su mano, pero, en el fondo de su corazon, se preguntaba si no tendria que lamentar esta promesa.
— Drachea no puede danarnos — dijo Cyllan —. No cuenta para nada, Tarod. No le temo.
El vacilo y despues sonrio, aunque habia todavia un poco de duda en sus ojos.
—Entonces, ve —le dijo—. Y si en cualquier momento me necesitas, te oire y estare contigo. —La beso, pareciendo reacio a dejarla marchar—. Que los dioses te protejan.
Observo como se cerraba la puerta, espero a oir las ligeras pisadas en la escalera y, entonces, cerro los ojos verdes y se concentro brevemente en el pequeno ejercicio de poder que la transportaria al pie de la gigantesca torre. Hecho esto, volvio a su mesa y se sento. La unica vela se hallaba en su palmatoria entre un monton de libros; Tarod paso una mano sobre ella y broto la conocida y misteriosa llama verde. Cuando esta aumento en intensidad, proyectando una fria radiacion sobre las demacradas facciones, Tarod miro sin pestanear el centro de la llama y trato de desterrar la inquietud que roia como un gusano su interior.
Al bajar la escalera que conducia a la biblioteca del sotano, Cyllan sintio una mezcla de excitacion, impaciencia y miedo. No temia la tarea que iba a realizar, pero sabia que, si tenia exito, el futuro se convertiria en un territorio desconocido y tal vez peligroso. Al recobrar la piedra-alma, Tarod recuperaria su verdadera naturaleza y no se contentaria con permanecer en el Castillo sin tiempo. Se habia negado a confesar directamente la verdad, pero Cyllan creia que, cuando tuviera la piedra en su poder, la emplearia para llamar de nuevo al Tiempo. La idea de lo que podria ocurrir cuando se enfrentara de nuevo con el Circulo le daba escalofrios; pero le conocia lo bastante para saber que no actuaria de otra manera. No podia existir en una eternidad inmutable; necesitaba vivir, y si vivir presuponia un riesgo, no vacilaria en correrlo. No habia tenido valor para discutir con el, y sin embargo, el unico temor que la roia como una grave enfermedad era el miedo a perderle. Ni siquiera con su alma recobrada era Tarod invencible, y si el Circulo prevalecia contra el, ella perderia su propia razon de existir.
Los subitos y drasticos cambios, tanto en ella como en Tarod, se habian producido tan inesperadamente que no habia tenido ocasion de tratar de estudiarlos y comprenderlos. Y, si habia de ser sincera, no lo deseaba. A requerimiento de Drachea, se habia convencido de que Tarod era malo, un enemigo del que habia que desconfiar y al que habia que frustrar, y Cyllan habia luchado contra sus propios deseos e instintos, para reforzar aquella conviccion. Pero nunca se habia sentido a gusto con ella y, al romperse por fin la barrera entre ambos, los sentimientos que habia tratado de sofocar se habian apoderado irremisiblemente de su animo. Poderosas emociones, largo tiempo reprimidas, habian encontrado su objetivo en un hombre que le despertaba un furioso deseo, un amor inextinguible y una fidelidad que nada podia quebrantar. Con razon o sin ella, habia elegido su camino y, fuera lo que fuese lo que le reservaba el futuro, no se apartaria de el.
Bajo corriendo los ultimos peldanos de la escalera y empujo la puerta que conducia a la biblioteca. El oscuro sotano estaba tranquilo y en silencio, y Cyllan se detuvo en el umbral, centrando su mente en Tarod, que esperaba en la torre. Al momento sintio que le contestaba una presencia que se unia a ella y calmaba su inquietud, y esto la reconforto. Pasara lo que pasase, el estaria con ella...
Al cruzar la estancia hacia la puerta medio oculta que la llevaria al Salon de Marmol, el dobladillo de su falda se engancho en uno de los libros tirados en el suelo, y esto la obligo a detenerse para desengancharla. No estaba acostumbrada a usar prendas como estas, pues en todo el tiempo que alcanzaba su recuerdo solo habia llevado las camisas y los pantalones que le daba un primo o, en anos recientes, alguno de los hombres de la cuadrilla de su tio. Pero Tarod le habia dicho que merecia algo mejor, mucho mejor... , y habia encontrado, sabian los dioses donde, un vestido de seda rojo oscuro que le sentaba como hecho a medida. La sensacion de la tela la fascinaba; el susurro que hacia al moverse, el contacto de la seda sobre sus piernas desnudas...
Y cuando se lo habia puesto para el, Tarod le habia dicho que estaba muy hermosa. Nadie le habia hecho nunca este cumplido, pero no dudaba de la sinceridad de Tarod. Para el, era hermosa, y esta conviccion significaba para ella mas de lo que habria podido expresar. Cyllan seguia recordando complacida sus palabras cuando llego a la puerta baja, la abrio y miro a lo largo del pasillo desierto, con su luz peculiar tenida de plata. Despues, haciendo acopio de valor, se dirigio hacia la fuente de aquella luz y hacia el Salon de Marmol.
