el papel que antes habia desempenado Cari, fue inmediatamente a su lado para consolarla, y Fran se aparto del fuego.

—Bien. Si eso esta ya decidido, no hay tiempo que perder. Voy a buscar lo que necesite; Indigo, Esti, lo mejor sera que hagais lo mismo. Luego quiero ver a Val, Lanz y Forti en la carreta de papa.

—Honi os traera algo de comer —dijo Esti—. Seria tonto marchar con el estomago vacio cuando no sabemos cuanto tiempo pasara antes de poder hacer nuestra proxima comida.

La clase de atmosfera que flotaba alrededor del fuego estaba cambiando. Todavia era tensa, pero impregnada ahora de una sensacion de que la situacion de impotencia de las horas anteriores se habia roto por fin. No obstante, Indigo era perfectamente consciente de que, en el entusiasmo del momento, podria resultar muy facil pasar por alto una cuestion vital que hasta entonces no habia tenido la oportunidad de discutir con Fran y Esti. Ninguno de ellos tenia una autentica idea de a que podrian enfrentarse si el plan que ella habia ideado funcionaba. Las palabras llenas de valor estaban muy bien, pero la realidad resultaria diferente: incluso la estrategia para penetrar a traves de la barrera de espinas podia ser su perdicion si los Brabazon resultaban ser mas remilgados de lo que decian; y al otro lado... ella no sabia que habia al otro lado, pero la intuicion y la experiencia le decian que podia ser peor que cualquier pesadilla. No podia dejar que se metieran en todo aquello sin saber a lo que iban: en conciencia, debia decirles lo que realmente les aguardaba en su mision.

Los dos Brabazon se dirigian ya a sus respectivas carretas, y ella se incorporo y los llamo:

—?Fran! ?Esti! Antes de que hagais vuestros preparativos... —Corrio hacia ellos y bajo la voz de modo que los otros no la oyeran—. Hay algo que tengo que deciros, y es vital que lo sepais antes de que nos pongamos en marcha.

Esti suspiro impaciente, pero los ojos de Fran la miraron astutos.

—?Algo relacionado con lo que me dijiste en la carretera?

—Si. Y tiene que ver con nuestro viaje.

—De acuerdo. No deberiamos perder mas tiempo que el imprescindible, pero... entremos en la carreta principal. Alli podemos hablar.

Y de este modo, en la intimidad de la carreta, Indigo les conto su historia; o mas bien, aquella parte de su historia que consideraba que debian saber y creerian. Les hablo de su mision para localizar y destruir a los siete demonios, y de como habia descubierto que el tercero de estos demonios era la causa de todos los males que aquejaban Bruhome. Les conto tambien la verdad sobre Grimya. Y aunque no les dijo nada sobre su antigua y perdida identidad, ni sobre la maldicion de la inmortalidad que era parte de su carga, si les hablo, vacilante y llena de dolor, sobre Fenran, cuya vida dependia de si ella triunfaba o fracasaba.

Cuando hubo terminado de hablar, se hizo el silencio en la carreta durante unos instantes. Luego, muy despacio, Esti extendio una mano y sujeto la suya.

—?Oh, Indigo! —Los ojos de la muchacha brillaban de emocion—. No teniamos ni idea, ninguno de nosotros. —Dirigio una rapida mirada a Fran, que contemplaba a Indigo con una expresion tensa, pero sin decir nada—. Es una historia tan terrible... Tan triste. Es como... no lo se, como las leyendas que cantamos en nuestras actuaciones, pero...

—?No seas tan estupida! —la interrumpio, enojado, Fran—. Eso no son mas que cuentos. Esto —miro de nuevo a Indigo, con mas fijeza que nunca— es real. Le ha sucedido a Indigo, y si todo lo que sabes decir es que recuerda a un tonto cuento de ninos...

—?Eso no era lo que yo queria decir! —replico Esti—. Claro que se que es diferente, ?que te crees que soy?

—Entonces sabes que Indigo quiere decir exactamente eso cuando dice que rescatar a papa y a Cari va a resultar peligroso, ?no es asi? —La furia de Fran estaba bajo control ahora, pero todavia bullia e Indigo sospecho que habia algo mas detras de ella que simple indignacion fuera de lugar por las palabras de su hermana—. Cuando Indigo dice que nos enfrentaremos a un demonio, quiere decir un demonio. No un ser de mentirijillas con los que suenas despierta, sino un...

—?Se lo que quiere decir! —replico Esti con violencia—. ?Se lo que es un demonio!

Indigo, que habia escuchado la pelea con creciente inquietud, intervino ahora.

—Fran, Esti: no quiero ser grosera, pero dudo de que ninguno de los dos comprenda exactamente aun que es aquello a lo que nos enfrentaremos —dijo con suavidad.

