negativa. Ninguno de los dos habia oido nunca hablar a Indigo con tanta autoridad, y Fran arrugo el entrecejo, molesto por su intervencion.

—?Que quiere decir «no»? —exigio—. ?De que otra forma vamos a descubrir que hay ahi? ?O es que esperas que nos quedemos quietos sin hacer nada?

—Si —repuso Indigo—. Si tienes algo de seso, eso es exactamente lo que espero.

Constan empezo a decir:

—Mira, chica...

Pero Fran lo interrumpio, ahora enojado.

—Escuchame a mi, Indigo...

—?No, Fran, tu has de escucharme a mi! —Su voz sonaba llena de agresividad—. ?Y por una vez, ten el sentido comun de no discutir con aquellos que saben mas que tu! —Hizo una pausa—. Ninguno de vosotros, ninguno de vosotros, debera salir en persecucion de lo que sea que haya alli. Ni esta noche, ni manana, ni ninguna otra noche. Dejadlo tranquilo. ?Me entendeis?

Fran estaba visiblemente sorprendido. Los que estaban lo bastante cerca como para haberla oido los observaban con curiosidad, y para ocultar su contrariedad intento no tomarselo en serio.

—Mira, Indigo, no te culpo por tener miedo, pero...

—Si, tengo miedo. —Le cerro el paso—. Y estoy dispuesta a admitirlo, ?lo cual me convierte en un ser menos idiota que tu! —Y antes de que el pudiera responder, dio media vuelta y se alejo a grandes zancadas de regreso a las carretas.

Fran lanzo una maldicion y, decidido a no dejarle decir la ultima palabra, hizo intencion de ir tras ella, pero se detuvo de nuevo, sintiendo que se le revolvia el estomago cuando el agudo y fantasmal gemido se elevo de nuevo en la noche. Esta vez parecia que no era una sino cincuenta las voces que gemian en desolada armonia; la gente chillo temerosa, retrocediendo lejos de la orilla, y el gemido se apago, se desvanecio hasta quedar tan solo una unica voz torturada. Durante un instante una unica nota de profunda agonia resono desde los distantes paramos; luego, tambien esta nota se apago con un estremecimiento y se desvanecio.

No muy lejos, dos hombres se apretaron uno contra el otro y agacharon las cabezas en silenciosa y ferviente plegaria. Las miradas de Fran y Constan se encontraron, pero ninguno pudo hablar. Val y Esti estaban cogidos con fuerza de la mano, mudos. Por fin, Constan rompio el silencio.

—Regresad a las carretas. —Habia una tranquila autoridad en su voz que ninguno de ellos se atrevio a desafiar—. Quiza ninguno de nosotros duerma esta noche, pero cerraremos las puertas a cal y canto para mantener a la noche fuera.

Esti y Val empezaron a alejarse y Fran los habria seguido, pero Constan lo contuvo.

—Fran. —Sus ojos lo miraron con fijeza, preocupados—. No me gusta ver peleas.

Fran enrojecio, furioso.

—?Ella ha empezado! Hablandome como si no fuera mas que un pobre palurdo de fiesta de pueblo...

—Quiza se ha pasado de la raya, pero penso que tenia un buen motivo —repuso Constan con serenidad—. Solo intentaba hacer lo mejor; y por lo que todos nosotros sabemos, puede que tenga razon. Haz las paces con ella, Fran, y no le guardes rencor.

Fran vacilo, luego asintio de mala gana.

—Si, papa.

—Buen chico.

Constan volvio la cabeza por encima del hombro para contemplar el rio que fluia tranquilo y lento. No podia explicarlo, pero tenia la fuerte conviccion de que ya no se oirian mas voces fantasmales: al menos, no esta noche. Pero en cuanto a manana...

—Esto me ha acabado de decidir del todo —dijo en voz baja.

—?Sobre lo de abandonar Bruhome?

—Si. Una actuacion mas, y nos vamos.

Se produjo un largo silencio. Luego Fran dijo:

—Me alegro, papa. Ya se que fui el unico que se opuso, pero... —Tambien el miro el rio y contuvo un escalofrio—. Entre tu y yo, me alegro.

CAPITULO 4

A la manana siguiente, el ambiente en el campamento del prado estaba muy apagado. La gente se saludaba con suspicacia y parecia ansiosa por evitar mirarse directamente a los ojos; desde luego nadie deseaba siquiera mencionar los acontecimientos de la noche anterior, aunque su recuerdo flotaba sobre el campamento como el humo.

En la ciudad de Bruhome, no obstante, la atmosfera era muy diferente. Tambien sus habitantes habian oido los fantasmales ruidos que provenian de los paramos, pero al contrario que los forasteros no ocultaban su miedo. Cuando Indigo, Cari y Val llegaron al mercado matutino a comprar provisiones para la caravana lo encontraron atestado de gente que hablaba, hacia preguntas y especulaba. Parecia como si todos los hombres, mujeres y ninos de Bruhome hubieran salido a las calles en busca de la confortacion y la seguridad de la compania de sus conciudadanos. O mas bien, se corrigio pesarosa Indigo, al menos todos aquellos hombres, mujeres y ninos que todavia no se habian visto afectados por la enfermedad. Se rumoreaba que otros nueve habian enfermado durante la noche; lo que habia empezado como un fenomeno aislado amenazaba con convertirse en epidemia, y los acontecimientos de la noche daban una fea dimension extra a los terrores de la poblacion. Algunos decian —y el cuchicheo crecia, deslizandose por la ciudad— que aquel espantoso gemido eran las voces de las almas desencarnadas, que erraban perdidas por los paramos: las almas torturadas, quiza, de las desgraciadas criaturas que habian desaparecido de sus hogares desde que empezara la plaga.

Mientras escuchaba los rumores, las historias, los atemorizados cuchicheos, Indigo intentaba no pensar en el enfrentamiento que habia tenido con Fran en la orilla del rio. Tanto Constan como Fran — y tampoco Val ni Esti— habian vuelto a mencionar el incidente, pero su recuerdo aun despertaba cierta amargura en la mente de Indigo, y las habladurias que recorrian la ciudad no hacian nada por disminuirla. Su intencion no habia sido menospreciar a Fran; pero en aquel momento, con la advertencia de Grimya resonando en su cabeza y los ecos del espantoso gemido corrompiendo aun el aire, se habia sentido asustada; y con buen motivo.

Algo horrible e impuro habia llegado a Bruhome. Indigo creia conocer su esencia si no su forma, y estaba decidida a proteger a los Brabazon de aquello costara lo que costase. La imprudente bravata de Fran nada podia contra esta cosa, y la curiosidad era una trampa mortal. Tenian que seguir adelante. Tenian que dejarlas a ella y a Grimya alli y marchar de Bruhome antes de que se vieran envueltos en algo que no podrian comprender, y mucho menos controlar.

__—?... crees? —La voz de Val irrumpio en su mente—. ?Indigo?

Levanto los ojos desconcertada y comprendio que el joven le habia hecho una pregunta, pero no lo habia estado escuchando.

—?Que?

Val hizo una mueca.

—?Donde estabas? ?En la luna?

—Lo siento. —Miro a su alrededor, a las ligeramente marchitas guirnaldas que adornaban paredes y toldos, y contuvo un estremecimiento—. Miraba las flores.

Val enarco las cejas.

—Te he preguntado cuanta harina de avena crees que necesitaremos. ?Un saco o dos? No se cuanto tiempo se conserva.

Indigo hizo un esfuerzo por regresar a las cuestiones mundanas, pero su cerebro se negaba a responder.

—No... lo se, Val. Lo mejor sera preguntar a Cari.

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