El plan de Tarod, tal como se lo habia esbozado, era bastante sencillo. Sin la piedra-alma, nada podia hacer para invertir las fuerzas que habian detenido el Pendulo del Tiempo y encerrado al Castillo en esta extrana no- dimension; pero la piedra habia sido enviada al limbo junto con los moradores del Castillo. La unica manera de resolver la paradoja era romper la barrera de uno de los mas altos de los siete planos astrales y encontrar la piedra. Si la estratagema daba resultado, y Tarod habia confesado que no estaba seguro del exito, podria ser traida a traves de las dimensiones, si la fuerza y la voluntad motivado-ras eran lo bastante firmes. Tarod tenia la fuerza y la voluntad, pero el foco vital representado por el propio Salon de Marmol le habia sido negado por el capricho del destino, que habia hecho que quedase ligeramente fuera de sincronizacion con el Castillo al ser desterrado el Tiempo. Sin alma, no podia entrar alli..., pero si podia hacerlo Cyllan.
Y Tarod creia que las innatas facultades psiquicas de esta serian suficientes para permitirle triunfar en su empeno, empleandola a ella como medio, Cyllan no pretendia comprender la naturaleza de la facultad oculta que necesitaria Tarod para lograr su objetivo; solamente rezaba para que pudiese ser capaz de hacer lo que el queria de ella. Le habia advertido que podia haber peligro, pero ella lo habia rechazado tercamente; confiaba en el, queria ayudarle y estaba resuelta a representar su papel lo mejor posible.
Pero ahora, al alargar la mano para tocar la puerta de plata mate que se interponia entre ella y el Salon de Marmol, sintio un escalofrio de incertidumbre. Nadie sabia las verdaderas propiedades de este extrano y fantastico lugar; esto lo habia visto claro en los documentos del Sumo Iniciado, y Tarod lo habia confirmado. Si algo fallaba en el plan, si se manifestaba alguna fuerza con la que ni siquiera Tarod habia contado, nadie podia predecir cuales serian las consecuencias. El limbo... Cyllan se estremecio ante la idea y estuvo a punto de apartar la mano de la puerta.
No es vergonzoso tener miedo, le habia dicho Tarod. No luches contra el miedo, ni pretendas que no existe. Tenia razon... Este sentimiento, en los umbrales de semejante empresa, era natural...
Respiro hondo y toco la puerta con la mano. La puerta se abrio, y la niebla reluciente y cambiante envolvio a Cyllan cuando entro despacio en el Salon de Marmol.
Drachea estaba al abrigo de la entrada, siguiendo inquieto con la mirada el extenso patio. Parecia desierto, pero era imposible estar seguro; la luz carmesi era enganosa, y cualquiera de las mil densas sombras podia moverse sin previo aviso y convertirse en algo que no fuese sombra... Miro hacia la cima de la Torre de Norte y creyo percibir un debil destello en una alta ventana; pero tambien esto podia ser una ilusion.
Habia llegado al patio por un camino deliberadamente sinuoso que le llevo al fin a una insignificante entrada lateral contigua a las caballerizas. Si Tarod le estaba vigilando, lo mas probable era que fijase la atencion en la puerta principal que, segun podia ver Drachea, estaba abierta. Si se mantenia en la oscuridad, podria alcanzar su meta con poco peligro de ser visto... y asi, tratando de calmar los latidos de su corazon, salio y se refugio en la sombra de la negra pared y empezo a andar furtivamente a lo largo de ella. No ocurrio nada alarmante; en una ocasion creyo percibir un movimiento confuso como si algo sensible se hubiese separado del pie de un contrafuerte y deslizado sobre las losas; pero solo era fruto de su imaginacion, y al fin llego al abrigo de la columnata. Aqui podia confundirse facilmente con las oscuras siluetas de las columnas y, moviendose despacio y con cautela, llegar a la puerta que conducia a la biblioteca del sotano.
Cuando llego a la escalera, su resolucion flaqueo, pues se dio cuenta de que Tarod podia estar esperandole en la biblioteca, pero se obligo a rechazar esa idea. Si vacilaba ahora, viendo demonios en cada esquina, igual podia volver a su habitacion y esperar a que la locura o la venganza de Tarod, o ambas cosas, viniesen a buscarle. Tenia que empezar su trabajo y nada ganaria con demorarlo.
Cautelosamente, aunque imaginandose que cada pisada sonaba como un trueno, empezo a bajar la escalera.
Cyllan estaba al pie del bloque macizo de madera negra situado en lo que se creia que era el centro exacto del Salon de Marmol. Tenia los ojos cerrados y sus labios se movian en silencio, en una ferviente plegaria a Aeoris para que la protegiese, aunque no se atrevia a especular sobre si el dios consideraria oportuno hacerlo, en vista de lo que ella se proponia realizar. Los nervios le atacaban el estomago, produciendole una impresion de mareo, y aunque el instinto la apremiaba para que alargara las manos y las pusiese sobre el bloque, no se atrevia a tocarlo. Al pasar por delante de las siete estatuas negras y sin cara, que se alzaban misteriosas entre la niebla, habia vacilado, y solo repitiendo en silencio las palabras de Tarod habia podido seguir adelante. Pero habia llegado hasta tan lejos... por mor de el, por mor de ambos, que debia mirar al frente y no hacia atras.
El silencio y la quietud eran absolutas. Una vez se habia imaginado que oia el sonido lejano y amortiguado de una campana, y otra vez, el eco de una risa tenue, apagada, casi fuera del alcance del oido humano, habia parecido