ayudarle a olvidar por un tiempo sus problemas.

—Y esperemos que podamos ganar dinero suficiente para ir tirando —anadio Candad.

—Exactamente. —Constan bajo los ojos para mirar su cuenco de estofado. Se habia enfriado y empezaba a congelarse la grasa, de modo que lo dejo a un lado y volvio a llenar su jarra de cerveza—. Vosotros, los mas pequenos, deberiais estar en la cama ya. Y el resto de nosotros haria bien en tomarse un buen descanso esta noche. Por la manana, lo mejor sera que le demos un buen repaso al espectaculo que planeamos y veamos que cambios hay que hacer. No estaria bien representar algo que pudiera ofender la sensibilidad de los habitantes despues de todos estos acontecimientos, ?no es asi?

Se trataba de una despedida tacita, y aunque los mas mayores parecian dispuestos a discutir, algo en el comportamiento de Constan hizo que se lo repensaran. Despacio, de mala gana, todos se levantaron y fueron a realizar sus ultimas tareas del dia: Armonia, la tercera de las hijas, empujo a las mas pequenas en direccion al segundo carromato donde dormian todas las mujeres, e Indigo ayudo a Caridad y a Esti a lavar los cuencos y las cucharas en el rio y a apagar luego el fuego.

Mientras se extinguian los ultimos rescoldos y el corro del campamento se hundia en la oscuridad iluminada tan solo por las estrellas, Cari levanto los ojos hacia el cielo.

—Creo que lo mejor sera que durmamos dentro esta noche —dijo pensativa—. Cuando no hay nubes, puede hacer frio en plena noche en esta epoca del ano.

Esa no era su unica razon para buscar la seguridad de la carreta, e Indigo lo sabia; pero no hizo el menor comentario y se limito a asentir con la cabeza. Empezaron a dirigirse hacia la carreta, con Grimya andando junto a Indigo; ya casi habian llegado a los peldanos cuando una mano surgio de la penumbra y toco el brazo de Indigo.

—Indigo, antes de que te vayas a dormir. —Era Eran. La condujo a un lado, pasando por alto la mirada de exasperacion de Cari al pasar junto a ellos, y bajo la voz hasta convertirla en un murmullo—. Pensabas lo mismo que yo, ?verdad? Cuando papa nos conto lo de la gente que se desvanece. —Se detuvo para escudrinar su rostro—. ?Y bien? ?Crees que esas pobres almas que vimos en el camino pueden ser los que han desaparecido?

Indigo vacilo, luego asintio.

—Si, Eran; lo creo. —Miro en direccion a la carreta; Cari ya habia penetrado en su interior—. Pero no creo que debamos decir nada de ello a los otros.

—Val y Lanz ya lo han descubierto por si mismos. Tambien Esti, si es que la conozco. Y papa. Lo tenia escrito en todo el rostro.

—Sin embargo...

—Lo se; lo se. Mira, no le dire nada a nadie a menos que sean ellos los que lo mencionen primero. Pero creo que deberiamos mantener ojos y oidos bien alerta manana en la ciudad.

Y en particular, debieramos buscar a cualquiera que muestre un aspecto demasiado palido para ser saludable.

Era una sugerencia muy sensata.

—Si —repuso Indigo—. Estoy de acuerdo.

Se hubiera dirigido ya en direccion a la carreta, pero Fran parecia reacio a terminar la conversacion. De repente, dijo:

—Sobre esa enfermedad, habia una palabra para definirla; sabes cual era...

—Coma.

—Si. ?Que significa?

—Es como un sueno muy profundo —le respondio—. Una especie de trance. Las victimas siguen vivas, pero es como si sus mentes estuvieran en algo parecido a un limbo.

—?Ah! —Fran se mordio el labio inferior—. ?Quieres decir que no se dan cuenta de nada de lo que sucede a su alrededor... igual que esos viajeros?

El pulso de Indigo se habia acelerado hasta llegar a un doloroso latido muy veloz.

—Si —dijo—. Exactamente igual que esos viajeros.

