visitantes. Como desearia haber podido regalarselas a alguien y sacarlas de una vez de esta casa..., pero ni a un enemigo declarado le obligaria a cargar con ellas.
Las orejas de
Estaban junto a la mesa. Veness aparto una silla e indico a Indigo que se sentara.
—Te contare la historia de esas armas, si quieres oirla. —Forzo una sombria sonrisa mientras se acomodaba en otra silla a su lado—. Rimmi tenia razon. Tu amigo Constancia Brabazon habria pergenado un buen espectaculo con ella aunque no habria sido una de sus mascaradas mas alegres. No se de cierto lo viejos que son el escudo y el hacha, pero han pertenecido a nuestra familia durante muchas generaciones. Y hace unos cien anos estuvieron a punto de provocar nuestra ruina.
Indigo no dijo nada, aguardando a que continuara.
—Nuestro nada llorado antepasado, el conde Bray de aquella epoca —siguio Veness, volviendo la cabeza para mirar con expresion de disgusto las armas colgadas sobre la repisa—, se enzarzo en una disputa sobre derechos forestales con una familia vecina, que poseia tierras al sur de esta granja. Rineron y pelearon durante un ano o dos. Pero no se trataba de una disputa en exceso seria, hasta que nuestro antepasado cometio el crimen que proyecto una sombra indeleble sobre esta casa.
Reino el silencio durante un momento; luego
—Sono como si comprendiera. Casi pareceria que lo hubiese comprendido, ?no crees? — Extendio la mano para acariciar la cabeza de la loba—. Pero no merecemos comprension,
»El conde fue a la fiesta; pero fue con todo un ejercito de guerreros y ataco la granja vecina. Seguramente los cogio por sorpresa; no estaban preparados, tampoco tenian muchos guerreros. — Veness bajo los ojos hacia sus pies—. La casa de su anfitrion no tenia la menor posibilidad de
defenderse. Fue una autentica matanza.
Indigo miro el escudo y el hacha.
—?Y fueron esas las armas utilizadas por tu antepasado?
—Si —asintio Veness—. Pero esa no es ni mucho menos toda la historia. Se dice que el vecino tardo bastante en morir. Hay quien dice que era una especie de hechicero o brujo, casi imposible de matar. Yo no lo creo. Lo que creo es que era tan mortal como cualquiera de nosotros, pero tambien que en situaciones excepcionales la mente humana es capaz de cosas extraordinarias. —Le dirigio otra sonrisa forzada, esta vez con un ligero toque de timidez—. Reif y Kinter se reirian mucho de mi si supieran que soy un filosofo... Pero sea como sea, segun la leyenda el hombre estaba tendido sobre su propia sangre, partido casi en dos, y en sus ultimos momentos asio el escudo del conde Bray y le lanzo una maldicion. Las mismas armas del conde se volverian contra el y los suyos, dijo, de la misma forma en que el las habia vuelto contra su inocente vecino. Y la maldicion duraria para siempre de modo que la traicion cometida por la casa de Bray no se olvidara jamas.
Durante algunos momentos reino el silencio de nuevo, a excepcion del ahogado aullar de la tormenta, Indigo contuvo un escalofrio que quiso creer se debia tan solo al frio.
—Es curioso —dijo Veness por fin—, pero cuando era pequeno, acostumbraba tener terribles pesadillas sobre esa escena. Lo veia todo con tanta claridad... La carniceria, la sangre, los hombres y las mujeres muertos... y al conde, tambien. Porque, veras, mientras el vecino pronunciaba su maldicion, el conde Bray descubrio que el escudo y el hacha estaban pegados con fuerza a sus manos. No podia soltarlos, por mucho que lo intentara. Y cuando su victima murio, el enloquecio. Enloquecio de verdad, una furia loca. ?Sabes lo que es eso?
—Si —asintio Indigo con voz grave—. Se lo que es.
—Estaba loco. Salio corriendo de la casa rugiendo como un toro, monto su caballo y cabalgo de regreso a la granja. Cuando llego, salto de la silla, corto la cabeza del caballo de un hachazo, y luego ataco a su esposa y a sus hijos, aqui en esta misma sala. —Sus ojos grises se pasearon inquietos por la habitacion—. Cuando regresaron sus hombres, encontraron muerta a toda la familia. El conde los habia matado a todos y luego, en un ultimo ataque de frenesi, se habia matado a si mismo a golpes de hacha.
