la mataria, y una paralisis de miedo agarroto sus musculos al prever el golpe final, fatal.
Pero no lo descargo. En vez de esto, Tarod se echo a reir como si se tratase de una broma.
—El Caos —dijo suavemente—. No, Cyllan; esta vez no te equivocas. — La atrajo hacia si, hasta que el cuerpo de ella quedo apretado contra el suyo y pudo sentir los rapidos latidos de su corazon—. Pero andas... desencaminada.
Levantando la mano libre, aparto los palidos cabellos de la cara de ella. Gotas de sudor brotaban de su frente, y ahora pudo advertir que estaba temblando. Habia ira en su mente; queria golpear, vengarse, y sin embargo, habia mas, mucho mas, detras de aquel impulso.
—No soy un demonio... —dijo, en tono ligeramente amenazador—. Soy bastante humano.
Y antes de que Cyllan pudiese apartarse, inclino la cara sobre la de ella y la beso. Fue un beso violento, tomado, no pedido; y ella se resistio con una fuerza que le sorprendio, retorciendose en su abrazo y aranandole. Era agil y flexible como un gato, y su furiosa determinacion pulso otra cuerda en Tarod. El la beso de nuevo, esta vez mas sensualmente. Las nuevas sensaciones que le invadian le daban vertigo; la venganza fue eclipsada por algo mas fuerte y mas apremiante, y dejo completamente de pensar en Sashka.
Cyllan se desprendio desalentada, y sus miradas se cruzaron brevemente. Los ojos ambarinos de ella echaban chispas. De pronto, con una rapidez que casi pillo a Tarod desprevenido, Cyllan saco la daga del cinto y la levanto trazando un arco en el aire.
Con un movimiento reflejo, Tarod le hizo perder el equilibrio al descargar ella el golpe, y la hoja centelleo a una pulgada de su hombro. Con la mano izquierda agarro la muneca derecha de Cyllan y la retorcio hasta que ella ahogo un grito involuntario; despues apreto una vez con el pulgar y el cuchillo se deprendio de su mano.
Cyllan le miro furiosa, jadeando. Podia tener miedo, pero no se dejaba amilanar; Tarod comprendio que, a la menor provocacion, lucharia contra el como un animal salvaje, y esta constatacion le provoco una nueva descarga de adrenalina.
— Sabes manejar un cuchillo — dijo, entrecortadas sus palabras por los sofocantes latidos del corazon—. Pero yo hace mas tiempo que tengo que luchar... ?y se defenderme! —Sonrio, mostrando los dientes—. ?Puedes darme algo mejor, Cyllan?
Ella sacudio energicamente la cabeza.
Los ojos verdes que se fijaban en los suyos parecieron inflamarse de pronto, y Cyllan sintio que su voluntad flaqueaba ante la mirada implacable de Tarod. Trato de resistir, pero se estaba debilitando; una voz interior le recordo que no luchaba con un mortal ordinario, y el miedo surgio de nuevo... , pero mezclado con lo que era un eco de antiguos sentimientos que creia que habia desterrado para siempre, un deseo abrumador...
—Cyllan... —La voz de Tarod era sibilante, persuasiva; anulaba sus defensas — ?No tengo calor? ?No tengo vida?
Ella trato de negarlo, pero no pudo articular las palabras. Las manos de el sobre su piel eran reales, fisicas, y una necesidad largo tiempo dormida dentro de ella respondio con una fuerza que no podia combatir. Jadeo cuando los dientes de el rozaron su hombro, y la camisa, ya desgarrada, dejo al descubierto su blanca piel.
—Tarod... no. Por favor, no...
La protesta quedo interrumpida cuando Cyllan se tambaleo hacia atras bajo una suave pero irresistible presion. Tropezo con el divan, cayo; sintio el peso y la fuerza del cuerpo de Tarod sobre el suyo. Esta vez, cuando el la beso, no pudo dejar de responderle. El terror daba paso al deseo, y ya no podia seguir luchando contra el; ya no queria luchar contra el.
Tarod levanto la cabeza. La luz salvaje de sus ojos fue de pronto mitigada por una expresion que Cyllan no se atrevio a tratar de interpretar, y el sacudio la cabeza, apartando un mechon de cabellos negros de su cara. El gesto era tan humano que ella se sintio de nuevo confusa; dijera lo que dijese el Circulo, fuera lo que fuese lo que habia hecho el, seguramente no era un demonio...
—Eres valiente —dijo suavemente—. Y eres honrada... , luchas con nobleza. Podria vencerte facilmente, Cyllan, y nada podrias contra mi deseo..., pero no lo hare. Todavia conservo algun sentido del honor... y tu no quieres rechazarme, ?verdad? — Sus manos, ligeras y frescas sobre su piel, apartaban las molestas prendas—. ?Vas a hacerlo?
