—Vuestras amiguitas no me impresionan, perra. ?Y no tardaran en abandonaros cuando sufrais el castigo de Charchad por vuestra blasfemia!

Mientras hablaba, hundio con fuerza los talones en los costados de su caballo y el animal salto hacia adelante, relinchando en senal de protesta. Indigo habia estado esperando su intento de tomarla por sorpresa, y retrocedio a toda velocidad, mientras las salamandras se alzaban sobre sus patas y lanzaban agudos chillidos, en el mismo instante en que Quinas espoleo su caballo contra ella.

—Jasker! —resono la voz de la joven—. ?Ahora!

Una oleada de tremendo calor la golpeo hacia atras cuando una blanca llamarada surgio de la nada con la velocidad del rayo, chisporroteando por el sendero que se abria frente a Quinas. Su caballo relincho y empezo a dar vueltas. Al advertir el peligro, el capataz torcio la cabeza y les grito a sus amigos que se alejaran.

«?Grimya!»

Indigo utilizo toda la energia que pudo reunir en su grito telepatico, y al instante se escucho un aullido de respuesta que salia de la oscuridad: el grito del lobo en busca de presa. El caballo de Quinas se encabrito, atrapado entre el terror al fuego y el terror a los depredadores, y de repente los dos companeros del capataz penetraron a toda velocidad en el canon, sus monturas desbocadas, mientras Grimya grunia y lanzaba dentelladas a sus patas. Los caballos chocaron, un hombre cayo al suelo, e Indigo escucho gritos procedentes de la entrada de la mina, los centinelas echaron a correr para investigar lo que sucedia.

Las salamandras estaban al borde del histerismo ahora: chillaban y escupian fuego. La joven se volvio para gritar en la oscuridad.

—Jasker! ?Solo Quinas..., solo Quinas!

De la pared rocosa surgio una llamarada, dos columnas de fuego que atraparon a los tres jinetes en una abrasadora jaula. Uno de los centinelas lanzo un alarido de dolor al chocar contra la pared de fuego y retrocedio al momento. De repente, las salamandras saltaron de los brazos de Indigo y atravesaron el aire. Por un instante se convirtieron en veloces bolas de fuego verde, cegadoramente incandescentes; luego, sus cuerpos recuperaron su forma, y con alaridos de triunfo cayeron sin piedad sobre los atrapados hombres.

Aullidos inhumanos desgarraron el aire cuando las salamandras atacaron, el sonido de hombres y caballos presas de un terrible dolor. La joven giro en redondo y, en las tinieblas del canon, detras de ella, vio un contorno humano rodeado por un halo de chispas, con los brazos levantados y la cabeza echada hacia atras, mientras el fuego chisporroteaba en sus manos extendidas.

—?No, Jasker! —aullo, forzando al maximo sus pulmones—. ?Lo quiero vivo!

Una salvaje negativa se estrello contra su mente, y echo a correr hacia adelante, precipitandose en direccion a la reluciente figura del hechicero.

—?No, Jasker, no! ?Decidle que se marchen! ?Grimya, ayudame!

Una forma oscura y delgada aparecio sobre su cabeza, ascendiendo penosamente la empinada ladera, y escucho el aullido de respuesta de la loba. Llegaron hasta Jasker a la vez y se arrojaron sobre el, sin prestar atencion a las chispas y las llamas. Cayo al suelo rugiendo enfurecido, e Indigo grito:

—?Salvad a Quinas! ?En el nombre de Ranaya, salvad a Quinas!

Por un momento el hechicero se quedo inmovil donde ellas lo sujetaban; su atolondrada expresion mostraba sorpresa. Luego, como si alguien lo hubiera abofeteado en pleno rostro, la inteligencia regreso a sus ojos.

—Ranaya...

Echo a Indigo a un lado, se incorporo como pudo y lanzo un agudo silbido. Unos gritos de respuesta le llegaron desde el interior de la pared de fuego, y el hechicero corrio, dando traspies, hacia el pandemonium. La muchacha lo vio acercarse a la pared y arrojarse a traves de ella; al cabo de un momento reaparecio sin el menor rasguno, con un bulto informe sobre los hombros. Sus ojos

se encontraron con los de Indigo y esta vio odio, veneno... Luego arrojo el chamuscado cuerpo de Quinas sobre el suelo y se volvio de nuevo hacia el fuego. Alzo los brazos, grito una palabra y un rio de lava en forma de llamas cayo desde lo alto del despenadero sobre los hombres, penetrando en el canon con un titanico y atronador rugido. Pedazos de llameante magma salieron despedidos por los aires, girando sobre si mismos; la roca fundida se alzo como una enorme ola marina. Y, de repente, las llamas desaparecieron, y todo lo que quedo fue una pared de seis metros de altura de solida piedra pomez que relucia con un apagado tono rojizo.

