Cyllan trato de captar su mirada mientras el les conducia a traves de la estancia, pero no lo consiguio. Camino al lado de Drachea, con la cabeza dandole vueltas. Dado que solo habia tenido con el dos breves encuentros, no podia decir que conociese bien al Adepto de negros cabellos, pero una intuicion infalible le decia que habia cambiado en muchos mas aspectos de lo que indicaba su mera apariencia fisica, por no hablar de los cambios que visiblemente se habian producido en el Castillo.
Tarod les condujo a lo largo de pasillos en silencio, donde resonaban huecas sus pisadas. El ala norte del Castillo estaba principalmente dedicada a habitaciones tanto privadas como comunitarias, pero no habia la menor senal de vida en ellas ni en los corredores. Ninguna voz sonaba en el aire tranquilo, nadie salia de una puerta para ir a algun quehacer. Todo el Castillo estaba envuelto en misterio, espantosamente muerto.
Al fin llegaron a una empinada escalera que descendia a los sotanos del Castillo. Un palido resplandor surgia del fondo, y de pronto salieron a una amplia galeria que daba sobre un conjunto de estanques artificiales. Habian sido construidos cubiculos en bien de la intimidad, y toda la camara estaba debilmente iluminada por los suaves reflejos del agua.
Tarod se volvio a ellos y sonrio ligeramente.
—Confieso que esto no es tan refinado como los banos de la provincia de Shu, pero encontrareis que el agua es tibia y refrescante. Cuando hayais terminado, ?estare en el comedor!
Drachea miro rapidamente a Cyllan, saludo brevemente a Tarod con la cabeza y se dirigio deprisa a uno de los cubiculos mas lejanos, como ansioso por distanciarse lo mas posible de su anfitrion.
Cyllan contemplo la superficie cristalina del agua, ahora demasiado consciente de lo agotada que estaba despues de lo ocurrido. La idea de estar limpia, de poder dormir sobre algo que no fuese guijarros ni granito, hizo que quisiera pellizcarse para estar segura de que no era un sueno. Iba a quitarse la mojada y sucia ropa, pero no lo hizo al darse cuenta de que Tarod no se habia movido, sino que estaba todavia a su lado.
Se volvio poco a poco de cara a el. Ahora Drachea no podia oirles y habia cien preguntas que ella deseaba hacer. Pero le falto valor, pues aunque el alto Adepto la estaba observando, tuvo la desconcertante impresion de que los pensamientos de el estaban a una distancia inconmensurable. Se estremecio y este movimiento llamo la atencion de Tarod, que parecio volver a la realidad.
— Disculpame, Cyllan — dijo—. Te estoy entreteniendo.
— Recuerdas mi nombre...
Estaba sorprendida e irracionalmente satisfecha; era la primera vez que el se habia dirigido personalmente a ella.
Tarod sonrio.
—La memoria no me falla todavia. Y tu... tu me reconociste. Eso me halago.
Ella se sonrojo, percibiendo la ironia y no queriendo adivinar su motivo.
— Perdoname.
— ?Por que?
— Por entremetemos en algo que no es de nuestra incumbencia. Me doy cuenta de que no somos bienvenidos aqui, de que nuestra llegada ha sido... inoportuna. No queremos molestarte mas tiempo de lo necesario.
— Tu amigo Drachea no seria tan cortes.
Ella le miro rapidamente, casi con enojo.
—No es mi amigo.
— El hijo de un Margrave no se relaciona por gusto con una conductora de ganado, ?verdad?. —Vio que la cara de ella se nublaba y comprendio, con cierta sorpresa, que se habia sentido herida por sus palabras. El habia querido dirigir su pulla contra Drachea, y para quitar hierro a su observacion, anadio—: Entonces debe de ser aun mas tonto de lo que parece.
Esto mitigo la ofensa, pero Cyllan se mantuvo todavia a la defensiva.
—Nos iremos en cuanto podamos —dijo—. Cuando hayamos descansado.
