control.
Tarod dijo tranquilamente:
—No tome nada que tu no estuvieses dispuesta a dar.
—?Ohhh....! —Se volvio, odiandole porque habia dicho la verdad—.
No pudo decir mas, su voz se quebro y tuvo que emplear toda su fuerza de voluntad para no romper a llorar. El llanto, se dijo furiosamente, era para los ninos; ella habia aprendido hacia tiempo a reprimir esa emocion y no permitiria que pudiese ahora mas que ella; especialmente en presencia de una criatura como Tarod. Se cubrio la cara con las manos, luchando contra aquella reaccion con todo su vigor.
Tarod se quito la capa y la puso sobre los hombros de ella. Cyllan no protesto, pero no queria enfrentarse a el y sacudio violentamente la cabeza cuando trato de hacer que se volviese. El observo reflexivamente mientras ella luchaba por dominarse. Conocedor de sus origenes, no habia esperado que fuese virgen, y la constatacion de que ningun hombre habia yacido con ella antes que el le habia desconcertado. Sin embargo, ella habia querido entregarse, y por mucho que pudiese lamentarlo ahora, nada podia cambiar aquel hecho.
Cyllan se calmo al fin y echo impetuosamente atras los cabellos que le cubrian los ojos. Se aparto de Tarod y, deliberadamente, se quito la capa y la dejo caer a un lado. Era dificil tomar su ropa rasgada y vestirse con dignidad, y el volvio a la ventana y miro hacia el patio para no confundirla mas. Ella se cubrio los senos con la destrozada camisa y vacilo, mirandole. Su cara era una mascara inescrutable, tenia los ojos entrecerrados y reflexivos, y cualquier intencion que tuviese Cyllan de acercarse a el se desvanecio en el acto. Miro el cuchillo que el le habia arrancado de la mano...
—Llevatelo, si ha de servirte de algo —dijo Tarod.
Ella le miro furiosa, dejo que la daga se quedase donde habia caido y, volviendose, se dirigio a la puerta. Antes de tocar el pestillo, se detuvo.
—?Se abrira? —pregunto friamente—. ?O estas pensando en algun otro truco?
Tarod suspiro, y la puerta se abrio sin ruido antes de que Cyllan la tocase. Esta no hizo caso de la irracional punzada de dolor que sintio al ver que la dejaba marcharse con tanta facilidad, y salio al oscuro rellano. Despues se volvio y miro hacia atras.
Tarod todavia la observaba.
—Hay un largo camino hasta el patio —dijo—. Yo podria facilitarte el descenso.
Cyllan escupio deliberadamente al suelo.
— ?No quiero nada de ti! —replico airadamente.
Y desaparecio, engullida su palida figura por la oscuridad de la escalera.
Oyo el resonante chasquido de la puerta que se cerro de golpe tras ella. Y aquel ruido la espoleo hasta el punto de hacerla bajar la escalera con peligrosa rapidez, deseosa solamente de alejarse y sin que le importase caer y romperse el cuello. De pronto, las paredes se alabearon a ambos lados; los peldanos parecieron ceder bajo sus pies y hundirse en un vertiginoso vacio, y Cyllan grito involuntariamente cuando la oscuridad se convirtio en un brillo blanco y cegador. Solamente duro un segundo... y se encontro tambaleandose contra la piedra dura y mirando, asombrada, a traves de la puerta abierta del pie de la torre.
Salio, vacilando, al patio del Castillo. ?Maldito Tarod...! Habia tenido que decir la ultima palabra, y lamento no poder tomar de nuevo aquella daga y clavarsela y descuartizarle...
Pero habia tenido su oportunidad, y habia fracasado. Y lo que el habia tomado de ella, se lo habia dado por su propia voluntad.
Cerro los ojos para alejar el recuerdo y se apreto las sienes con los punos en un inutil esfuerzo para acallar la voz interior que la acusaba de ser hipocrita ademas de tonta. Tarod habia despertado en ella una necesidad animal fundamental; lo habia sabido desde su primer encuentro en el acantilado de la Tierra Alta del Oeste, y aunque habia tratado desde entonces de negarla y reprimirla, nunca habia dejado realmente de existir. Aquel eco del pasado habia demostrado al fin ser lo bastante fuerte para hacerle olvidar el horror de la verdadera naturaleza de Tarod, y habia ido a el, se habia entregado a el, como una nina enamorada.