Indigo retrocedio tambaleante hasta apoyarse en la pared del canon, tanteando en busca de algun punto de apoyo que evitara que sus piernas se doblaran bajo su peso. Grimya corrio a su lado y la muchacha apreto la cabeza de la loba contra su muslo. El corazon le retumbaba bajo las costillas y le parecio como si no hubiera bastante aire en el mundo para respirar. Por fin consiguio absorber una bocanada de oxigeno, y vio a Jasker que se acercaba a ella despacio.

—Esos hombres... —Sentia la garganta irritada; tosio, intentando aclararse la sensacion de ahogo—. Ellos...

—Estan bien muertos ahora. —La voz del hechicero carecia de toda emocion—. Y los guardas de la mina no lograran atravesar esa pared, incluso aunque no teman intentarlo.

Algo parpadeo en la parte superior de la barrera que se solidificaba rapidamente, y aparecio una de las salamandras. Parecio escurrirse fuera de la roca, como un conejo saliendo de un agujero, y durante un breve instante se quedo alli inmovil, contemplandolos. Luego, melindrosamente, mordisqueo algo que sujetaba entre dos de sus garras, levanto la cabeza, y con su oscilante lengua se lamio el hocico. Emitio un chirrido, un sonido conciliador, y despues desaparecio lanzando un destello.

Indigo sintio nauseas.

—Yo no tenia nada contra ellos...

—Eran seguidores de Charchad. Y las salamandras deben recibir su recompensa.

—Pero los caballos...

Los ojos de Jasker se clavaron en los suyos, y su voz se apago cuando vio la expresion del hombre.

—Teneis a vuestro prisionero. Indigo —dijo con calma—. ?No es eso lo que queriais?

—Yo... —Pero era cierto; ella habia hecho su eleccion y la responsabilidad era suya—. Si — murmuro.

Jasker golpeo con un pie la figura caida de Quinas.

—Lo mejor sera ocuparse de el —dijo distante.

Ahora que todo habia terminado. Indigo apenas podia decidirse a examinar a su prisionero. Conteniendo las ganas de vomitar, se agacho a su lado y le dio la vuelta. Sus manos, rostro y ropas estaban chamuscados y las puntas de sus cabellos quemadas; aparte de esto parecia ileso.

—Esta inconsciente, pero vivira —dijo Jasker.

—Si. —La muchacha se incorporo—. Hemos tenido exito..., la verdad es que parece dificil de creer.

El hombre bajo los ojos hacia el inconsciente prisionero, luego meneo la cabeza.

—Fue solo el primer paso. Tenemos un largo camino que recorrer todavia. —Contemplo el canon que se perdia en la oscuridad delante de ellos—. No sirve de nada perder mas tiempo. Lo llevaremos a las cuevas; luego averiguaremos que puede decirnos. —Una siniestra sonrisa hizo que su rostro resultase mas tetrico que nunca en la penumbra—. Ese sera un autentico principio.

Cerca de la entrada de la cueva de Jasker les salieron al encuentro tres nuevas salamandras, diminutas bolas de fuego azules que saltaban agitadamente en el aire por encima de la cabeza del hechicero. Este se detuvo, y escucho algo que solo el podia oir; luego informo a Indigo:

—El estado de esa pobre muchacha, Chrysiva, ha empeorado. Puse a estas criaturas para que la vigilaran mientras estabamos fuera, y me dicen que esta enferma de muerte. —Suspiro—. No es mas que lo que esperaba.

Indigo miro con malevolencia a Quinas, a quien Jasker habia transportado sin el menor miramiento montana arriba como un saco de harina.

—Yo me adelantare —dijo la muchacha—. A lo mejor puedo hacer algo por ella.

—Muy bien. —Aunque la expresion de los ojos del hombre le dijo que este lo dudaba—. Al menos le podeis dar algo de agua. Debe de sentir ya una sed febril.

La joven asintio, y empezo a correr ladera arriba.

Habian dejado a Chrysiva dormida en la caverna principal. Cuando entro, la muchacha se movio e intento sentarse; Indigo palidecio al ver su rostro a la luz de las velas.

Chrysiva estaba a las puertas de la muerte. La enrojecida piel de su rostro parecia haberse hundido y

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