vez mas penoso— y se detuvo para orientarse.

Desde donde se encontraba hasta la cima de la cresta habia una subida de unos quince metros, y aunque la ladera era muy empinada no previo ningun problema. Sonrio salvajemente, luego tomo unos pocos y disciplinados sorbos de su odre —lo suficiente para humedecer su garganta, pero poco mas—, antes de agarrarse a la pared rocosa que tenia a la izquierda y balancearse impulsandose hacia adelante para cruzar la ultima y accidentada seccion del sendero. Por un instante, permanecio con el rostro presionado contra la cresta, todavia sonriente, saboreando la excitacion, la creciente sensacion de triunfo provocada por la descarga de adrenalina. Estaba tan cerca ahora... Unos minutos mas y tendria su meta ante los ojos.

Indigo penso en Quinas y se echo a reir en voz baja con demencial alegria. Quiza deberia de haberlo matado, pero le habia parecido mucho mas apropiado dejarlo para que los elementos acabaran con el en su momento y para que meditara, entretanto, sobre su fracaso y la destruccion inminente de su depravado culto. La risita ahogada se desvanecio y se le seco la boca. Lamio algunas gotas de saliva que habian ido a parar a su mano. Luego levanto la mirada hacia la cresta de la cordillera y ahogo una exclamacion de sorpresa.

La cima era una silueta que se recortaba violentamente contra un fondo de reluciente fosforescencia. Una linea brillante bordeaba la roca como una aureola fantasmal, y a traves de la ladera de la montana. Indigo percibio una peculiar vibracion ritmica que penetraba la piel, la carne y los huesos. Aquello alimento su sentido de la anticipacion y, con el corazon latiendole apresuradamente, puso el pie sobre la ladera e inicio la ascension a la cima.

La vibracion y la luz aumentaron a medida que subia y, cuando llego a la mitad de la ladera, la joven estaba banada de reflejos del extrano resplandor. A medida que se acercaba a la cima fue avanzando con mas cautela, manteniendo el cuerpo aplastado contra las rocas alli donde le era posible. No sabia lo cerca que podian estar los centinelas y le preocupaba correr el riesgo de denunciar su presencia con un movimiento o un sonido imprudente. La bien destacada silueta de su meta se fue acercando, cada vez mas...; entonces, unas manos que tanteaban ensucio alcanzaron la cima y, muy despacio, sin aliento. Indigo alzo la cabeza por encima del borde.

Una abrasadora luz verde le estallo en el rostro. Se echo hacia atras violentamente con una involuntaria exclamacion, volviendo la cabeza a un lado cegada por el resplandor. Se cubrio los ojos con una mano para protegerlos, y por entre el enrejado de sus dedos vio su mano, el brazo pegado a ella y la roca que tenia delante, todo ello brillando con un frio fuego verde, en el cual centelleaban diminutas motas que parecian particulas de polvo plateado. La piel le escocia; se arriesgo a apartar los dedos poco a poco del rostro y dejo que su vision se acostumbrara gradualmente al increible resplandor... Por fin pudo contemplar, por primera vez, el valle de Charchad.

Pero no podia moverse, no podia lanzar el menor sonido mientras sus sentidos luchaban por asimilar lo que veian sus ojos. El valle era como una gigantesca fumarola, un enorme pozo que se hundia vertiginosamente en las entranas de la tierra. De sus profundidades, una incandescencia titanica y monstruosa se abria camino hacia el cielo, decolorando las paredes del valle hasta convertirlas en esqueletos de un blanco verdoso que arrojaban su terrible resplandor a la oscuridad de la noche. Espantosas sombras se movian en las cimas opuestas; haces de una luz nacarada que ridiculizaban los reflectores de la mina bailaban sin orden ni concierto por el enorme y reluciente espacio. Y alla abajo, donde la increible luz se hundia en un rugiente infierno, le parecio ver unas figuras de pesadilla que se movian por entre aquel torbellino con siniestra e implacable determinacion.

Indigo se agarro con fuerza a la desigual roca. Como si el mismo sol hubiera caido a la. tierra. Las palabras de Jasker le vinieron a la mente de forma espontanea y noto como los dientes empezaban a castanetearle incontroladamente. No podia apartar la mirada del valle; sentia calor y frio a la vez sobre su piel, y todo lo que podia hacer era mirar y mirar la espantosa escena que se extendia ante ella.

Era una abominacion. Era un aborto de pesadilla, un cancer sobre la faz del mundo y en el cuerpo de la Madre Tierra. Y Quinas y los suyos adoraban aquella monstruosidad, se deleitaban con su poder, la veneraban...

Sintio como una llamarada en el cerebro, la llamarada de una furia renovada, cuando los sentimientos que habian corroido su espiritu desde la muerte de Chrysiva volvieron a aparecer. No temia a lo que se ocultaba en el valle de Charchad. Tenia fuerzas suficientes, y quiza mas, aun para enfrentarse a Aszareel, el demonio, cualquiera que fuera el autentico nombre o naturaleza del poder bastardo que habia dado vida a aquel horror. Indigo apreto con fuerza los dientes, acabando con el castaneteo. Se sintio sedienta de sangre; en lo mas profundo de su ser experimento el despertar salvaje y vehemente de un instinto asesino. Maldijo mil veces a los cobardes y timoratos cuya resolucion se habia venido abajo en el ultimo instante. Ella no fracasaria. Se enfrentaria al demonio del valle, y el demonio moriria. Moriria por Chrysiva y por todos los demas.