Era una noche tranquila, y el interior de la carreta oscuro y acogedor: pero Indigo no podia dormir. Permanecia tumbada en el borde de una marana de almohadones y mantas asperas extendidas sobre el suelo que formaban la cama que compartia con las hermanas Brabazon, mientras contemplaba el paso infinitesimalmente lento de las estrellas por el firmamento que se veia mas alla de la abierta media puerta. A su espalda, Esti roncaba suavemente; Gentileza y Piedad, las dos mas pequenas, habian murmurado y lanzado risitas durante un rato hasta que una sonolienta pero tajante reprimenda por parte de Can las hizo callar; ahora no se oia otra cosa que la ritmica respiracion gutural de Esti.

Indigo no podia dejar de pensar en lo que habia dicho Fran, y sobre la conexion entre los ciudadanos desaparecidos, los cuatro viajeros en trance que habian visto en la carretera, y la misteriosa enfermedad. Fran estaba en lo cierto: coma era la palabra clave, y una descripcion inquietantemente apropiada de los abstraidos e inmutables vagabundos.

Se tumbo de espaldas, contemplando el techo pintado de la carreta. Cosechas y pastos echados a perder, que ofrecian el mismo aspecto que si algo les hubiera absorbido la esencia misma de la vida. Animales que sufrian un destino parecido. Seres humanos, descoloridos, secos, que recorrian los caminos a pie o a caballo como si estuvieran en trance. Desapariciones. Una enfermedad del sueno. Era una progresion, penso; cada fase conducia a la siguiente en una especie de horrible desfile.

Y su subconsciente le gritaba que, en algun lugar detras de este misterio cada vez mas complejo, se ocultaba la mano de un demonio.

El dibujo de sombras formado por la luz de las estrellas en el techo vario de repente, e Indigo miro a su espalda encontrandose con que Grimya habia alzado la cabeza y la observaba. En la oscuridad, los ojos de la loba brillaban levemente. «?Indigo? ?Estas despierta?»

«No puedo dormir», le transmitio. «No puedo dejar de pensar, Grimya. Los pensamientos no me dejan tranquila. » «?Es por lo que Fran decia?» «Es eso, si; y mas cosas. »

Grimya se incorporo despacio, una silueta reflejada en el marco de la puerta. Levanto el hocico y olfateo el aire. «Es una buena noche. No sopla el viento y escucho el rumor del rio. ?Por que no damos un paseo?» «?No estas cansada?» «No. Ya sabes que adoro la noche. » Indigo miro por encima del hombro a Esti, que dormia profundamente; luego, con mucho cuidado, se deslizo fuera de la manta que la cubria. En silencio, abrio la parte inferior de la puerta y siguio a Grimya descendiendo los peldanos y perdiendose en la noche.

El aroma de hogueras apagadas, de hierba, de excrementos de animales y del rio se entremezclo en su olfato mientras extendia los brazos para aflojar los musculos agarrotados de estar tanto rato inmovil. El aire poseia un helor otonal, pero la tunica que llevaba, larga hasta la rodilla, era proteccion suficiente, y la hierba bajo sus pies desnudos era suave y agradable. Esquivaron carretas y tiendas de campana donde dormian otros feriantes y descendieron la suave ladera que conducia a la ancha y llana orilla del rio. En la vegetacion que crecia en la orilla algo crujio y chapoteo; un ave acuatica se alejo contoneandose, al tiempo que lanzaba un breve lamento. Las orejas de Grimya se irguieron con el instinto del cazador antes de que el ave nadara fuera de su alcance, y luego se relajaron, Indigo se sento en una mata de hierba rodeada de juncos e introdujo los pies en el agua, observando como las ondas centelleaban a la luz de las estrellas mientras se desparramaban en la perezosa

corriente.

Permanecieron en silencio durante algunos minutos, hasta que Grimya. hablo. Mucho tiempo atras la loba habia decidido, a causa de un curioso pero en cierta forma digno sentido del orgullo, que utilizaria su talento para hablar en voz alta (por muy gutural y entrecortada que surgiera su voz) siempre que no hubiera mas que Indigo para oirla.

Articulando la pregunta que Indigo no habia querido hacerse a si misma, la loba dijo:

—?Has... miiiirado la piedra-iman?

—No. —Le sonrio, pero con cierta tristeza—. No he podido reunir el valor suficiente. Sabemos que conducia hacia Bruhome, pero ahora...

—?Piensas que puede mostrar que hemos llega... do a nues... tro de... destino?

—Es lo que me temo. Y no quiero mezclar a los Brabazon, Grimya. Han sido

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