—Nemesis: ?estaba aqui, atormentandome! Vi... —Sacudio la cabeza.
—No..., no quiere matarme,
Indigo extendio la mano y toco la pared, no muy convencida de que no fuera a desvanecerse en el aire como habia sucedido con tantas otras cosas. Pero era real... y su suavidad era demasiado completa, demasiado uniforme para ser natural.
Una risita desagradablemente familiar susurro por entre la niebla a su derecha, y se volvio a toda prisa, paseando a lo largo de la pared. Delante de ella, algo quebraba la simetria del marmol, y cuando se acerco mas, descubrio que el muro quedaba interrumpido por un arco, dos veces su propia altura, abierto en la piedra. Mas alla del arco —donde, curiosamente, la niebla no penetraba— todo era oscuridad.
Se volvio para mirar a
—Voy a entrar. No tienes que entrar conmigo,
Dio un paso hacia adelante y atisbo en las negras fauces de la arcada.
Atravesaron bajo el arco, y salieron de las brumas tan de repente que, por un momento, Indigo se sintio desorientada, y a la vez terriblemente vulnerable sin la blanda neblina blanca para envolverla.
El pensamiento se fundio en un molesto escalofrio, un brusco descubrimiento de que algo de aquel corredor le era de algun modo familiar. Se detuvo, clavando los ojos en las veteadas paredes mientras se estrujaba el cerebro; pero no acertaba a dar con la conexion.
Dejando a un lado la pregunta no contestada, Indigo fue a reunirse con ella, y vio que el pasillo terminaba en un tramo de escalones que torcia oblicuamente hacia abajo. La sensacion de que aquello le era conocido regreso, esta vez con mas fuerza; pero de nuevo su naturaleza se le escapo cuando intento asirla.
—Si..., si, creo que deberiamos hacerlo.
Fue ella quien se puso a la cabeza esta vez, mientras
Entonces le vino a la mente de pronto, y la revelacion resulto tan desconcertante que se detuvo en seco, con un espantoso y estrangulado sonido aprisionado en su garganta.
—No... no puedo. —Indigo se sintio como si se ahogara mientras contemplaba la puerta con creciente horror—. Es... ?No puedo! —Empezo a temblar de forma incontrolada.
Oh, desde luego; habria luz sin la menor duda. La calida y confortable luz del fuego que ardia en la gran chimenea de la habitacion situada al otro lado de la puerta. Lo conocia todo: el pasillo, estas escaleras, el arco, la sala, porque le era tan familiar como su propio cuerpo. Lo habia conocido toda su vida, y el hecho de que las dimensiones estuvieran algo desproporcionadas, y el granito se hubiera transformado en marmol, no importaba en absoluto.
Estaban en Carn Caille.
Le resultaba imposible moverse. Los ganidos y empujones que le daba
—Oh, pero yo si... —Las palabras chirriaron a traves de los dientes de Indigo.
Despacio, casi sin darse cuenta de lo que hacia, bajo un escalon, y percibio un desigual declive del marmol, un lugar donde un pedazo del escalon se habia roto hacia tantos anos que el aspero reborde estaba ahora liso de tanto pisarlo. Seria el quinto escalon desde el pie de la escalera... Miro, conto, y se mordio la lengua cuando su recuerdo se vio confirmado. En una ocasion habia caido en aquella escalera, tenia entonces seis anos, e Imyssa la habia consolado y lavado la herida con uno de sus unguentos de hierbas...
El temblor se convirtio en violentas convulsiones que sacudieron su columna vertebral. Bajo otro escalon.
Esto era lo que Nemesis habia querido decir cuando le habia echado en cara sus propios deseos.
Indigo avanzo dando un traspie y se agarro a la piedra esculpida que enmarcaba la entrada. No podia huir de aquello: no habia ningun sitio al que pudiera ir. No podia hacer mas que enfrentarse a ello,
Todo estaba tal y como ella lo habia conocido. Alli estaban las altas ventanas, con las cortinas echadas por ser de noche. Alli estaban las largas mesas de los banquetes, aunque tambien ellas, al igual que las paredes, habian sido convertidas en marmol. Alli estaba la magnifica chimenea con el fuego encendido; pero las llamas no tenian el reconfortante color dorado y anaranjado del fuego autentico. En lugar de ello, ardian con un palido color azul nacarado, y no desprendian el menor