—?Y tu? —inquirio Fran—. ?Volvera a ser la quimera?

La joven medito sobre una ilusion en concreto que podia conjurar, y la idea le produjo un helado aguijonazo en el estomago. Pero no queria revelarla; aun no. —No. No sera la quimera. Sera muy diferente.

Y asi, por tercera vez se produjeron la jadeante espera, el cerrar los ojos con fuerza y las silenciosas oraciones pidiendo buena suerte. Esta vez, no obstante, la cuadrada y aspera palma de Fran se cerraba sobre la mano derecha de Indigo, mientras que los dedos mas pequenos y suaves de Esti aferraban su mano izquierda. Y por un instante de la mas pura fantasia, Indigo volvio a sentirse mentalmente parte de la Compania Comica Brabazon, de pie y lista junto con sus amigos y colegas durante el breve y excitante momento que precede a la salida al escenario.

«Eso era. Habia que mantenerlo; manten esa imagen, no la pierdas. » De repente recordo unos versos que se habian convertido desde hacia mucho tiempo en el chiste privado de la familia cuando se encontraban con una audiencia hostil o apatica, y llevada por un impulso recito las dos primeras lineas en voz alta.

Al escenario subiremos y una reverencia haremos, y si no les gustamos, esto juramos...

Fran ahogo una risita —tensa y aguda, pero risa no obstante— y el y Esti se le unieron para completar el verso.

Cogeremos su dinero, y una vez hayamos acabado,

?los pies en polvorosa pondremos!

Impulsada por una oleada de temeraria confianza, Esti lanzo un agudo grito tiroles al tiempo que Fran abria la puerta de golpe, y juntos, con las manos unidas todavia, salieron corriendo a la plaza. Por un trepidante momento Indigo casi creyo que realmente salian al escenario, bajo la luz de las antorchas, con un mar de rostros expectantes y manos que aplaudian esperando para darles la bienvenida. Por un instante sintio el balanceo de las tablas de madera bajo sus pies, vio a Esti en su vestido de baile, la pandereta levantada; escucho el fantasmal rasgueo del violin y el volteo del organillo...

Entonces un aullido surgio de un centenar de fantasmales gargantas y las imagenes se desvanecieron en un remolino, demasiado debiles para mantenerse, y oyo como su propia voz gritaba:

—?Ya vienen! ?Hacedlos retroceder! ?Hacedlos retroceder!

Negras formas surgieron de entre las sombras que rodeaban la lugubre plaza, los ojos rojos refulgentes, las babeantes bocas llenas de dientes totalmente abiertas para capturar a su presa. El momentaneo desafio de Esti se hizo anicos convirtiendose en un alarido de temor y sus dedos se extendieron rigidos de modo que a Indigo casi se le escaparon de la mano. Corrian, pero los lobos eran mas rapidos, y se abalanzaban sobre ellos, cortandoles la retirada, extendiendose como una diabolica marea, una oleada que los hundiria y acabaria con ellos. Fran lanzo un chillido cuando el primero de aquellos horrores se desvio bruscamente para cortarle el paso y salto para agarrar su indefenso brazo derecho. El muchacho dio un traspie, esquivo los dientes, que ya se cerraban, por un milimetro, entonces perdio el equilibrio y la mano de Indigo y se alejo tambaleante empujado por su propio impulso que lo hacia girar como una peonza.

—?Fran! —grito Indigo con desesperacion.

Pero el muchacho no podia escucharla, y ella no tuvo oportunidad de volver a gritar, ya que otro lobo se lanzo sobre ella entre grunidos y se vio obligada a saltar a un lado para esquivarlo. No habia tiempo para razonar: su brazo libre se alzo en un salvaje y mecanico intento de apartar al monstruo, y de repente se encontro con una espada en la mano, que brillaba con un destello maligno, y sintio la sacudida de su brazo, la sintio cuando la hoja se hundio en la carne hasta llegar al hueso, y el lobo, con un espeluznante alarido de agonia, rodo sobre los adoquines mientras la sangre brotaba como un torrente de su cuello cortado.

Esti grito y se arrojo sobre Indigo, intentando ocultar su rostro en los cabellos de la joven. En medio del caos de oscuridad y figuras que se agitaban y saltaban Fran resultaba invisible, pero Indigo lo oyo chillar en una furia de terror y desesperacion. Y Esti tambien chillada, sus piernas se doblaban, amenazando con arrastrar a Indigo con ella al suelo.

—?No, Esti! ?El oso..., llama al oso!

Indigo estaba frenetica; su espalda se habia estremecido, y no podia recuperar la concentracion mientras la muchacha siguiera colgada de ella. Todo salia mal; no podia controlarlo... sus amigos se verian derribados, despedazados...

