— Entonces, ?que eres?
Tarod sacudio la cabeza.
—No lo se, Cyllan, no lo se. Tengo sentimientos humanos, reacciones humanas; pero poseo poderes que ningun mortal podria tener. El Circulo dice que soy un demonio. Y Yandros... —La miro con ojos vacilantes—. Yandros me llamo «hermano».
Cyllan no dijo nada y, cuando el la miro de nuevo, tenia la cabeza inclinada de modo que no pudo verle la cara. Sin duda se estaba esforzando por asimilar todo lo que el le habia dicho. Habia esperado que negase las acusaciones formuladas contra el por el Circulo; pero el habia confesado que, aunque deformadas, eran esencialmente verdaderas. La idea de que este hombre pudiese estar emparentado con un Senor del Caos la aterrorizaba... y sin embargo, dijera lo que dijese el catecismo que habia aprendido en su infancia, no podia rechazarle; no podia volverse contra el en aras de un principio abstracto.
—Si recobrara la piedra-alma —dijo Tarod—, se fortalecerian mis lazos con el Caos. Pero, sin ella, no puedo vivir realmente, ni puedo alcanzar la plenitud contigo, que es todo lo que ansio. — Sonrio tristemente—. ?Puedes comprender esta paradoja?
Cyllan le miro.
—?Es una paradoja, Tarod? A pesar de todo lo que la piedra pudiese haber hecho de ti, ?eres humano! Fuiste un alto Adepto, un servidor de nuestros dioses, cuando tenias tu alma. No eras un demonio... ?Por que habria de cambiar esto si la recobrases?
El rio amargamente.
— El Circulo no lo aceptaria.
—Entonces, ?al diablo con el Circulo! Si no supieron ver la verdad cuando la tenian ante sus ojos, ?eran unos imbeciles! El se volvio a mirarla, inseguro de si mismo.
— ?Tienes realmente tanta fe en mi, Cyllan?
— Si — dijo sencillamente ella.
La ironia de su fidelidad inquebrantable, comparada con la hostilidad de aquellos que habian sido presuntamente sus iguales y sus amigos durante la mayor parte de su vida, era tranquilizadora. Durante su existencia solitaria en el Castillo sin tiempo, Tarod habia vuelto la espalda a su antigua fidelidad a los Senores del Orden, porque con la traicion del Circulo el Orden le habia fallado. Pero el despertar de una humanidad reanimada le habia hecho sentir de nuevo el amor a su mundo. Queria volver a ser parte de aquel mundo, un mundo en el que Yandros y los suyos no representaban el menor papel.
Miro el aro torcido del anillo en su mano izquierda.
— Podria ser peligroso que se recobrase la piedra. Era la clave del plan de Yandros para combatir el regimen de Aeoris, y podria ser que abriera la puerta..., que el Caos pudiese amenazar de nuevo al mundo.
—Tu luchaste antes contra el Caos. Incluso el Sumo Iniciado lo reconocio. Sus documentos dicen que desterraste a Yandros...
—Sin embargo, Yandros no acepta facilmente la derrota. — Tarod sonrio debilmente—. Como sabes muy bien, a costa mia. Cyllan se inclino hacia delante y le rodeo con sus brazos, y apreto su cuerpo contra el de el.
— Yandros no me preocupa — dijo resueltamente —. Es una sombra, y yo no temo a las sombras. Lo unico que me importa es que has perdido una parte de ti mismo y quieres recobrarla. Esto es lo que cuenta.
Tarod la miro y alargo una mano para acariciar sus palidos cabellos.
—?No temes al ser que podria resultar de ello?
— No. — Le beso con fuerza—. No lo temo.
CAPITULO 9
Drachea pasaba lenta y ritmicamente la mano a lo largo de la hoja de la espada, inclinado sobre esta en una de las mas apartadas habitaciones vacias del Castillo. Habia enjugado cuidadosamente la sangre de Cyllan, pero esto no era suficiente; necesitaba pulir el acero hasta que tuviese un brillo cegador, borrar todo posible rastro de ella. Pureza, se decia una y otra vez, con malevola ferocidad; la espada debia ser absolutamente pura para que el pudiese blandiria de nuevo: no podian quedar en ella huellas de aquella bruja de rostro palido.