Indigo aspiro con fuerza, muy despacio. No sabia que decir, pero la historia de Veness no habia finalizado aun.
—Enterraron el hacha y el escudo con el conde —siguio Veness—. Pero a la manana siguiente del entierro, los encontraron otra vez en su antiguo lugar sobre la pared. Un criado intento descolgarlos y, en cuanto los toco, se pegaron a sus manos como habian hecho antes. Tambien el se volvio loco. Lo mataron antes de que hiciera mas estragos y nadie se atrevio a tocar las armas; las dejaron alli donde habia caido el criado. Al dia siguiente, estaban de nuevo en la pared. —Sus ojos se cruzaron con los de Indigo—. Y ahi es donde se han quedado desde entonces.
El farol empezaba a desprender una luz azulada, senal de que se le agotaba el aceite, Indigo estiro la mano para bajar su intensidad, pero lo penso mejor.
—?Y nadie los ha tocado desde entonces? —pregunto.
—Solo en una ocasion. Hace muchisimos anos, en tiempos de mi bisabuelo. El bisabuelo era un hombre practico al decir de todos y no creia en maldiciones. Ofrecio el escudo y el hacha como regalo a un invitado que habia expresado su admiracion por ellos.
—?Que sucedio?
—Nada, al principio. El invitado se los llevo, y el bisabuelo penso que al fin se habia demostrado que toda aquella historia no era mas que una leyenda supersticiosa. Pero volvieron a estar alli a la manana siguiente, igual que antes, colgados en la pared. Y mas tarde averiguaron que el invitado que se los habia llevado habia muerto durante la noche. Al parecer, su corazon dejo de latir sin mas mientras dormia.
»Asi pues —Veness se levanto bruscamente y empezo a pasear por la habitacion; no en direccion a la chimenea sino alejandose de ella, como si quisiera interponer entre las antiguas reliquias y el la mayor distancia posible—, comprenderas ahora por que a nadie se le permite jamas tocar siquiera estas armas. —Se interrumpio, volviendose para mirarla, luego se encogio de hombros como si se sintiera avergonzado—. A lo mejor no hay nada en esas historias, a lo mejor la maldicion ha perdido ya su poder. No lo se. Pero no le permitiremos a nadie que se arriesgue a hacer la prueba.
Indigo tardo varios minutos en responder. Percibia la excitacion que emanaba de la mente de
Llevar tal peso a traves de generaciones... «?Habia conocido Fenran aquella maldicion?», se pregunto. Durante todo el tiempo que tuvo contacto con el, que habia estado tan unida a el, jamas le habia hablado de su vida anterior prefiriendo cortar todo vinculo con ella y fingir que jamas habia existido. Sin embargo, seguramente debia de haber vivido en esa casa sabiendo la tragedia que ocultaba y que llevaba inculcada en su mente desde la infancia.
Levanto al fin los ojos, intentando dominar la ya familiar sensacion de una mano fantasmal que se aferrara a su estomago al ver el rostro de Veness; el rostro de Fenran. En voz muy baja, dijo:
—Todavia sientes la culpa de ese crimen, ?no es asi, Veness?
El permanecio inmovil por un momento. Luego sacudio la cabeza despacio.
—No lo se, Indigo. No soy un estupido: se que no se nos puede culpar por lo ocurrido hace siglos. Ni siquiera somos descendientes directos de aquel conde; un primo se hizo cargo de las tierras y del titulo despues de que el y todos los suyos murieran, y nuestra familia desciende de el. Pero sigo sin poder cabalgar por las tierras que pertenecieron al nombre que el conde Bray traiciono, sin sentir que paso por un lugar en el que no tengo ningun derecho a estar.
—?A quien pertenecen esas tierras ahora?
Veness callo de nuevo, luego se encogio de hombros.
—A nosotros. Quedo todo arreglado entonces, de una forma muy pragmatica. El autentico propietario y toda su familia habian muerto. Su asesino ya no podia ser castigado. El nuevo conde de Bray era un recien llegado que