Luk y Grimya se veian incapaces de hacer otra cosa que mirar, mudos de asombro; mientras que Indigo y Phereniq sentian la emocion del exito y el resarcimiento recorria sus cuerpos como un vino embriagador.

—Estaba aqui —musito Phereniq—. Estaba aqui, pero nadie lo sabia. Y tu... —Dirigio una rapida mirada a Indigo—. Como pu... —no pudo terminar la pregunta.

Indigo ni siquiera intento responderle. Sus manos estaban aun unidas, ella sujetaba el Tridente, Phereniq aferraba la Red; y penso: los Tres Regalos estan juntos. ?Pero ahora que? Diosa, ayudame, ?que hemos de hacer ahora?

En lo alto, por encima de sus cabezas, un suave sonido rompio el silencio, pero nadie le presto la menor atencion, Indigo cerro los ojos, con un afan desesperado de obligar a su confundida mente a pensar con claridad. Tenian los Regalos, los talismanes protectores de la Madre del Mar. Pero ?como utilizarlos? En el interior del templo empezaba a despertarse el poder. Lo sentia como electricidad contenida en el aire; por el momento ya se habia abierto paso a traves del letargo de muchisimos anos para sacar el Ancora de su antiquisimo escondite. Pero algo lo contenia aun. Faltaba algo.

El sonido que habia escuchado antes pero sin prestarle atencion se repitio. Un suspiro, como si algo enorme hubiera exhalado debilmente en lo alto. Sin querer, Indigo levanto la cabeza, mas alla de la enorme masa del casco de la nave-altar hasta donde las blancas velas se alzaban fantasmagoricas en direccion a la cupula. Habia una luz en el palo mayor; no el resplandor de las lamparas del templo sino algo mas apagado, frio; un brillo difuso y remoto. Unos reflejos apenas perceptibles jugueteaban sobre la tela de las velas y se dio cuenta de que se movian con agitacion pese a que no habia la menor brisa que pudiera balancearlas.

Y sin previo aviso, una voz hablo en su mente. Una voz enorme, amable pero a la vez feroz, e impresionantemente poderosa, que pronuncio una sola palabra:

ARRIBA.

El grito involuntario de Indigo colisiono con un aullido inarticulado procedente de algun lugar a su espalda. Aturdida, se volvio en redondo, y vio que todo el templo parecia brillar con el mismo resplandor frio y difuso que habia vislumbrado entre las velas de la nave. De pie y totalmente rigida frente a la proa, su figura espectral bajo aquel brillo nacarado, Macee la contemplaba con ojos desorbitados.

?Ha hablado! —En la voz de la menuda mujer habia terror puro—, ?Indigo, ha hablado! ?No lo he podido oir, pero lo he visto, he visto como la boca se movia! —Y al ver que Indigo no comprendia, se tambaleo hacia adelante y senalo por encima del hombro de la muchacha—. ?El mascaron! ?La imagen de la Madre del Mar... oh, que la Diosa se apiade de mi, he visto como sus labios se movian.

Presa del panico habia abandonado la lengua khimizi por la suya propia, y ni Phereniq ni Luk entendieron lo que decia. Pero Indigo si. Sintio como si se le revolviera el estomago, y volvio a dirigir la mirada a toda prisa hacia las blancas velas que se alzaban sobre ellas. Se hinchaban, la luz que relucia a traves de ellas aumentaba y, como en definitiva confirmacion de la insensata e imposible idea que habia penetrado violentamente en su cerebro, se escucho un fuerte crujido procedente de uno de los viejos maderos bajo su corteza de piedras preciosas.

?Corred!—grito con toda la fuerza de sus pulmones—. ?Las escaleras... corred!

Y sin esperar a ver si los otros la seguian, corrio en direccion a la escalera que conducia a la cubierta de la nave-altar. Mientras corria sintio que el aire se espesaba, se cargaba de poder estatico a medida que el poder latente en el interior del Templo de los Marineros empezaba a agitarse. Todo estaba rodeado de una aureola del frio resplandor azul verdoso; centelleaban las chispas en sus cabellos y en el pelaje de Grimya que corria a su lado; y el Tridente que Indigo sujetaba en su mano brillaba con una potente y deslumbrante luz, como si estuviera al rojo vivo.

Llegaron a la escalera y Grimya se le adelanto, con mas aspecto de un fantasma de color azul-gris que de un ser vivo mientras se precipitaba escaleras arriba hasta la cubierta. Al llegar a la batayola, que brillaba con una corona de colores en movimiento, Indigo miro hacia atras y vio a Luk que la seguia y ayudaba a Phereniq con la Red. Solo Macee se habia quedado atras, mirando hacia arriba con el rostro livido y atemorizado y apareciendo de repente muy vulnerable desde el suelo del templo, Indigo sintio que la embargaba un torreme de simpatia y carino, y la llamo, extendiendo una mano como si pudiera coger la de Macee y darle confianza.

