Hizo lo que se le decia y el hechicero cerro tambien los ojos, murmurando entre dientes. Al cabo de unos instantes se produjo un vivo resplandor en el aire, y una brillante bola de fuego verde se materializo sobre su cabeza. Estuvo flotando alli durante unos segundos antes de retorcerse en pleno aire, dividirse y adquirir la parpadeante forma de dos salamandras verdes y rojizas que se acomodaron en sus extendidos antebrazos. Tal y como Jasker le habia advertido, sintio una oleada de calor procedente de sus cuerpos translucidos; pero no era mas que el hormigueante calorcillo que se siente al estar sentado cerca de un buen fuego en el invierno. Unas garras doradas se clavaron ligeramente en su piel; diminutos ojos, como piedras preciosas, la miraron con una inteligencia diferente a la suya; y ardientes lenguas color escarlata, de punta bifida, lamieron el aire y lo hicieron chisporrotear.

Indigo vio como Grimya retrocedia ante aquellos luminosos seres, pero ella, por su parte, no sentia el menor temor; mas bien una sensacion de admiracion por el hecho de que tales criaturas estuvieran dispuestas a aceptarla de tal forma. Miro a Jasker, con ojos brillantes, y el hechicero dijo:

—Id, pues. Indigo. Estare esperando.

Grimya lanzo un ganido: no le gustaba nada la repentina carga electrica que adquirio la atmosfera cuando las salamandras alzaron la cabeza y sisearon. La joven bajo los ojos hacia ella y sonrio tranquilizadora.

«Todo va bien, querida. No nos haran dano. Vamos ya: ve delante por el sendero. »

Por un momento Grimya la contemplo dubitativa, pero no respondio. En lugar de ello dio la vuelta y se alejo corriendo. Indigo le dirigio un ultimo saludo con la cabeza a Jasker y la siguio.

Tomaron la ruta mas corta que descendia por la ladera de la Vieja Maia; luego subieron por el barranco en el que Indigo se habia encontrado, en un principio, con la fortaleza de Jasker y resiguieron a toda prisa el sendero que conducia de regreso al rio y a la carretera. Otras salamandras convocadas por el hechicero —diminutas llamas vivientes que flotaban y danzaban a lo largo del camino las iban iluminando. Avistaron las puertas de acceso a las minas justo cuando los ultimos mineros subian al carromato descubierto que les conduciria de regreso a Vesinum. Los capataces, habia dicho Jasker, saldrian dentro de una media hora, e Indigo y Grimya se sentaron a esperar mientras el hechicero se retiraba para realizar sus preparativos.

El corazon de la joven latia de forma muy irregular cuando la entrada de la mina aparecio en su campo visual. Durante todo el trayecto montana abajo, Grimya habia intentado persuadirla de su plan, e incluso Jasker le habia aconsejado en un principio que tuviera paciencia. Le dijo que si no dedicaba mas tiempo a cuidar los detalles y tomar precauciones correria un gran riesgo. Pero Indigo habia hecho caso omiso de ambos. Se les ofrecia una ocasion inesperada de coger por sorpresa a Quinas, y ella no pensaba dejarla escapar. Al final habia costado poco convencer a Jasker para que

aceptara su punto de vista; su propio odio por el capataz fue acicate suficiente. Grimya, no obstante, seguia sin sentirse muy feliz: temia por la seguridad de su amiga, y tan solo la promesa de Indigo de que tomaria todas las precauciones posibles habia aplacado lo suficiente a la loba como para que consintiera, finalmente y de mala gana, en tomar parte.

Delante de ella, el animal se habia detenido en un lugar desde el que tenia una buena vision del sendero que llevaba a la mina. La loba volvio la cabeza e Indigo oyo su silenciosa llamada.

«Puedo ver el lugar. No se distingue a nadie aun. »

«Muy bien. Me acercare mas. »

Avanzo hasta que pudo vislumbrar la cabana del guarda, una silueta angulosa entre las sombras naturales de la pared rocosa; entonces Grimya le advirtio:

«No mas cerca. Los pequenos dragones despiden mucha luz y te verian. »

La muchacha asintio y se agazapo detras de un promontorio. El plan que le habia esbozado a Jasker era muy simple, pero debia resultar efectivo; y, tal y como habia dicho, ella seria un cebo ideal para la trampa. Cuando se enfrentaron en Vesinum, fue muy consciente de que Quinas la habria matado de buen grado, si no hubiera sido por el hecho de que era una forastera, una desconocida que pudiera poseer mas influencias de las que las apariencias daban a entender. Delante de toda la poblacion de la ciudad no se hubiera arriesgado a cometer tal acto; esta vez, no obstante, sin testigos y bajo la provocacion a la que pensaba someterlo, contaba con una reaccion muy diferente.

