La niebla gris nublaba todavia su vision, pero pudo ver a traves de ella los cabellos negros como el ala de un cuervo, las duras facciones, los ojos verdes. Unos dedos frios tocaron su cara ardiente, y oyo que Tarod decia con una voz que parecia llegar de muy lejos:

— Tranquilizate. Estas a salvo... El no puede alcanzarte, no puede tocarte. Conmigo estas a salvo, Cyllan...

Ella trato de hablar, pero se quedo sin respiracion al aumentar terriblemente su dolor. Su mano agarro convulsivamente los cabellos de el: el la sujeto con fuerza, y su voz fue ahora mas amable de lo que ella habia creido posible.

—Tranquilizate, Cyllan. Ya no podra hacerte mas dano. Duerme... Yo te curare. Ahora duerme...

Sus palabras eran como un balsamo, y Cyllan se aferro a ellas. Tarod seguia sujetandole la mano, y sintio que su dolor se estaba miti gando y que sus sentidos se apaciguaban en un calido reflujo, hasta que una tranquila oscuridad lo envolvio todo.

Drachea... ?No!

Las palabras brotaron confusas de los labios de Cyllan. Habia estado sonando y, en su sueno, Drachea se habia vuelto contra ella; tenia una cara diabolica y blandia una espada que brillaba como plata fundida sobre un fondo rojo de sangre. Se retorcio convulsivamente y oyo el suave ruido de un almohadon al caer al suelo. Entonces una mano poderosa le sujeto un hombro, empujandola hacia atras y obligandola, delicada pero firmemente, a estarse quieta. Al darse cuenta de que no estaba sola con su pesadilla se calmo, y sintio que sus musculos se relajaban poco a poco.

—Cyllan. El sueno se ha acabado. No tienes nada que temer.

Despierta a medias, habia esperado oir la voz de Drachea, y el tono inesperado pero familiar de aquellas palabras hizo que abriese los ojos, con subita alarma.

Estaba en la habitacion de la cima de la torre, yaciendo en el largo divan. Tarod estaba sentado a su lado y le acariciaba delicadamente la frente con una mano. Cyllan levanto la suya y le agarro los dedos en un mudo ademan de gratitud que hizo que una debil sonrisa se pintase en los labios de Tarod; despues, todavia confusa, trato de articular unas palabras.

—Pensaba que era... —Entonces recordo y respiro con fuerza—. ?Oh, dioses! Drachea...

— Drachea intento matarte — le dijo Tarod, y la suavidad de su tono fue contrarrestada por la colera fria que expresaban sus ojos—. Fue una suerte que yo te encontrara antes de que pudiese terminar lo que habia empezado.

Ahora recobro del todo la memoria y empezo a sentirse mareada.

— Entonces, aquella luz... — murmuro —. Eras tu...

Miro su propio cuerpo. Ya no sentia dolor (solo ahora se daba cuenta de ello) y no habia el menor rastro de sangre. La herida que le habia infligido Drachea se habia cerrado como si nunca hubiese existido. Levanto rapidamente la mirada y la fijo de nuevo en la de Tarod, sin comprender, y el dijo en voz baja pero ironica:

—Si, es mas de lo que habria podido hacer ningun curandero. Hay ocasiones en que un poder como el mio tiene sus ventajas.

Cyllan trago saliva.

—Gracias...

Tarod iba a rechazar instintivamente su agradecimiento, pero se contuvo. Esa reaccion podria ser facilmente mal interpretada, y estaba ansioso de no confundirla. Alargo una mano hacia una mesa que habia a su espalda, tomo una copa y se la ofrecio.

—Bebe esto —dijo y sonrio de nuevo, esta vez con un matiz de humor—. No te vigorizara, puesto que aqui la comida y la bebida son irrelevantes, pero te calentara. Y me imagino que no has probado un buen vino desde la investidura del Sumo Iniciado.

Le estaba recordando su segundo encuentro, cuando el la habia defendido contra el vinatero truhan, y asomaron lagrimas a los ojos de Cyllan. Esta pestaneo para contenerlas, furiosa consigo misma por mostrarse conmovida, y tomo la copa. Mientras sorbia el vino, sus ojos ambarinos miraron por encima del borde, con incertidumbre, a Tarod, y al fin pregunto:

— ?Por que me salvaste?

— ?Por que?

