comunal en la sala comedor.

Esta vez no hubo incidentes que echaran a perder la reunion y, para alivio de Indigo, parecia que Veness habia olvidado (o al menos dejado de lado) cualquier resentimiento que hubiera podido sentir ante su rechazo de la noche anterior. Las tensiones personales quedaron diluidas ante la dureza de aquel dia de trabajo; Indigo habia sido ahora aceptada con decision y espiritu pragmatico como otro par de manos en la lucha por la supervivencia, e incluso la actitud suspicaz de Reif se habia relajado un poco aunque seguia sin dirigirle casi la palabra. De vez en cuando durante la cena la muchacha dirigia rapidas miradas a la repisa donde colgaban el hacha y el escudo medio ocultos entre las sombras pero, pese a que su malevola presencia le producia cierto malestar, estaba demasiado cansada para prestarles mucha atencion y, a medianoche, subia ya las escaleras en direccion a su habitacion acogedora y caliente en busca del descanso de una noche de sueno profundo.

El tigre de las nieves no regreso. No hubo ninguna perturbacion en toda la noche, solo el ruido incesante de la ventisca que empezaba ya a volverse tan familiar y, en cierta forma, tan tranquilizador, como el silencio de cualquier noche de verano. El dia siguiente transcurrio de manera muy parecida al anterior aunque Indigo se vio estorbada por el terrible dolor de unos musculos no acostumbrados al trabajo duro, y regreso a la casa al anochecer tan entumecida que apenas si podia andar. Carlaze le echo una mirada y luego empujo a los hombres fuera de la cocina, censurandolos por permitir que su invitada se agotara hasta tales extremos. Acto seguido lleno de agua caliente un gran barreno situado frente a los fogones, anadio un brebaje hecho de hierbas, e insistio en que Indigo se sumergiera en el agua perfumada para aliviar el cuerpo dolorido. Banada y envuelta en toallas mientras la muchacha rubia se deshacia en atenciones con ella, y Livian y Rimmi preparaban la comida en medio de un confortable caos a su alrededor, Indigo empezo a sentirse como un miembro mas de la familia... Una sensacion agradable, pero a la vez algo inquietante. Permanecio en silencio durante la cena, y se fue a la cama temprano, escuchando los apagados sonidos de las conversaciones y las risas que le llegaban desde abajo. Se quedo dormida en medio de una curiosa sensacion donde se mezclaban la felicidad y el desasosiego.

Al dia siguiente se desperto antes del amanecer. Durante algunos minutos fue incapaz de discernir que la habia despertado, pero entonces se dio cuenta de que el mundo se habia quedado total y asombrosamente silencioso. La tormenta habia cesado.

Se sento en la cama y tanteo a su alrededor en busca de pedernal y yesca para encender la lampara. El extraordinario silencio despues de tres dias de tormenta parecia casi una intromision. Tuvo que sacudir la cabeza varias veces y apretar las palmas de las manos contra las orejas, hasta conseguir convencerse de que aquella paz era real y no un sueno. Brillo una chispa. La mecha de la lampara prendio y la muchacha le dio mas fuerza, llenando la habitacion de formas de luz ambarina y sombras sepia. Sonrio al ver que Grimya estaba ya despierta y junto a la ventana. La loba se volvio y su cola se agito ansiosa.

—?Ha pa... parado de nevar! —anuncio—. El mundo vuelve a estar en silencio. ?Podemos salir!

Indigo sabia que Grimya habia sido muy desdichada durante los dos ultimos dias. Odiaba estar encerrada pero, como no podia ayudar en ninguna de las tareas al aire libre, no pudo hacer otra cosa que permanecer en la casa con las tres mujeres de la familia Bray. En aquellos momentos aranaba ansiosa los postigos de la ventana con una pata, Indigo se deslizo fuera del lecho y fue a descorrerle el pestillo.

Ante ellas aparecio un mundo blanco y silencioso que brillaba etereo bajo un cielo negro repleto de estrellas. La luz de las estrellas proyectaba las debiles pero discernibles sombras de la casa y los establos sobre la nieve, y Grimya dejo escapar un ganido de placer, al tiempo que su cuerpo se estremecia.

—Es como los in...viernos de mi pa... pais —dijo entusiasmada.

Indigo sonrio, y solto el pestillo de la ventana acristalada, abriendola unos centimetros. Un aire helado que la dejo sin respiracion se introdujo al momento por la rendija, trayendo el olor del hielo y de los pinos. De inmediato aparecieron los recuerdos de vivificantes mananas heladas en Carn

Caille, cuando los vientos potentes de los glaciares meridionales cesaban por un breve espacio de tiempo y el mundo parecia silencioso, limpio y recien estrenado. Carn Caille y las Islas Meridionales estaban en la otra punta del mundo ahora, y las constelaciones que flotaban sobre este amanecer de invierno le eran desconocidas, pero la sensacion purificadera era la misma.