Un movimiento en la periferia de su campo de vision la alerto. Se echo hacia atras con brusquedad, apretando el cuerpo contra la roca y mostrando los dientes en una inconsciente mueca lobuna. La fantasmal luz paso sobre sus manos, destacando los huesos de tal modo que por un momento se vio como un esqueleto viviente; hizo caso omiso del fenomeno y con mucha cautela volvio la cabeza unos centimetros hacia la izquierda.

Dos figuras se movian por la estrecha repisa, un poco mas abajo de donde estaba ella. Bajo el resplandor aparecian borrosas y sin forma, y hasta que no estuvieran mas cerca —lo cual, debido a su andar pausado, les llevaria algunos minutos— seria imposible distinguirlas con claridad. Pero parecia logico suponer que eran los centinelas de los que Quinas habia hablado.

Una amplia y salvaje sonrisa aparecio en su rostro. Retrocedio, moviendose con tanta rapidez y agilidad como una serpiente, hasta que su cabeza quedo por debajo de la cima de la loma; luego giro sobre si misma y se quito la ballesta. Coloco una saeta en ella y tenso la cuerda. Podia disparar, cargar y disparar de nuevo en cuestion de segundos, y los acolitos de Charchad morian igual que cualquier criatura mortal. Solo dos guardas: resultaria muy facil. Y cuando ellos hubieran desaparecido, nada la estorbaria.

Se arrastro hacia adelante de nuevo y atisbo por encima de la cresta. Los dos vigilantes estaban mas cerca ahora, tan cerca que podia distinguir su forma real. Y el corazon casi le dejo de latir, ya que fuera lo que fuese lo que hubieran sido, no eran humanos.

En alguna ocasion, quiza cuando se los saco chillando del vientre de sus madres, habian poseido el potencial para convertirse en hombres; pero el Charchad habia deformado aquel potencial y lo habia convertido en algo tan distante de lo humano que Indigo sintio como se le revolvia el estomago de repugnancia. Todavia mantenian la estructura humana basica de dos brazos, dos piernas y una cabeza; pero la similitud era muy precaria, ya que eran mas parecidos a los fetos ambulantes de algun espantoso troll que a cualquier otra cosa remotamente mortal. Una piel seca y delgada como el pergamino cubria tirante sus cabezas desnudas y enormes; unas bocas colgantes, llenas de carcomidos colmillos, babeaban sobre papadas que se balanceaban abotargadas sobre torsos tan descarnados y flaccidos como los cuerpos de pescados podridos. Y de sus atrofiados brazos y piernas crecian unos apendices de seis dedos, terminados en unas garras rotas y ennegrecidas que aranaban y escarbaban en la piedra mientras desplazaban por la repisa sus cuerpos deformes.

A pesar de su deshidratacion, la bilis obstruyo la garganta de Indigo y abraso su lengua con un sabor de metal oxidado. Le resultaba imposible seguir mirando a aquellos grotescos centinelas. Sin preocuparse de si estaban a tiro ni de calcular el tiempo, cerro un ojo y dirigio el otro al punto de mira de la ballesta; apunto con rapidez, sin importarle cual de las dos figuras tambaleantes ofrecia mejor blanco, y disparo.

El retroceso le golpeo el brazo. La cuerda dejo escapar una nota mortifera y la saeta de acero se estrello contra el rostro del centinela mas cercano. El —aquello— lanzo un alarido, un sonido que le recordo horriblemente el de un cerdo degollado, y, mientras su companero se volvia a un lado y a otro lleno de confusa contrariedad, cayo de la repisa y se precipito en el interior de la brillante luz y en el olvido.

Febril, busco a tientas una segunda saeta. Sus manos parecian las zarpas de un oso, torpes y sin coordinacion; por fin consiguio colocar la flecha e hizo girar el arco para apuntar al otro centinela, que seguia girando sobre si mismo en la repisa, totalmente desconcertado. La muchacha escucho su propia respiracion jadeante resonando en sus oidos; tiro hacia atras la cuerda...

Y algo la golpeo con fuerza en la cabeza.

Abrio la boca para lanzar un grito de dolor y de protesta, pero no salio el menor sonido. En lugar de ello se vio atenazada por un enorme torbellino de nauseas que se abalanzo sobre ella procedente de la nada, haciendo que lo que la rodeaba empezara a dar vueltas como un tiovivo enloquecido. La ballesta choco contra las rocas e Indigo se doblo hacia adelante, mientras sus brazos y piernas, sin ninguna coordinacion, se agitaban como los de una criatura que pierde el equilibrio de improviso. Vio unos rostros que la contemplaban, balanceandose, borrosos como

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