El recuerdo de la frustracion y la ira que habia sentido al verse privado de su victima hacia brotar un sudor frio de la frente de Drachea. Al abalanzarse sobre Cyllan, seguro de que iba a matarla, habia sido momentaneamente cegado por una brillante aureola que se habia materializado alrededor de ella viniendo de ninguna parte, y cuando se extinguio el breve destello, ella habia desaparecido. No le cabia duda de que Tarod era el responsable de esto, aunque no sabia si su habilidad habria sido suficiente para mantener viva a Cyllan. Si esta vivia, seria otro adversario con el que tendria que contar; pero las cuentas que tenia que saldar con ella y con su diabolico amante podian esperar. Ahora tenia que pensar en cosas mas apremiantes.
Drachea dejo de pulir la espada, la observo con ojos criticos y, sintiendose satisfecho, la puso casi con veneracion sobre la cama antes de levantarse y acercarse a la ventana. Durante su busqueda de un escondrijo seguro, habia encontrado nueva ropa que creia mas adecuada para su noble condicion de heredero de un Margrave y campeon del Circulo contra el enemigo comun. Plantado junto a la ventana, echo atras la corta capa ribeteada de piel que cubria el jubon de terciopelo verde oscuro y la camisa de seda gris y el pantalon, tratando de ver su propia imagen en el cristal. Este le devolvio un reflejo deformado y eso le irrito; volvio atras y tomo de nuevo la espada, levantandola y comprobando su equilibrio. No era el arma ideal (Cyllan le habia fallado en esto, como en otras tantas cosas), pero le serviria. Tambien habia encontrado un cuchillo, que podia resultar un arma mas util. El cuchillo enfundado pendia ahora de su cinto; deslizo la espada en su funda junto a aquel, la ajusto sobre la cadera y decidio que estaba listo.
Drachea no se hacia ilusiones sobre sus perspectivas si se enfrentaba con Tarod y le desafiaba a solas; su ultima experiencia en manos del Adepto habia estado a punto de hacerle perder la razon, y por nada del mundo queria repetirla. Si tenia que vencer a Tarod necesitaria ayuda, y la unica posibilidad de conseguir esa ayuda era encontrar la manera de deshacer el hechizo que habia detenido el Tiempo y hacer que el Circulo volviese al mundo. Entonces le corresponderia aplicar el justo castigo, y nada podia ser mas satisfactorio para el. Si Cyllan vivia, aprenderia a lamentar su alianza con el Caos, y sonrio al pensar en la satisfaccion que sentiria al obligarla a presenciar la destruccion final de Tarod.
Pero gozar ahora con su triunfo era prematuro: tenia que hacer un largo camino para alcanzar la victoria. Y el, primer paso era buscar la piedra del Caos, que podia ser el arma mas valiosa de todas. Con ella en la mano, estaria en condiciones de negociar con Tarod..., un negocio que redundaria en su propio favor.
Drachea echo una ultima mirada a la habitacion, lamentando no haber podido compartir ese momento con alguien que admirase su valor y le desease suerte. Pero no importaba; a su tiempo recibira la gratitud del Circulo como su campeon y salvador, y ellos cuidarian de que fuese debidamente recompensado.
Salio de la habitacion, cerro la puerta sin hacer ruido y se dirigio a la escalera.
—Cyllan. —Tarod apoyo delicadamente las manos en sus hombros y ella le miro—. ?Estas segura de que quieres hacerlo?
Ella sonrio con animacion.
— Si, estoy segura. — Puso una mano sobre la izquierda de el, sintiendo los afilados bordes del anillo roto de su palma —. Tu no puedes entrar en el Salon de Marmol, y yo si. Si la piedra puede ser encontrada, la encontrare. — Se puso de puntillas para besarle—. Confia en mi.
—Si. Pero estoy inquieto. —Sus ojos verdes e intranquilos se fijaron en un punto detras de ella—. Me persuadiste de que tuviese clemencia con Drachea... Sigo creyendo que fue un error.
— No.
Cyllan sacudio energicamente la cabeza, recordando lo mucho que le habia costado disuadirle de ir en busca del joven y matarlo. No sabia por que Drachea le inspiraba compasion; habia traicionado su confianza y, si sus posiciones se invirtiesen, el no vacilaria en matarla a ella. Pero, mezclado con su desprecio, habia un elemento de piedad; la venganza no cabia en su manera de pensar, y ver morir a Drachea sin una buena razon habria pesado siempre sobre su conciencia.
Tarod pensaba de modo diferente. El trato que Drachea habia dado a Cyllan era por si solo suficiente para provocar su ira, y nada deseaba mas que mandarle al infierno y acabar con el. Por Cyllan habia prometido contener