente se estaba aclarando rapidamente, no tenia la fuerza de voluntad suficiente para acumular todo el poder que antes habria podido ejercitar. Si al menos...

— ?Sujetadle!

Aquella voz fue como un trueno que interrumpio los pensamientos de Tarod y resono misteriosamente en todo el Salon. Liberado de su obligacion de guardar silencio, Keridil se habia acercado al extremo norte del altar y se volvio ahora para enfrentarse a Tarod. Habia sospechado que el Adepto de negros cabellos intentaria luchar, y le desconcerto que Tarod pareciese incapaz de ofrecer resistencia. Sus dos guardianes le obligaron a arrodillarse al pie del altar, de manera que quedase medio tumbado y con los brazos estirados sobre la mellada superficie. Su mirada se cruzo con la del Sumo Iniciado, el cual dijo, en una voz tan baja que Tarod se pregunto si no seria una ilusion:

—El anillo, Tarod.

En su traje de ceremonia de oscuros colores, Keridil parecia un personaje irreal, de sueno, y Tarod cerro involuntariamente la mano izquierda.

— Puedes elegir — siguio diciendo Keridil cuando vio que su adversario no estaba dispuesto a hablar—, O nos entregas el anillo de buen grado o te lo quitaremos por la fuerza.

Acaricio ligeramente la empunadura de su espada ritual. Tarod le miro a la cara y vio que los ojos del que habia sido su amigo eran frios como el hielo, sin expresar la menor emocion. Sin embargo, una extrana mezcla de celos, odio y miedo parecia ocultarse detras de aquella frialdad, y, por un instante, tambien el espectro de Sashka se traslucio en la mirada del Sumo Iniciado. Razonar con Keridil, suplicarle, seria una ridiculez.. , y, alimentada por un naciente aunque todavia incom-prendido furor, se encendio una chispa de rebelion. Tarod tenia todavia su orgullo, y aquel hombre que le habia traicionado dos veces no tendria nunca la satisfaccion de verle capitular. Con un esfuerzo, torcio la cara macilenta en una malevola sonrisa.

—Entonces, tomalo, Sumo Iniciado —consiguio murmurar furiosamente—. Tomalo... ?si puedes!

Esperaba que tratasen de arrancarle el anillo del dedo, y por esto le pillo desprevenido la reaccion de Keridil a su reto. Casi antes de que acabase de pronunciar las ultimas palabras, unas manos agarraron sus munecas, sujetandolas sobre el altar, y aunque trato de desprenderlas, los Adeptos eran demasiado vigorosos para el. Keridil dio lenta y deliberadamente la vuelta al altar y se planto directamente delante de Tarod. Entonces descolgo la espada de su cinto y la invirtio de manera que, al levantarla, la empunadura fue como una pesada maza. Hizo una breve senal a los dos hombres que estaban junto al altar y estos apretaron con mas fuerza las munecas de Tarod, mientras el Sumo Iniciado levantaba todavia mas la espada envainada.

Nada podia hacer Tarod. Solo su orgullo le impidio protestar o suplicar. Se puso tenso e inclino la cabeza a un lado al golpear Keridil con toda su fuerza. Un grito de angustia broto de su garganta cuando el puno de la espada cayo sobre su mano izquierda, destrozando los fragiles huesos, rompiendo el anillo de plata de manera que el alma-piedra se desprendio de la montura sobre la base del destrozado dedo. Por un instante, a traves de una neblina escarlata de dolor, vio la cara triunfal de Keridil y la mano de este agarrando la resplandeciente gema. Entonces, cuando los Adeptos soltaron sus brazos, Tarod cayo al suelo y se sumio en una piadosa inconsciencia.

?Donde esta la piedra?

La tomaron... de mi mano...

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