Grimya avanzo despacio, recelosa, medio esperando todavia que esta nueva manifestacion se desvaneciera ante sus ojos. Olfateo las cuerdas, los postes de madera. Reales. No habia la menor duda de ello.

—El demonio debe de saber que no nos dejaremos enganar una segunda vez por un puente que se desvanezca cuando intentemos cruzarlo —dijo Indigo con suavidad—. Volvera a intentar matarnos; pero no aun.

«?Entonces quiere que continuemos nuestra busqueda de la puerta?»

—A lo mejor es eso. O a lo mejor ya no puede impedirnoslo.

Indigo probo el puente con un pie, cautelosa. A pesar de su apariencia fragil parecia capaz de soportar su peso. Penso en Fenran, luego en Nemesis; y el odio florecio en su corazon. No permitiria que aquel ser diabolico se burlara de ella y la atormentara: si aquello era un desafio, estaba dispuesta a enfrentarse a el.

—Debemos seguir adelante, Grimya. Sabemos lo que tenemos detras, y no nos ofrece ninguna esperanza. Este es el unico camino.

Grimya fue a colocarse junto a ella, mirando todavia el puente con cierta indecision. Luego se sacudio con fuerza.

«Tienes razon. No existe ningun otro sendero que podamos seguir si esperamos encontrar la salida a este lugar. Pero... hagamoslo deprisa.» Sus ojos se clavaron en los de Indigo. «?Antes de que me domine el miedo!»

La travesia resulto una experiencia de pesadilla. A pesar de la ansiedad de Grimya —que Indigo compartia en su interior— por alcanzar el otro lado de la sima tan deprisa como fuera posible, el puente de cuerdas y tablas se balanceaba de tal forma cada vez que movian un pie que no se atrevieron a avanzar de otra manera que no fuera a un paso terriblemente lento y tambaleante. Al tiempo que se sujetaba firmemente a las cuerdas a cada lado de ella, e intentaba no pensar en el destino que les aguardaria si cediera uno solo de los ramales, Indigo mantenia la mirada fija en Grimya, que avanzaba tambaleante y cautelosa con las patas bien extendidas delante de ella, hasta que al fin, tras lo que parecio una eternidad, saltaron del ultimo madero oscilante a tierra firme.

Delante de ellas el valle se alzaba vertiginosamente para convertirse en un desfiladero que serpenteaba entre dos elevados picos, y se perdia entre las sombras. No resultaba atractivo; la intensa penumbra podia ocultar gran cantidad de horrores o de peligros, y no habia forma de saber hasta donde se extendia aquella hendidura que corria por entre las montanas. Indigo levanto la vista hacia el inquietante cielo rojizo y el monstruoso sol negro que flotaba inmovil, y reprimio el temor que la embargaba. No conseguiria nada disimulando; ella y la loba debian hacer frente al desfiladero, ya que no habia otro lugar por donde ir.

En cierta forma para tranquilizarse a si misma tanto como a la loba, estiro la mano y dio unas palmaditas a Grimya en el lomo.

—?Estas lista?

«Lista.»

Las orejas de Grimya permanecian aplastadas contra su cabeza, pero reprimio su reluctancia ya que, sin que mediara ninguna otra palabra entre ellas, penetraron en el desfiladero.

La oscuridad las envolvio como un ala enorme y fria. Indigo se nego a volver la cabeza para mirar sobre su hombro hasta estar segura de que el puente debia de haberse perdido de vista; la tentacion de volverse y correr de vuelta hacia lo que parecia una relativa seguridad era ya muy poderosa, y temia no ser capaz de resistirla. Era consciente, tambien, de los peligros desconocidos que podian acecharlas, y sus ojos se movian constantemente, buscando de un lado a otro, alerta a la mas minima indicacion de peligro.

Durante algun tiempo anduvieron en silencio, roto tan solo por sus propias pisadas y el sonido de las patas de Grimya. El silencio resultaba misterioso y anormal; llenaba la imaginacion de ideas malsanas, y por fin Indigo no pudo soportarlo por mas tiempo. Tenia que hablar —cualquier palabra por muy sin sentido que fuera, era mejor que aquel permanente y terrible vacio— y empezo a decir:

Grimya...