Parecio sorprendido por la pregunta y ella asintio con la cabeza.

— No me debes nada. Cuando... nos separamos... pense...

—?Que eramos enemigos? —dijo Tarod, terminando la frase—.

No, Cyllan. No siento enemistad por ti; en realidad... — Se interrumpio y, por un instante, la incertidumbre se pinto en sus ojos verdes; pero pudo dominarse y sacudio la cabeza—. Puedes juzgarme como te parezca adecuado. Viste los documentos del Sumo Iniciado y mucho de lo que se dice en ellos corresponde a la verdad, tal como Keridil la veia. —Entorno los ojos—. No puedo negar lo que soy y, si me miras como a un enemigo, no puedo esperar nada mejor. Pero, demonio o no, te salve la vida porque queria... protegerte. —Encogio los hombros—. Tal vez esto te parezca una palabra vana. Si es asi, puedes interpretarla como te plazca.

Demonio o no... Cyllan percibio ironia en su voz y sintio un nudo en la garganta, producido por una emocion que no se atrevia a permitir que se apoderase de ella. Fuera lo que fuese en realidad, Tarod no era un demonio. Este termino era mas adecuado para Drachea, que se habia vuelto contra ella, la habia condenado sin previo juicio y se habia erigido en juez y verdugo.

Cyllan habia resuelto no llorar nunca, y menos en presencia de Tarod, pero tuvo la terrible impresion de que estaba a punto de perder su aplomo y echarse a llorar. Su aliado la habia traicionado; su enemigo la habia salvado la vida, y los viejos sentimientos, que habia hecho todo lo posible para sofocar desde su llegada al Castillo, estaban saliendo de nuevo a la superficie.

Su mano empezo a temblar y Tarod tomo la copa de ella. La dejo sobre la mesa y despues asio de nuevo los dedos de Cyllan, pero esta vez con mucha suavidad.

—?Por que trato Drachea de matarte? —pregunto.

Ella se mordio el labio. No queria pensar en lo que habia ocurrido, pero tenia que enfrentarse a ello.. , y tenia que decir la verdad. Al menos le debia esto a Tarod.

—El... descubrio que yo habia estado aqui —dijo, en voz tan baja que las palabras eran apenas audibles—. Estaba... me estaba reganando porque no me hallo a su lado cuando empezo a recobrarse de... — se interrumpio, trago saliva y prosiguio, haciendo un esfuerzo— de lo que le habia sucedido. A mi me irrito su injusta actitud y le dije... le dije... —y esta vez no pudo terminar.

El empezo a comprender.

—Entonces, saco la conclusion de que eras... digamos ?una victima complaciente?

Ella asintio con la cabeza. El recuerdo de la cara contraida de Drachea, de su injusticia, de su crueldad, asomo del rincon oscuro de la mente donde habia tratado de encerrarlo y, con el, surgio una colera ardiente y amarga. Incapaz de sofocarla, dijo, atragantandose con las palabras:

— Me llamo ramera y serpiente y...

Y de pronto, el dique que se habia esforzado en mantener firme se rompio. Cyllan se cubrio la cara con ambas manos y estallo en lagrimas: la emocion contenida habia destruido el dominio que tenia de si misma. Sintio que los brazos de Tarod la rodeaban y se apreto contra el, ocultando el rostro en los revueltos cabellos negros. El no dijo nada, solamente la retuvo, y el alivio de poder llorar sin miedo de rechazo o de desprecio fue como un balsamo para Cyllan.

Finalmente, la tormenta de llanto amaino. Tarod no hizo nada por soltarla y, en definitiva, fue ella quien se desprendio de sus brazos, poniendose dificultosamente de pie y caminando hacia la ventana. Se enjugo la cara con ambas manos, dejando tiznajos en las mejillas, y dijo en tono confuso:

— Disculpa.

—No tienes que disculparte de nada. He conocido a muchos Adeptos que habrian llorado con menos motivo.

Ella sacudio la cabeza.

— No; no me refiero solamente a esto.

Queria mirarle, leer la expresion de sus ojos, pero no se atrevia a hacerlo por miedo de lo que podria ver. Respiro hondo, consciente de que debia decir lo que sentia, ahora o nunca. Si habia juzgado mal a Tarod, su error la heriria profundamente. Pero sentia que nada tenia ya que perder, y la emocion le dictaba lo que la razon habia sido

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