Ambos se volvieron para mirarla, pero ella se anticipo a sus protestas, continuando:

—La verdad es que ninguno de nosotros sabe que se encontrara. Este poder, este demonio —se sentia reacia a utilizar esta palabra ahora, ya que habia colocado demasiados prejuicios en sus mentes—, puede tomar cualquier forma, o no tener ninguna. Puede que no sepamos reconocerlo si lo encontramos...

—Cuando lo encontremos —la corrigio Esti con fiereza.

—Muy bien, cuando lo encontremos. Os he contado mi historia porque quiero que comprendais mis motivos para realizar este intento, y porque seria una gran injusticia conduciros a este peligro sin que supierais toda la verdad. —Una debil y forzada sonrisa curvo sus labios—. Ojala os hubiera podido contar lo del demonio sin revelaros mi propia situacion, pero eso habria dejado muchas preguntas en el aire. Ahora, pues, sabeis tanto como yo. Todo lo que me queda es esperar que sea suficiente.

Esti, calmada, bajo la mirada.

—Lo siento —dijo—. No era mi intencion resultar frivola, Indigo. Y Fran y yo no deberiamos habernos peleado. —Lanzo a su hermano una mirada desafiante, luego le devolvio la sonrisa a Indigo sin mucho convencimiento—. No resulta un inicio muy alentador, ?verdad? ?Seguramente te preguntaras si vale la pena llevarnos!

—Claro que no.

No era del todo verdad, pero Indigo sabia que ya era demasiado tarde para, reconsiderarlo. Lo que Fran habia dicho antes, lo habia dicho en seno: no podia evitar que fueran con ella. Incluso aunque se fuera sola, ellos la seguirian, y las consecuencias de su entrada en el mundo del demonio sin ella para ayudarlos resultaban aterradoras. Aunque resultaran una gran responsabilidad, no tenia otra eleccion que llevarlos con ella.

—No hablemos ya mas de ello, Esti. Aun nos queda mucho que hacer antes de ponernos en marcha, y Fran tiene razon sobre lo de no perder tiempo. —Paseo la mirada del uno al otro—. ?Hacemos las paces?

—De acuerdo —asintio Esti con vehemencia.

Fran vacilo, luego asintio tambien:

—De acuerdo.

El plan de Indigo para penetrar en el bosque negro era muy sencillo, aunque un poco macabro. Las cosas habian cambiado en Bruhome durante las ultimas horas; por un lado para mejor, pero por el otro habian empeorado. El temido botin en la plaza del mercado habia sido evitado, despues de todo; por una sorprendente jugarreta del destino, la aparicion de los durmientes habia resultado un factor atenuante, ya que habia actuado como un jarro de agua fria sobre el acaloramiento de la multitud, y habia trasladado su atencion de los terrores personales a algo mas aterrador y apaciguador a la vez. El shock que los habitantes de la ciudad habian recibido los habia dejado impotentes, incapaces de hacer otra cosa que contemplar sin comprender como las victimas de la enfermedad, como polillas atraidas por una llama invisible, abandonaban sus lechos y sus hogares y se perdian en la noche.

Algunos espiritus mas audaces habian intentado detener a algunos de los caminantes y no habian recibido mejor tratamiento que Honi y Gen; ante su fracaso, una especie de apatia habia descendido sobre la ciudad, una aturdida aceptacion de que esto, como otros muchos acontecimientos aterradores acaecidos con anterioridad, no eran mas que otro eslabon en la cadena, otra manifestacion del mal que tenia Bruhome en la palma de la mano. Ya no podian seguir luchando: su voluntad habia desaparecido, habia muerto junto con las cosechas, se habia desvanecido junto con los seres queridos perdidos, estaba enjaulada de la misma forma que aquel extrano bosque enjaulaba a la ciudad. Todo lo que podian hacer era aceptar con pasividad un destino que nadie parecia capaz de alterar, y llorar su desgracia.

Pero aunque Bruhome estaba ahora tranquilo, parecia como si el mal no hubiera terminado con sus victimas. Una hora despues de que el ultimo caminante dormido hubiera abandonado la ciudad, dos ninos —gemelos— se habian desplomado ante la chimenea de su propia casa y no se los habia podido despertar. Al cabo de otra hora se habian levantado del lecho con el rostro palido y sonriente, sin prestar atencion a los gritos de su madre ni a las suplicas de su embriagado padre, y habian abandonado la casa en direccion al este. Poco despues, se vio a dos hombres y a una mujer que avanzaban decididos por la carretera del este. Y en otras partes de la ciudad, en los hogares, en las tabernas, e incluso en la Casa de los Cerveceros adonde muchos habian ido a compartir su congoja

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