— ?Ah! En cuanto a eso... — Tarod suspiro —. No puedo explicartelo del todo, Cyllan; no aqui y ahora. — Torcio brevemente la boca, como si sus propias palabras le hubiesen recordado alguna bro ma particular y no demasiado agradable—. Pero hay un hecho que mi conciencia me obliga a revelarte. —?Mi conciencia? Casi habia olvidado lo que era la conciencia... — Ahora que habeis venido aqui — siguio diciendo—, no podeis marcharos.
Ella le miro fijamente, sin comprender.
—?No podemos? Pero...
—Quiero decir que no es posible. En realidad, estais atrapados aqui, y ni siquiera yo tengo poder para cambiar las cosas. Lo siento.
Las ultimas palabras habian sido escalofriantes, y Cyllan sintio el frio en su interior, como si el presentimiento animal que habia tenido renaciera una vez mas. Algo malo, tan terriblemente malo que escapaba a su comprension...
Haciendo acopio de valor, hablo con lenta deliberacion.
— Tarod, si lo que dices es verdad, tiene que haber ocurrido aqui algo terrible. — La intuicion hizo que sintiese un hormigueo en la nuca, y supo que, como le habia ocurrido en raras ocasiones, su instinto la estaba guiando con seguridad—. Y algo te ha ocurrido a ti — declaro.
Tarod comprendio que queria decir mucho mas de lo que estaba diciendo. Por un instante, hubo tal veneno en su mirada que ella retrocedio. Despues se domino y sacudio la cabeza.
—No te conviene ser tan perspicaz, muchacha. Pero si eres prudente, no haras mas presunciones. Sean cuales fueren las respuestas que creas haber encontrado, ?son mucho menos que la verdad!
Se volvio bruscamente y, con ese movimiento, una barrera invisible pero tangible parecio levantarse entre ellos.
— Encontraras ropa en un estante al final de la galeria —dijo friamente—. Ponte lo que te parezca.
Ella trato de llamar a Tarod, que se alejaba, pero las palabras mi-rieron en su boca. Las pisadas de el resonaron en el techo del sotano, y lo ultimo que vio fue una sombra negra que mas tarde se confundio con la oscuridad de la escalera.
No comprendia nada. Por unos breves instantes, la mas cara impasible se habia relajado un poco: despues el se habia retirado deliberada y casi despectivamente, apartandose de Cyllan como si fuese indigna de que reparase en ella.
Tal vez lo era... Poco a poco, Cyllan se despojo de la camisa y del pantalon que la sal habia endurecido y se sento en el borde de la galeria dejando que sus piernas oscilasen en el agua. Esta era sorpren dentemente caliente, produciendo un fuerte escozor en sus contusos y lastimados pies, y se dejo caer suavemente en el tranquilo estanque hasta quedar sumergida hasta los hombros. Su propia cara, contraida y palida, la miro desde la superficie que parecia un espejo, y ni una sola onda se formo para romper la calma.
Tenia que olvidar, lo mejor que pudiese, la confusion y el miedo que estaban tratando de devorarla. Estaba demasiado cansada para pensar con coherencia; la rareza de Tarod y el misterio que envolvia el Castillo eran demasiado para su agotada mente. Ansiaba dormir, ansiaba la relativa cordura de un nuevo dia. Entonces, y solamente entonces, podria empezar a comprender la situacion en que se hallaba y tratar de encontrar respuesta a sus preguntas.
El agua fue como un balsamo para sus doloridos musculos. Cyllan respiro hondo y se sumergio bajo la lisa superficie, dejando que el calor de la piscina se filtrase en su carne y en sus huesos para darle su propia forma de alivio.
Estaba yaciendo no en el duro suelo que le era familiar, sino en una cama. Tenia la cabeza hundida en las almohadas, de una suavidad que nunca habia experimentado... Cyllan emergio de un sueno profundo, y al principio penso que debia de haber estado entregada a uno de los dolorosos e imposibles suenos de una vida mejor que a menudo la asaltaban en su tienda. Despues, gradualmente, fue recobrando la memoria...
Habia encontrado el perchero donde estaban dos albornoces al salir de la piscina, y se habia reunido con