otra ilusion.
Pero de alguna forma, Indigo sabia que no era asi. Y mientras se alejaba, tiritando por el efecto retardado de la conmocion sufrida, escucho una voz que parecia hablarle en su mente. Era una voz dolorosa y tristemente familiar, aunque anora se
Fran estaba sentado en el suelo cuando regreso junto a el. Sus ojos estaban aturdidos, y la reaccion habia arrancado toda expresion a su rostro; aunque contemplaba lo que lo rodeaba, no parecia verlo realmente. Pero al acercarse Indigo levanto la vista, y al ver la expresion de la muchacha la vida empezo a regresar a sus ojos y extendio un brazo como para tomarle la mano.
Ella se desvio a un lado, esquivandolo, y se dirigio al lugar donde yacian sus cosas en amontonado desorden sobre la hierba. No hablo, pero dejo caer la ballesta junto a la bolsa —el ruido sono como una nota discordante en medio del silencio— y luego empezo a clasificar de forma sistematica todo aquello. Coloco el arpa vertical con mucho cuidado; los odres de agua junto a ella, luego el farol, la ballesta, las saetas que le quedaban; todo colocado en una perfecta hilera, una cosa junto a la otra. Fran la observo durante un rato; luego, decidido a no dejarse intimidar aunque era consciente de que podria empeorar las cosas en lugar de mejorarlas, dijo con calma:
—Tendras que hablar de ello alguna vez. No puedes ni debes guardartelo para ti, porque se te infectara como una herida.
Las manos de Indigo se detuvieron en el aire. Durante unos momentos permanecio inmovil, luego levanto la cabeza y lo miro.
No lloraba, como el habia medio esperado que haria. En lugar de ello, parecia calmada, y llena de sensatez... y vieja.
—Si —repuso sin emocion—. Me doy cuenta de ello. Pero en este momento me preocupan mas los hechos que las palabras.
Fran se sintio mortificado por su reaccion; y, aunque de forma irracional, desilusionado. Habia esperado que lo necesitase, que necesitase su fuerza como hubiera sucedido con cualquiera de sus hermanas, y habria estado totalmente dispuesto a ofrecerla. La adrenalina producida por
Sintio una oleada de furia; pero la reprimio al volver a mirar el rostro de Indigo y darse cuenta de que su rabia era como una debil vela comparada con el llameante horno que ardia en el interior de la joven. Se sintio avergonzado, y se puso en pie, atravesando la suave capa de hierba corta hasta donde la muchacha permanecia agachada sobre su cuidadoso inventario. Ella no volvio a mirarlo, y se limito a decir: —Todo esta aqui. —Indigo,
—?Al demonio? —?Que otra cosa?
Se puso en pie; luego la rigida colera que le habia dominado, cristalizo bruscamente y se llevo ambas manos al rostro, echandose hacia atras los enmaranados cabellos con un violento gesto.
—Fran, ?tu la
—Eran fantasmas —repuso Fran—. Vi lo que sucedio cuando intentaste dispararle a uno.
Indigo, no podria ser que
No lo dejo terminar, ya que sabia lo que iba a decir; tambien ella se habia hecho la misma pregunta, pero de forma fugaz ya que sabia la verdad.
—No.
Ella lo miro, lanzo una breve carcajada sin humor y asintio una vez.
—Si; desde luego.
—Aun no sabemos ni la mitad de lo que podemos ser capaces de conseguir, ?no es asi? —Esbozo una forzada sonrisa—. Primero musica, luego fuego, por ultimo la verja. Como he dicho antes, aprendemos deprisa.
Era cierto; pero mientras los ultimos restos de su furia se disipaban, Indigo se vio forzada a reconocer que aun les faltaban mas lecciones que recibir. Mas tranquila, rememoro su arrebato y se dio cuenta de lo vacio de sus palabras. Ella y Fran podian muy bien ser mas fuertes que cualquier cosa que aquel mundo de fantasmas pudiera lanzar contra ellos, pero la clave que liberaria toda la potencia de esta fuerza estaba aun fuera de su alcance. Esti seguia esquivandolos. Y ellos seguian sin encontrar el menor rastro de Constan y de Cari, y, ademas, tampoco tenia el poder de liberar a
Un suave y furtivo crujido se mezclo con sus pensamientos. Levanto los ojos y, por vez primera desde su precipitada entrada a traves de la verja, observo lo que la circundaba. El jardin. Arboles oscuros, suave hierba negra salpicada de flores, matorrales que se agitaban en la brisa. Tan atrayente, tan tranquilo, tan sereno... Y le parecio como si las hojas, que se movian agitadas por el aire, se rieran de ella.
Se inclino sobre el lugar donde habia alineado sus pertenencias, y cuando hablo su voz era discordante.
—Estamos perdiendo tiempo. No quiero permanecer aqui. Quiero alejarme de este lugar.
—?Alejarte para ir adonde? —Fran se llevo las manos a las caderas y contemplo la oscuridad—. Me da la impresion que no hay nada mas que el jardin.
—Si. Y eso es precisamente lo que el demonio quiere que creamos.
Indigo giro en redondo y hundio un talon en la hierba a sus pies con el deseo de aranar y estropear su inmaculada superficie. Desde la verja el jardin se perdia en la lejania flanqueado por dos elevados muros de piedra. Podia ver mas de aquellos esbeltos arboles, y las paredes estaban cubiertas de plantas trepadoras, rosas en plena floracion que relucian palidas y limpidas bajo la luz crepuscular. El extremo opuesto resultaba invisible; no habia mas que un gradual emborronamiento y fusion en un unico tono oscuro. ?Otro panorama interminable, como el paramo? ?O se encontrarian con nuevos muros de piedra, esta vez sin una verja que pudieran atravesar?
Miro otra vez a los arboles. La brisa habia cesado, y la quietud producia la desagradable impresion de que el jardin contenia el aliento, de que esperaba algo, Indigo levanto la funda de cuero que contenia su arpa y acaricio su superficie con cuidado. Del instrumento guardado en su interior se escapo una nota discordante, que fue ahogada por la funda, pero sus menguantes animos se elevaron un poco.
—Creo —dijo—, que deberiamos seguir andando
Y en mi opinion, mientras andamos deberiamos considerar que es lo que queremos encontrar alli.
Fran le dirigio una mirada penetrante.
—A Esti —respondio el muchacho sin dudar y con energia—. Eso es lo que yo quiero encontrar. A Esti, ilesa y esperandonos. —Empezo a recoger la bolsa, luego se detuvo—. El farol se ha apagado. ?Crees que debieramos volver a encenderlo?
—La vela no durara eternamente —repuso Indigo, negando con la cabeza—. Lo mejor sera ahorrarla.
—Pero los lobos...
—No pueden entrar. No pueden seguirnos; ni siquiera
Empezaron a avanzar por la prolongada extension de cesped. La atmosfera resultaba mas fantasmagorica que nunca; la brisa no habia vuelto a soplar y el silencio era claustrofobico. Sus pies no dejaban huellas sobre la impoluta hierba, y en una ocasion en que piso una de las diminutas flores, Indigo comprobo que esta no mostraba la menor senal de haber sido aplastada. Intento concentrarse en pensar tan solo en Esti, pero no resultaba facil; su