—Macee, ?no te das cuenta? ?No ves lo que la Madre del Mar nos ha concedido, y lo que quiere que hagamos? ?Te necesitamos, Macee!: necesitamos tus conocimientos ahora mas que nunca!

La menuda mujer vacilo por un instante; pero una emocion mas fuerte y profunda empezaba a reemplazar al temor de sus ojos. Entonces el barco crujio de nuevo y Macee se puso en movimiento: se lanzo hacia adelante y subio los peldanos de tres en tres, para saltar sobre cubierta y a los brazos de Indigo, Indigo la abrazo como si se tratara de una hermana largo tiempo perdida, luego se vio apartada con carino pero con energia mientras Macee se giraba y examinaba la cubierta con una rapida mirada. Su expresion seguia siendo frenetica, pero ahora, ademas, excitada.

—?A las velas! —aullo, indicando las cuerdas que aseguraban la parte inferior de las velas en medio del barco—, Indigo, tu sabes lo que hay que hacer: ensenaselo al muchacho,

y...

El resto de sus palabras quedaron ahogadas cuando el viento penetro como un aullido a traves del templo surgiendo de alguna parte y las enormes velas sobre sus cabezas se llenaron e hincharon con su fuerza, crujieron como titanicos latigos. Unos relampagos atravesaron la proa de la nave, y con ellos llego el sonido de la piedra al partirse, al tiempo que las enormes pilastras sobre las que descansaba el altar se derrumbaban. La cubierta dio una sacudida bajo los pies de Indigo; aferrada a la barandilla, con los cabellos ondeando al fuerte viento, se dirigio a trompicones a cumplir la orden de Macee tras llamar a Luk para que la ayudara. Macee, su cuerpo sorprendentemente iluminado por el resplandor azul-verdoso que brotaba ahora de las paredes del templo, parecia estar en todas partes al mismo tiempo: gritaba ordenes, chillaba palabras de animo... Incluso Phereniq, con su falda que ondeaba enloquecida bajo el vendaval, estaba de pie y manejaba con habilidad las cuerdas, con una energia que jamas hubiera creido poseer. Y el mismo barco empezaba a cambiar. Los mastiles perdian su antiguo brillo y adquirian el aspecto de maderos saturados y casi petrificados por anos de exposicion a los efectos del mar; las cuerdas y las jarcias se volvian mas gruesas, convirtiendose en maromas asperas y alquitranadas y terriblemente poderosas; las velas ya no eran de seda sino de resistente lona, manchadas por la sal del mar y tensandose con atronador ruido contra sus amarras. Por todas partes, las joyas y los metales preciosos y las delicadas maderas talladas se transformaban en laton y bronce y hierro y maderos resistentes, al tiempo que el altar y las incontables miles de ofrendas que la adornaban se metamorfoseaban, una bestia dormida que se despertaba por fin, para convertirse en una autentica nave. Y llenando los oidos de Indigo por encima del aullido del viento y el crepitar y crujir de las hinchadas velas llego un nuevo sonido: el incesante y estimulante rugido del mar.

Macee, que tambien lo habia escuchado, corrio a la barandilla. Las escaleras apoyadas al costado del barco se desprendian y se estrellaban contra el suelo, e incluso mientras la davakotiana miraba abajo, el suelo parecio alzarse como si se convirtiera de marmol en agua.

—?LEVAD EL ANCLA!

Su estentoreo bramido se elevo por encima del creciente clamor e Indigo vio como empezaba a tirar de la cadena a la que estaba sujeta el Ancora. Corrio junto a Macee y anadio sus propias energias a sus esfuerzos; a los pocos instantes Luk se unio a ellas y sujeto tambien la cadena, y los tres tiraron a la vez, los pies bien apuntalados para contrarrestar el peso del Ancora que poco a poco, muy despacio, empezaba a subir. Macee, sudorosa, con los biceps a punto de estallar por el esfuerzo, empezo a entonar una cancion davakotiana; su mirada se encontro con la de Indigo y esta hizo una mueca y se unio a la saloma, al tiempo que su cuerpo se adaptaba de forma inconsciente a su continuado e hipnotico ritmo mientras tiraba. Su mente se lleno de embriagadores recuerdos, de su epoca a bordo del Kara-Karai, con la cubierta cabeceando bajo sus pies y el mar y el viento y las olas zumbando en su sangre... Y entonces el Ancora aparecio, se alzo sobre el costado del barco, y ya no era delgada y dorada sino un enorme peso de hierro, incrustado de balanos y chorreando agua.

—?TODOS A LAS MAROMAS! —rugio Macee al tiempo que un violento estremecimiento hizo que la nave se balanceara de proa a popa—. ?SE MUEVE!

De repente la nave dio un tremendo bandazo, tirando al suelo a Luk y a Phereniq. Y de la proa surgio un nuevo sonido, tembloroso, estremeciendose a traves del tambaleante templo, Indigo miro al frente y agarro el brazo de Macee con una exclamacion ahogada al ver que los brazos extendidos del enorme mascaron empezaban a

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