vislumbraba por entre la penumbra la veloz figura de
Indigo desperto bruscamente de su sueno, y supo al instante que no podria volver a dormirse. En la oscura habitacion sus companeros eran formas inmoviles sobre los toscos lechos; Constan roncaba. Sin hacer ruido, para no despertarlos, Indigo se levanto, salio de la habitacion de puntillas y bajo por las escaleras hasta el piso intermedio de la taberna. Se sentia inquieta, alterada por el sueno; y en su interior ardia el deseo de bajar hasta la planta baja, abrir la puerta de la calle de par en par y precipitarse a la plaza llamando a
Se dedico a pasear sin rumbo por el descansillo del primer piso, mirando al interior de las vacias habitaciones pero sin el menor interes. Una de ellas, mayor que las demas, poseia dos ventanas que daban a la plaza, e Indigo entro en ella y la atraveso para ir a apoyarse taciturna en uno de los antepechos y mirar al exterior. No habia nada que ver en la plaza; nada se movia. Y no habia ni rastro de
Resultaba extrano, pero tras su breve estallido de dolor cuando se enfrento a
Ocupada en sus desdichados pensamientos, no escucho los pasos vacilantes que sonaron en las escaleras y fuera en el pasillo, ni tampoco los apagados sonidos de puertas que se abrian y cerraban. Solo cuando una tabla del suelo crujio a su espalda salio bruscamente de su ensonacion, y miro a su espalda.
Fran estaba de pie en el umbral. Habia preocupacion en sus ojos.
—?Indigo? Me preguntaba donde estabas. ?Va... todo bien?
Indigo reprimio una punzada de irritacion ante aquella intromision en su intimidad. Fran no podia saberlo; en justicia no podia enojarse con el.
—Estoy bien, Fran. Sencillamente ya no queria dormir mas.
Animado, penetro en la habitacion y cerro la puerta a su espalda.
—Papa y Esti siguen dormidos como troncos. —Hizo una pausa—. Supongo que no hay la menor senal de ella... De
Indigo se habia vuelto hacia la ventana; no lo miro al decir:
—No. Ninguna senal.
—Eso es lo que te preocupa, ?no es verdad? —suspiro Fran—. ?Indigo, lo comprendo! Se que quieres tanto a
No era esa la comparacion que habia querido hacer, pero en el ultimo momento el valor le habia fallado. Avanzo y tomo la mano izquierda de la muchacha, Indigo no la aparto, pero tampoco respondio; sus dedos permanecieron flaccidos entre los de el.
—La salvaremos —continuo Fran con vehemencia—. ?Se que lo haremos, Indigo, de alguna manera!
Intentaba ayudar, pero su preocupacion solo servia para empeorar las cosas, Indigo libero su mano con suavidad.
—Fran, no quiero hablar de ello. No ahora.
—Pero yo creo que deberias. Te haces dano a ti misma, conteniendo tus sentimientos de esta forma, ?Indigo, voy a encontrarla para ti, y la liberare! Sea como sea, y cueste lo que cueste...
Lo dijo con mas aspereza de la deseada, y lo lamento al instante. Los decididos ojos color avellana de Fran adoptaron una expresion de contrariedad, y comprendio lo ansioso que estaba el muchacho por serle util, lo mucho que su aprobacion significaba para el. Comprendio lo mucho que la amaba y tuvo que desviar la mirada otra vez. Pobre Fran: habia tantas cosas que desconocia...; tantas cosas que podrian, si las averiguara, destruir el ideal que tenia de ella. El muchacho era una lamentable y precaria mezcla de hombre y nino, su inmaculada experiencia estaba tan distante de la de ella como era posible estarlo. Podia ver sus suenos con la misma claridad que si el hubiera doblado una rodilla en tierra y se los hubiera declarado: eran los suenos de la juventud, del optimismo y de la incuestionable creencia en su propia invencibilidad. Pobre, querido y carinoso Fran. Era como un cachorro, como un hermano menor. Decirle que le amaba de esa forma significaria destruir sus esperanzas: porque por mucho que fuera, Fran no era Fenran. Y nadie, y menos que nadie este vehemente aspirante a pretendiente que tanto se esforzaba por ser fuerte y
valeroso a sus ojos, podria jamas ocupar el lugar de Fenran.
—Fran, te agradezco profundamente tu amabilidad —le dijo—. Pero en esto no hay nada que puedas hacer. Si puede romperse el hechizo de
—No puedes estar segura de ello.
—Ya lo creo que si. —Sonrio compasiva—. Por favor, Fran. Comprendo lo mucho que deseas ayudar, pero...
—Pero no quieres la ayuda que pueda prestarte.
—No es eso.
—Oh, claro que si lo es, ?no es asi? —Los ojos de Fran se llenaron de repente de enfurecido dolor—. Hablas como si yo fuera una criatura; como si careciera de la fuerza o la inteligencia para hacer nada. Pero no soy una criatura... ?Soy un
—Indigo. —La voz de Fran habia cambiado de tono. El ramalazo de furia habia pasado, pero la urgencia que lo habia reemplazado no era menos intensa—. Indigo, no estas ciega. Debes saber lo que siento por ti. ?Que la Diosa me ayude,
La muchacha lo miro fija, intentando que la lastima que sentia por el no se reflejara en sus ojos.
—Por favor, no digas eso —le respondio.
—?Por que no he de decirlo? ?Es cierto!
—No me conoces. Puede que creas que si, pero estas equivocado. —Entonces al darse cuenta de que el no iba a aceptar aquello, no iba siquiera a escuchar, anadio—: ?Y has considerado
—?Claro que si! Apenas si he pensado en otra cosa... quiero
—
—Fran, sueltame.
—Indigo...
—?He dicho que me