De pronto un demencial alarido hendio el aire, un chillido agudo hasta limites imposibles que surgio de detras y por encima de ellos. Los lobos lanzaron un ganido al tiempo que retrocedian momentaneamente, e Indigo se volvio.

Del balcon de la Casa de los Cerveceros caia sobre la plaza un torrente de achaparradas y desgarbadas criaturas. Nuevos chillidos resonaron despues del primero, y, brincando y saltando de una forma horrible, aquellas criaturas corrieron sobre los adoquines y se unieron a la refriega.

El corazon le dio tal vuelco a Indigo que por un momento creyo que perderia por completo el control y vomitaria con una mezcla de repulsion y alivio. Lo habia conseguido: la imagen que habia luchado por implantar en su mente habia echado raices, y surgidos de la noche, de una pesadilla, de su imaginacion, los Ahuyentadores, grotescos horrores parecidos a felinos de la mitologia de las Islas Meridionales, habian acudido en su ayuda, gimoteando su voraz glotoneria. Escucho el primer aullido de terror cuando seis de ellos cayeron sobre uno de los lobos, tuvo una fugaz vision de un revoltijo de sangre y visceras mientras destripaban al fantasma, y solo unos momentos mas tarde, vio como restos de huesos volaban en todas direcciones mientras las horribles criaturas arrojaban los huesos pelados de su victima a los cuatro vientos. Sus incontables dientes chasqueaban y chirriaban con un sonido espantoso que parecia llenar la plaza; y muchas mas surgian como gusanos de la estructura misma de las casas, deslizandose por las paredes, saltando sobre su presa

con demencial e insensata voracidad.

Pero los lobos empezaban a defenderse. Tres Ahuyentadores cayeron bajo el ataque de sus salvajes mandibulas y se vieron partidos en dos antes de poder reaccionar; y otros, sobrepasados en numero, se vieron descuartizados. La manada se recuperaba, y, apremiante, indicandoles que se revolvieran sobre sus atacantes, el aullido de un lobo se elevo por encima del estrepito.

?Grimya! Pero Indigo no podia verla, no podia llegar a su mente. Y ahora los Ahuyentadores retrocedian bajo el renovado ataque de los lobos. No podian resistir, las ilusiones se rompian, se disolvian...

De repente un bronco rugido sono a su izquierda. Dos lobos, que habian conseguido salir de la sangrienta lucha, se volvian hacia ella para atacar, y mientras se esforzaba desesperada por recrear la espada no tuvo tiempo de volver la cabeza para mirar. Los lobos se agazaparon sobre el suelo, mostrando los dientes —la espada se materializo, pero era inestable, parpadeaba incesante— y entonces una enorme masa oscura paso corriendo frente a su campo visual, y un oso gigantesco, con las mandibulas abiertas y rugiendo furioso, cargo contra los lobos. Los golpeo como un ariete y salieron volando por los aires, aullando y desintegrandose en jirones de humo mientras el oso cruzaba la plaza pesadamente, Indigo oyo como Esti volvia a gritar, pero esta vez era un grito de triunfo; y al instante la plaza parecio entrar en erupcion, como si las mismas entranas de la tierra se hubieran abierto, y de todas partes, de todas las calles, de cada una de las casas, surgio una horda de fantasmas que chillaban, aullaban y rugian. Bestias, pajaros, quimeras —gatos gigantes con alas y picos de aguila, serpientes con cabeza de caballo, titanicos mastines de pies palmeados— que se abalanzaron sobre aquel mundo diabolico y cayeron sobre la manada de lobos como una marea infernal.

Esti estaba de rodillas, aferrada todavia al brazo de Indigo. Estaban en medio de la refriega, y sin la menor ceremonia Indigo arrastro a la muchacha por encima de los adoquines a toda velocidad, agachandose cuando un buho blanco de seis metros de envergadura paso casi rozandola para abatirse sobre un grupo de monstruos que luchaban. Los lobos estaban en un estado caotico, olvidada su presa en su desesperada lucha contra este nuevo atacante, e Indigo alcanzo el refugio de una pared, y apreto la espalda contra el muro de piedra al tiempo que intentaba recuperar el aliento. Los ojos de Esti estaban en blanco y su respiracion era rapida y entrecortada; un rapido examen de la plaza informo a Indigo de que se encontraban a unos veinte metros del Tonel de Manzanas, y busco con desesperacion a Fran, gritando su nombre.

Una figura surgio de entre el remolino de sombras, se desvio a un lado cuando una tambaleante marana de tres lobos, un oso y «dos Ahuyentadores le interceptaron el paso, y Fran vino deprisa hacia ellas. Freno en seco, con los ojos brillantes y febriles por la excitacion.

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