La palabra murio en sus labios cuando una voz gigantesca y aterradora irrumpio en el valle procedente de la nada, un silbido titanico que se estrello contra sus oidos en una demencial barrera sonora. Indigo aullo aterrorizada, llevandose ambas manos a los oidos y abandonado el sendero tambaleante para ir a chocar contra la pared de roca; con la vision empanada por las lagrimas que la conmocion y el sobresalto le habian provocado, vio como Grimya se agachaba y giraba sobre si misma como un perro enloquecido y acorralado mientras buscaba en vano el origen del espantoso estruendo.

El sonido continuo, ampliandose y golpeando el cuerpo y el cerebro de Indigo como una onda psiquica. Entonces, de repente, el silbido se transformo en una monstruosa cascada de carcajadas enloquecidas que la hizo chillar de nuevo —aunque su voz quedo totalmente ahogada por el violento ataque sonoro— y se detuvo. Sus fuertes ecos se desperdigaron por las montanas, retrocediendo y desvaneciendose hasta que el valle se hundio de nuevo en el silencio.

Indigo abrio los ojos muy despacio. Estaba de rodillas, el rostro apretado contra la pared del acantilado, las manos aferradas a la inexpugnable piedra como si en su terror ciego hubiera intentado abrirse paso a traves de ella para huir del terrible ataque. Tenia las unas de las manos rotas y brotaba sangre de debajo de ellas; sentia el escozor de aranazos en sus mejillas, y la sien le dolia alli donde habia chocado con la roca. No podia creerlo, no podia asimilarlo. Su cuerpo se estremecio victima de una serie de terribles y violentos escalofrios y se arrastro lejos de la pared, dando boqueadas, esforzandose por recobrar el aliento.

A su espalda, un debil gemido interrumpio el monstruoso silencio. Y alli estaba Grimya, el vientre aplastado contra el suelo, los colmillos al descubierto, temblando como poseida por un terrible mal. Los ojos de la loba miraban sin ver; cuando Indigo se arrastro junto a ella y la toco, el animal dio un respingo como si le hubieran disparado, y tan solo cuando la muchacha paso sus brazos alrededor de su grueso cuello peludo y la abrazo con fuerza regreso a la mirada de la loba un cierto grado de inteligencia.

«Qu... qu...» Incluso telepaticamente, Grimya era incapaz de articular su pregunta. «Que fue...»

—No lo se...; que la Madre Tierra nos ayude, Grimya, ?no lo se!

Una piedra se movio bajo su pie y sintio como todo su cuerpo se ponia en tension con momentaneo terror, como si el menor ruido extrano pudiera provocar el regreso de aquella voz monstruosa.

«?Nunca habia oido nada tan horrible!»

Grimya empezaba a recuperar el control en cierta medida; se sento muy erguida, sacudiendo la cabeza.

«Me duelen... los oidos.» Parpadeo con rapidez. «?Crees que fue otra de las jugadas del demonio?»

—No lo se: solo espero que si. Si en estas montanas habita algo lo bastante grande como para poseer una voz como esa, no quiero arriesgarme a un encuentro con el.

Indigo se puso en pie tambaleante, y sus ojos se entrecerraron mientras examinaba el sombrio sendero que tenian delante. Nada se movia, nada alteraba el silencio, y la colera empezo a reemplazar la cada vez menos aguda conmocion de su cerebro.

—Creo que Nemesis nos esta gastando malas pasadas —dijo, no sin cierto veneno—. Su primer intento para matarnos fracaso; de modo que ahora intenta aterrorizarnos, y conseguir que caigamos victimas mas facilmente de su segundo intento.

«Prefiero creer esto que creer que un monstruo gigantesco nos acecha. Al menos, con el demonio sabemos a que nos enfrentamos», repuso Grimya con pasion. «Debemos seguir sin perder un instante. Hay que demostrarle a esta criatura que no le tememos.»

Tenia razon. Indigo se quito el penetrante polvo marron rojizo de las ropas y se paso su aspera lengua por los labios resecos.

—Si..., pero debemos estar doblemente en guardia a partir de ahora.

El sendero serpenteaba por entre las cumbres, ascendiendo de forma gradual pero constante a medida que penetraba mas y mas en las montanas. De momento no habia habido mas ilusiones, ni ningun nuevo signo de los trucos de Nemesis, pero Indigo permanecia en constante alerta. De cuando en cuando levantaba la vista hacia la anormal estrella que parpadeaba tristemente sobre ellas. Su posicion en el cielo permanecia inalterada, y recordo

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