Ahora queria matarle. Por muy imbecil que hubiese sido, el la habia manipulado y habia abusado de ella. Si destruyendole podia librarse de culpa y dejar de atormentarse y censurarse, se dijo, no tendria ningun remordimiento. Drachea habia sabido desde el principio lo peligroso que era Tarod; le habia avisado...
Drachea. Cyllan volvio sobresaltada a la realidad, y se dio cuenta, con frio temor, de que se habia olvidado completamente de el en el torbellino de todo lo que habia sucedido. Le habia fallado, y el debia estar todavia en la cama, mortalmente enfermo, tal vez agonizando...
Echo a correr hacia la puerta principal del Castillo y subio de dos en dos los bajos escalones. Si Drachea muriera... No, ?no pienses eso! El tenia que vivir; le necesitaba, necesitaba su determinacion ahora mas que nunca, para contener su terrible confusion y para ayudarla a mantener la fria colera que se esforzaba en alimentar. Juntos podrian derrotar a Tarod; debian derrotarle, lograr que se hiciese justicia... El era el mal, una criatura del Caos. ?Tenia que ser destruido! Cyllan repitio la silenciosa letania en su cabeza mientras subia corriendo la ancha escalera de los dormitorios del Castillo. Con el corazon palpitante, se dirigio a la puerta de la habitacion de Drachea, la empujo y entro.
Drachea estaba sentado en la cama. Una de las espadas que ella habia dejado caer en el rellano yacia a sus pies; la otra la sostenia el con su mano derecha, mientras movia la izquierda lentamente, casi de una manera hipnotica, a lo largo de la hoja, limpiandola con una de sus prendas desechadas y mojadas por el mar.
Cyllan sintio que su corazon saltaba aliviado, y corrio hacia el joven.
— ?Oh, te has recobrado! Demos gracias a Aeoris. - Pensaba que...
El se puso de pie de un salto, blandiendo la espada en un furioso movimiento defensivo. Despues, el terror de su semblante dio paso a una expresion primero de alivio al reconocerla y, a continuacion, de ira, y grito:
—Por todos los Siete Infiernos, ?donde has estado?
Cyllan le miro fijamente, asombrada y apenada. La cara de Drachea estaba palida como la cera y una luz obsesiva y enfermiza brillaba en sus ojos. La mano que sostenia la espada temblo al decir el de nuevo:
— Te he preguntado donde has estado. Tenias que haberte quedado aqui. Me desperte y tuve miedo y necesitaba ayuda, ?y tu te habias ido! Me has abandonado...
—
—Y entonces dejaste que me despertase a solas...
—?Tenia miedo de que murieses! —le dijo furiosamente Callan—. ?Busque una manera de ayudarte!
La mirada de Drachea se fijo en ella con una mezcla de desprecio y de recelo; despues su boca se torcio, imitando una sonrisa.
— Ayudarme... ?Y que virtudes tienes tu para remediar lo que el hizo a mi mente?
— ?Tarod...? — pregunto ella, sintiendo que se le encogia el estomago.
—?Si, Tarod! —Drachea se volvio y se aparto de ella—. Mientras tu estabas tranquilamente en otra parte, el... me ataco. Yo no le provoque, pero el se volvio contra mi y... — Se llevo una mano a la boca, mordiendose los nudillos—. ?Dioses! Esas pesadillas... , el las hizo salir de ninguna parte. Las envio contra mi, y yo... yo no podia defenderme. No contra aquella... escoria. — Aspiro profundamente—. Pero me las pagara. ?Le aniquilare!
Cyllan cruzo la estancia y se planto detras de el, y alargo vacilante una mano. Se estaba esforzando en recobrar los sentimientos que la habian impulsado a correr en busca de Drachea, el sentido de camaraderia, de hacer los dos juntos una guerra santa; pero se le escapaban. El arrebato de Drachea habia roto el hechizo; al volverse contra ella en vez de darle la bienvenida, su certidumbre y su confianza habian recibido un duro golpe.
Pero no podia culparle, se dijo. Sabia de lo que Tarod era capaz y conocia las flaquezas de Drachea. Su experiencia debia de haber sido mucho peor que la de ella; suficiente para quebrar la voluntad mas templada. Tenia que ayudarle, reforzar su resolucion con la suya propia... Era la unica esperanza para los dos.
Apoyo los dedos en su brazo; el la aparto.
—?No quiero tu compasion!
Su tono era irritadamente hostil
Cyllan se mordio la lengua para no replicar; se armo de paciencia.
—No te compadezco, Drachea. Te ofrezco mi ayuda contra Tarod. — Sonrio amargamente—. Valga lo que