Sonrio. Fue una sonrisa rencorosa y privada; la sonrisa del depredador que huele a su presa.
—
Y sin esperar una respuesta, empezo a correr hacia el contrafuerte y la curva del sendero.
Oyo como la loba echaba a correr en pos suyo, pero no redujo la velocidad ni la espero. El contrafuerte estaba tan solo a unos metros de distancia; el sendero, mas empinado de repente, la obligo a avanzar mas despacio ahora, cuesta arriba, y su pulso empezo a latir muy aprisa, y no solo a causa del esfuerzo fisico. Entonces, de improviso, llego a la altura del contrafuerte, lo rodeo, penetro en la pronunciada curva...
Indigo se detuvo y contemplo contrariada el panorama que se extendia ante ella.
Su deseo le habia sido concedido. El desfiladero habia llegado a su final, y a causa de su temeridad de un momento parecia haberlas conducido a las dos a un callejon sin salida. Justo delante de ella tenia un valle de abruptas laderas, encerrado por altos riscos que se alzaban imponentes hacia el cielo color carmesi. No habia sendero que condujera hasta aquellas laderas; su camino sencillamente torcia hacia abajo en direccion al valle. Y todo el suelo del valle estaba cubierto por un lago gigantesco, inmovil, opaco, y cuya profundidad resultaba imposible de adivinar.
La loba bajo la cabeza de nuevo, y su nariz se puso a temblar, mientras olfateaba con avidez. De pronto dio un paso hacia adelante y se dejo resbalar, con gran cuidado, un corto trecho ladera abajo en direccion a la superficie del lago.
—
Indigo arrugo la frente, perpleja.
—?Que quieres decir?
?Niebla! Una esperanza irracional broto en Indigo cuando recordo la forma en que las nieblas otonales se reunian en el fondo de los valles de las Islas Meridionales, tomando todo el aspecto de enormes y tranquilas extensiones de agua. Dirigio una rapida mirada a
—Solo existe una forma de asegurarse.
—Espera —le aviso Indigo—. Dejame. Si es algo mortifero, mi bota me facilitara algo de proteccion.
Estiro un pie. La bota se perdio en la blancura, que ondulo y se agito perezosa. No se produjo ningun chapoteo, solo el silencioso movimiento de la masa brumosa.
—Niebla. —Intento reprimir la excitacion de su voz—. No es un liquido; niebla. Si es aire respirable, y no alguna especie de veneno...
—Tendremos que averiguarlo. —Indigo tanteo con su pie, dejandose resbalar un poco mas por la ladera—. Todavia noto roca solida. Si vamos con cuidado, no creo que nos hagamos dano.
Con gran cautela, se introdujeron en la densa niebla.
Resulto una experiencia muy particular, como hundirse despacio en un mar en calma; a medida que descendian, la bruma se elevo y choco suavemente contra sus piernas, sus cuerpos, sus barbillas, hasta que por ultimo quedaron sumergidos en un extrano y embozado mundo blanco. Gotitas de humedad se pegaron a sus cabellos y a las ropas de Indigo; en cuestion de segundos las ropas de la muchacha quedaron heladas y pegadas a su piel, pero despues de la aridez del canon agradecio aquella sensacion.
La inclinacion de la ladera empezo a decrecer, y de repente Indigo sintio algo debajo de sus dedos que no era piedra. Miro al suelo, y distinguio una espesa almohada de lo que parecia hierba bajo sus manos; cerro una de ellas y arranco unas pocas briznas que examino mas de cerca. Hierba, si; o algo parecido a la hierba: pero
—Creo que estamos cerca del fondo.
Su voz sono extranamente uniforme; la niebla no devolvia ningun eco. Ahora podia ponerse en pie, ya, sin temor a caer. Tres pasos mas, y la ladera se allano hasta convertirse en terreno liso cubierto por aquella misma extrana hierba azul.
No parecia importar demasiado; lo mas probable era que, cualquiera que fuese la direccion que tomaran, su ruta serpenteara. Y eso en si mismo podria ser un peligro, ya que si perdian el contacto con las laderas del valle podian encontrarse vagando para siempre en este mundo blanco sin encontrar la salida jamas.
Indigo se volvio hacia la izquierda, y senalo al interior de la niebla.
—Iremos por aqui —dijo—, pero nos mantendremos en la zona en la que el terreno empieza a alzarse, de modo que si queremos trepar para salir de aqui encontremos la ladera con facilidad.
La cola de
«Eso
—?Quien sabe? —Indigo sonrio con tristeza—. Hemos de esperar y ver.
Indigo empezo pronto a preguntarse si no estaria dormida y sonando, en lugar de despierta. El tiempo y las dimensiones no tenian un significado distinguible en aquel fantasmal mundo de oscilante blancura; parecia como si llevaran una eternidad por entre inmutables velos de humeda nada, avanzando como nadadores a la deriva, por una corriente perezosa e interminable. La niebla creaba extranos fantasmas, formas que se estremecian en los limites