Entonces recordo por primera vez la aparicion que se habia manifestado antes de que el Warp cayese sobre ellos en Shu-Nhadek. La mano, el ademan llamandola... Sintio un fuerte escalofrio. Habia sido mucho mas que un presagio. Y las piedras... Instintivamente llevo una mano a la bolsa del cinto y encontro alli el bulto familiar de los guijarros. No las habia perdido..., aunque empezaba a preguntarse si eran una maldicion mas que un bien.
Drachea estaba todavia escondiendo la cara y Cyllan se dio cuenta de que, si tenian que escapar de aquella playa infernal, deberia llevar ella la iniciativa. El peligro y las privaciones eran conceptos ignorados por el hijo del Margrave de Shu; ella estaba mas preparada para salvarse, si es que habia salvacion posible. Se volvio y miro hacia el mar. Parecia que la niebla se habia espesado en los pocos minutos transcurridos desde su brusco despertar; mas alla de donde rompian las olas en el borde de la playa, no podia ver nada. Temblo, pero ya no era de frio. ?Que habia detras de aquella niebla? ?Una tierra familiar, conocida, o quiza... nada? No podia haber otro lugar en el mundo tan desolado, tan desierto, tan sin esperanza...
Ninguno, le dijo una muda voz interior, salvo uno...
Pero no era pasible... Cyllan se puso trabajosamente en pie, mientras la sospecha se iba convirtiendo en certidumbre, y estiro el cuello para mirar el imponente acantilado. El vertigo hizo que se sintiese mareada; lo combatio resueltamente y trato de ver la cima de la pared rocosa, retrocediendo en la playa hasta que el agua del mar le llego a las rodillas.
La monstruosa mole de granito tenia un final. Veia un punto en que la roca quedaba bruscamente cortada y, desde su posicion, la perspectiva de la playa habia cambiado lo bastante para que se diera cuenta de que el acantilado era en realidad un penasco que se elevaba en el oceano circundante.
Su pulso se acelero. Si sus sospechas eran acertadas, deberia ver el estrecho arco del puente que conectaba este solitario pinaculo de piedra con la tierra firme. Aguzando la mirada para penetrar la espesa niebla, Cyllan observo...
Nada. La niebla era demasiado densa, o ella se habia equivocado y el incitante sentido de familiaridad que la asaltaba era una ilusion enganosa.
Pero, fuera cual fuese la verdad, tenia que haber una manera de escalar aquella amenazadora pared. Permanecer en esta playa seria darse por vencida, y despues de haber sobrevivido a pesar de todo, darse por vencida era algo que Cyllan no podia considerar. Tenia que haber una manera y tal vez cuando la luz del dia viniese en su ayuda podria encontrarla.
Todavia insegura de si misma, pero un poco mas animada, volvio al lugar donde yacia Drachea. Parecia haberse dormido, o estar de nuevo inconsciente, y su piel era inquietantemente fria al tacto. Cyllan se volvio y empezo a buscar a su alrededor algo que pudiese dar calor hasta el amanecer. Algas... Olian muy mal y estaban tan mojadas como ellos, pero al menos podian protegerles de lo peor del frio de la noche de invierno. Consciente de que sus miembros se estaban agarrotando por la fatiga y el frio, empezo a recoger grandes brazadas de algas en los lugares donde las habia arrojado el mar, y pronto tuvo un monton de fibras de un verde pardusco que extendio sobre el cuerpo inmovil de Drachea. Finalmente, se tendio boca arriba, acurrucandose junto a el de manera que no se desperdiciase el calor que les quedaba y, despues de tender sobre ella misma algunas algas, cerro los ojos.
Cyllan se desperto de un sueno poblado de odiosas pesadillas, con la impresion de que algo andaba mal. La manta de algas habia resultado bastante eficaz y ya no sentia tanto frio en los huesos; pero, cuando trato de moverse, su cuerpo estaba tan rigido y dolorido que apenas la obedecia. Y algo andaba mal...
Levanto la cabeza, contemplando la oscuridad verde-gris. La niebla flotaba todavia como una cortina impenetrable a pocos pasos de distancia, y el sonido del mar parecia mas lejano, amortiguado por aquella densa niebla. La marea habia bajado, dejando una franja mas extensa de guijarros que brillaba debilmente hasta el borde de la niebla, lo cual queria decir que debia de haber dormido varias horas. Pero ni siquiera en el corazon del invierno eran eternas las noches. El sol hubiese debido levantarse ya..., pero no habia el menor indicio de la aurora.