El cuerpo de Cyllan le respondia, contra su voluntad, atormentandola con un deseo doloroso y largo tiempo reprimido que hacia que tuviese ganas de llorar y de gritar, de apartarle y sin embargo retenerle al mismo tiempo. Un gemido broto de su garganta, y sus labios articularon involuntariamente una sola palabra.
-No...
Grito al sentir la famelica violencia de el al poseerla, pero Tarod le impuso silencio besandola de nuevo y haciendo que cediese a pesar de ella misma. Y despues de la primera resistencia, hubo placer al mismo tiempo que dolor; un fiero y tembloroso alivio cuando ella le rodeo con sus brazos desnudos, echada hacia atras la cabeza y mor diendose el labio inferior hasta hacerlo sangrar. Volvio a luchar otra vez contra el; pero el la tranquilizo y ella volvio a doblegarse debajo de el.
Por fin, saciado su deseo, Tarod recorrio con las manos, lenta y suavemente, el cuerpo de Cyllan, siguiendo la ligera curva de sus senos. Ella yacia, quieta, en sus brazos y con los ojos fuertemente cerrados, como si tratase de negar la verdad. Las lagrimas que se habia negado tercamente a verter brillaron ahora en sus oscuras pestanas, y un sentimiento que podia ser de arrepentimiento desperto en Tarod.
Pronuncio su nombre, y Cyllan abrio los ojos, expresando una mezcla de incertidumbre y acusacion y verguenza. El queria decir mas, pero no pudo hacerlo. En vez de esto, levanto una mano e hizo un ademan sobre ella.
Cyllan cerro de nuevo los ojos y su respiracion se calmo, con el ritmo ligero y regular propio del sueno. El no queria recriminaciones, no ahora... Cuando el cuerpo de ella se relajo y comprendio Tarod que se habia sumido en la inconsciencia, la atrajo hacia si y la beso ligeramente en una palida mejilla. Despues la solto de mala gana, se levanto y cruzo la habitacion hasta la estrecha ventana, reprimiendo los pensamientos que amenazaban con apoderarse de el y romper las barreras que habia levantado contra sus ataques.
CAPITULO 8
Cyllan desperto y sintio el contorno desigual del divan en que y a-cia y la tosca textura de algo que parecia una piel de animal y cubria su piel desnuda. Sentia un fuerte dolor en todo el cuerpo y en la boca... , y al darse cuenta de que no habia sido un sueno... su estomago se contrajo.
Aprensivamente, abrio los ojos.
Apenas habia luz en la habitacion, pero pudo ver en la penumbra a Tarod sentado en una silla. Se habia vestido y una gruesa capa negra envolvia sus hombros como para resguardarle del frio. El alto cuello de esta ocultaba sus facciones, pero Cyllan penso que estaba mirando por la ventana.
Sus miembros empezaron a temblar al advertir, como una punalada, todas las implicaciones de lo que habia sucedido. Poco a poco, cautelosamente, se incorporo con intencion de buscar la arrugada ropa tirada entre los escombros del suelo...
Tarod volvio la cabeza y ella se quedo petrificada. Mezcladas emociones se atropellaron en su mente cuando sus miradas se cruzaron; entonces vio frialdad en los ojos verdes de Tarod, y sus reacciones se fundieron en una fria oleada de amarga verguenza. La pasion de Tarod se habia extinguido, como si no hubiese existido nunca; las barreras entre ellos se habian levantado de nuevo, y la cara de el parecia de piedra. Se habia dejado seducir como una imbecil... y lo unico que habia ganado era su desprecio. Sintio repugnancia de si misma y, con ella, asco al recor dar lo que era el. Pero todavia tenia un vestigio de orgullo y este acudio en su ayuda. Echando la cabeza hacia atras, aparto la manta que la cubria —era de piel, una piel muy rica, pero apenas lo advirtio— y se levanto. Tarod se levanto tambien y Cyllan dio un paso atras.
—No, Tarod. —Su voz era dura—. ?No te acerques a mi!
El vacilo y despues senalo el suelo con un ademan que ella interpreto como de indiferencia.
—Como quieras. Pero necesitaras tu ropa.
—Ahora importa poco, ?verdad? —Irguio los delgados hombros, enfrentandose desafiadoramente a el—. Me has visto, me has tocado, has tomado de mi lo que querias. ?Que tengo que ocultarte?
Advirtio, furiosa, que su voz temblaba con mal reprimida emocion, y supo que estaba a punto de perder el