La luz de una antorcha brillo de repente junto a la cabana, y largas sombras se proyectaron sobre el irregular suelo. Indigo se echo hacia atras, apretando con fuerza su espalda contra la pared, mientras Grimya, el vientre casi pegado al suelo, cruzaba como una sombra a toda velocidad el sendero de la mina para desaparecer en la oscuridad del otro lado. Unas voces y el ahogado golpear de cascos rompio el silencio; luego se escucho el metalico gemido de las puertas al abrirse. Al cabo de unos momentos, tres hombres a caballo y con unos hachones salieron de las minas.

Reconocio a Quinas de inmediato. Iba en cabeza, con sus companeros siguiendolo con aire deferente; a la luz de la antorcha su rostro era claramente visible. Una de las salamandras lanzo un agudo y excitado chillido, e Indigo se planto en el camino.

—?Quinas!

Su voz resono con fuerza entre las rocas. Los jinetes se sobresaltaron y detuvieron en seco sus monturas. El aludido busco el lugar del que procedia la voz; y su rostro se quedo helado.

—Vos...

Indigo le sonrio con ferocidad.

—Tenemos una cuenta que saldar, capataz Quinas. ?Pienso obtener una satisfaccion aqui y ahora!

Uno de los companeros de Quinas siseo:

—En el nombre de Charchad, ?que son esas cosas?

El capataz levanto una mano, exigiendo silencio. Su caballo golpeo inquieto el suelo, temeroso de las salamandras; el tiro con furia de las riendas para calmarlo y dijo:

—Bien, saia Indigo. ?Que clase de truco es este?

—No es ningun truco, escoria. ? Son simplemente siervos de la Diosa Ranaya, cuyo nombre vos y los de vuestra ralea habeis blasfemado!

Retrocedio, orquestando sus movimientos como ella y Jasker habian preparado de antemano con mucho cuidado. Un paso, dos, tres; se detuvo.

—?Que sucede, Quinas? ?Teneis miedo de mis amigas? ?Temeis que puedan quemar vuestra retorcida y negra alma si os acercais demasiado? —Las salamandras, al escuchar la frase convenida, se alzaron sobre sus patas traseras, siseantes, e Indigo levanto los brazos—. ?No esperaba menos de un cobarde seguidor de Charchad!

Los mutados ojos de Quinas brillaron enfurecidos.

—?Hereje cachorro de furcia! —Espoleo su caballo hacia adelante, forzando al animal cuando este se mostro reacio—. Debiera haber acabado contigo en Vesinum...

—?Arriesgar vuestro rastrero pellejo ante una mujer con un cuchillo? —se mofo Indigo—. ?No vos! Preferis mostrar vuestra hombria con ninos indefensos, ?no es asi, Quinas? Preferis patear e injuriar a pobres criaturas como la esposa del minero. ?Le resultan mas faciles de dominar a los gusanos de cloaca como vos!

Uno de los otros hombres dijo colerico:

—Quinas, dejadme...

Pero el capataz le hizo un nuevo gesto para que callara.

—Guarda silencio, Reccho —repuso, y sonrio friamente—. Esta perra parece decidida a buscar

pleito tan solo conmigo, y resultaria grosero no complacer a una dama. —Tenia dominado el caballo, ahora, y empezo a hacerlo andar despacio y con firmeza hacia Indigo—. Si esta decidida a suicidarse es cosa suya; cuando haya terminado con ella, puedes quedarte con sus restos, si es que te interesan.

«Grimya. » Indigo proyecto una silenciosa llamada. «?Estaspreparada?»

«?Preparada!», llego con rapidez la respuesta.

La muchacha dio otros dos pasos hacia atras y dijo en voz alta:

—Lindas palabras, Quinas. ?Pero careceis del valor para ponerlas en practica!

Las salamandras sisearon de nuevo, amenazadoras, y sus lenguas llameantes se precipitaron fuera de sus bocas, Quinas hizo una mueca burlona:

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