Cyllan tuvo un alarmante presentimiento. No habia un lugar en el mundo donde no saliese el sol, y sin embargo, la noche se cernia aun sobre la playa. Todo estaba demasiado tranquilo, demasiado callado, como si mas alla de la niebla no hubiese mas que el vacio...
Temblando, se volvio hacia Drachea, que yacia a su lado, y le sacudio.
— ?Drachea! ?Despierta!
El se movio de mala gana y, por el juramento que lanzo, Cyllan comprendio que creia estar en su cama de Shu Nhadek, rinendo a una doncella por molestarle. Le sacudio de nuevo.
— ?Drachea!
Drachea abrio los ojos y empezo, lentamente, a comprender.
— ?Cyllan! — murmuro, al sentir los guijarros mojados bajo su cuerpo—. ?Donde estamos?
—?Si yo lo supiera!
— ?Que?
—Dejemos esto. —No podia gastar energia en discusiones —. Escuchame. He explorado el terreno lo mejor que he podido y parece que estamos en una isla. No he podido observar ninguna comunicacion con el continente; por lo tanto, tenemos que encontrar la manera de subir al acantilado.
Haciendo un esfuerzo, Drachea se sento para aclarar sus ideas, a pesar del cansancio, y empujo a un lado las malolientes algas que le cubrian. Cuando respondio, lo hizo con voz malhumorada:
— ?Todavia es noche cerrada! ?No vamos a morirnos en el tiempo que media entre ahora y el amanecer! Y cuando salga el sol, ?nos encontraran! Tiene que haber gente buscandome; mis padres habran dado la voz de alarma. ?Por que habria de gastar mis fuerzas escalando un tres veces maldito penasco sin objeto alguno?
Cyllan apreto los labios, irritada. Por lo visto, Drachea no tenia la menor idea del peligro en que se hallaban; acostumbrado a ver cumplidos todos sus deseos, presumia ciegamente que su rescate era inminente. Y tal vez habria sido asi, si hubiesen estado todavia cerca de Shu. Pero Cyllan sabia que no era asi...
Trato de hacerle comprender.
— Escuchame, Drachea. La marea ha bajado, lo cual quiere decir que llevamos aqui tiempo de sobra para que haya salido el sol, y sin embargo no lo ha hecho.
El fruncio el entrecejo.
—?Que quieres decir?
—No lo se; salvo que aqui ocurre algo terrible. Y otra cosa: no estamos en la Provincia de Shu, ni cerca de ella.
El quiso protestar.
—Pero...
— ?Escuchame! No me preguntes como lo se, ?pero lo se! Puedo sentirlo, Drachea, ?con toda seguridad! — Hizo una pausa, tragando saliva para recobrar el aliento—. Si no queremos pudrimos y morir en esta playa, ?debemos encontrar la manera de subir a la cima!
Drachea la miro fijamente, reacio a reconocer la verdad de sus palabras. Despues dijo, con irritacion:
— Tengo hambre.
Cyllan le habria estrangulado. Caprichosamente se negaba a enfrentarse con la realidad, y aunque en parte le compadecia (a fin de cuentas, nunca se habia encontrado en tales apuros en su vida), en parte sentia solamente la repugnancia de la frustracion.
Sabiendo que no podian perder mas tiempo, se levanto y recorrio el pie del acantilado, aplicando las palmas de las manos al duro granito, como tratando de adivinar por donde podia empezar a escalar. La suerte y la resolucion les habian traido hasta aqui y, a menos que los dioses quiseran abandonarles ahora, tenia que haber una salida. Detras de ella, Drachea se quejo de dolor y rigidez, y Cyllan perdio los estribos.
—Entonces muevete, ?maldito seas! ?Ayudame! No puedo hacerlo todo yo sola, ?y esperas que cargue contigo como si fuese tu sirvienta!
Drachea la miro con irritada consternacion y Cyllan sintio que las lagrimas acudian a sus ojos, al tiempo que el miedo que llevaba dentro amenazaba con salir a la superficie. Las retuvo furiosamente e intento reponerse. No podia perder su autodominio; flaquear ahora significaria el desastre.
—Dondequiera que estemos —dijo, apretando los dientes para que no castaneteasen—, la provincia de Shu esta a un mundo de distancia. Y no tenemos comida ni cobijo. Si nos quedamos aqui moriremos de frio o de hambre o de ambas cosas. — Miro reflexivamente la imponente pared del acantilado que tenian delante—. Tenemos que