No queria volver a la cama. La habia contagiado la excitacion de Grimya, desterrando por completo el cansancio. Asi pues se vistio y bajo las escaleras en silencio. La loba le pisaba los talones. La cocina aun estaba caliente, los fogones encendidos, y dejo salir a Grimya a la helada anticipacion de la aurora antes de llenar la enorme tetera en el cubo de agua que habian entrado la noche anterior y ponerla a hervir para preparar la infusion matutina. Mientras la tetera empezaba a sisear y borbotear agradablemente, saco harina de trigo y avena de sus respectivos envases y amaso pasta para preparar hojuelas, sonriendo con melancolia para si al pensar en el contraste con su vida de antano en Carn Caille. Entonces no tenia que hacer tareas domesticas, no tenia que cocinar, alimentar animales, ni barrer la nieve: solo se ocupaba de labores y placeres propios de la hija de un rey, mientras los criados satisfacian todas sus necesidades diarias. No obstante ahora le resultaba dificil recordar como habia sido la vida en aquella epoca. Su mundo habia cambiado tanto..., ella habia cambiado tanto...

Grimya regreso, los ojos encendidos de satisfaccion y la lengua colgando. Habia estado revolcandose por la nieve, y se sacudio violentamente en la entrada antes de penetrar en el interior. Su hocico se estremecio mientras recogia los diferentes aromas de la cocina, y anuncio:

—Tengo hambre.

—Terminare esto y te buscare algo de comer —le dijo Indigo con una sonrisa—. ?Esta bien la nieve?

—Mu... mucho. Y me parece que pu... puede haber buena caza.

Sin duda los habitantes de la casa agradecerian un poco de carne fresca, penso Indigo; debia preguntar a Veness o a Kinter que tipo de caza se encontraba en la zona. Deposito en el suelo un cuenco de agua para que Grimya bebiera y, mientras terminaba las hojuelas, la puerta interior se abrio y entro Veness.

—Indigo. —Estaba sorprendido aunque intento con toda intencion minimizar el embarazo que le producia encontrarla alli sola—. ?Vaya, si que eres madrugadora!

—El silencio me desperto, por extrano que parezca.

—No es nada extrano. —Veness flexiono los hombros y giro la cabeza de un lado a otro para mitigar cualquier resto de entumecimiento—. Nos hemos acostumbrado tanto al ruido estos dias que lo echaremos de menos algun tiempo. La calma que sigue a la tormenta... Por la Diosa, es un alivio, ?verdad? Podremos andar por ahi de nuevo y trabajar de verdad. —Callo, luego hizo una mueca—. Veo que Grimya ya ha aprovechado el cambio.

—Odia permanecer encerrada durante mucho tiempo —dijo Indigo. La tetera hervia, y coloco una bolsita de hierbas para infusion y especias en una jarra de cobre antes de llenarla de agua y depositarla sobre los fogones para que hirviera a fuego lento—. La infusion estara lista en unos minutos. Y he preparado pastelillos.

—No era necesario que te molestases. Debieras haber esperado a Livian. La oi moverse, bajara enseguida.

—Me gusta poder hacer algo para ganarme el sustento.

Indigo descolgo los tazones de sus ganchos, consciente de que su voz y movimientos eran poco naturales y demasiado formales, pero se sentia incapaz de relajarse en su presencia. Era la primera vez que estaban solos desde aquella primera noche; sin Kinter, Reif o al menos una de las mujeres para suavizar la tension, y le resultaba dificil mirar a Veness a los ojos o comportarse con despreocupacion.

Se produjo un silencio, durante el cual fue consciente de que los ojos de Veness la observaban. Entonces, de modo casual pero con deliberada intencion, Veness le pregunto:

—?Que tal eres como tiradora con esa ballesta tuya?

La pregunta la cogio desprevenida y se volvio sin poder disimular la sorpresa. Veness estaba apoyado en el respaldo de una silla, y en su rostro brillaba una amplia sonrisa. La muchacha le devolvio la sonrisa un tanto indecisa.

—Bastante buena.

—Kinter me estuvo hablando del arco anoche. Tengo entendido que le ensenaste los principios basicos. Es bastante diferente de las armas que utilizamos por aqui. Kinter se quedo impresionado, y dijo que deberia verlo por mi mismo, asi que ahora que ha pasado la tormenta y podemos ir mas alla del patio otra vez, ?te importaria hacerme una demostracion?

Al parecer estaba decidido a hacer caso omiso de su cautela y a derribar las barreras, Indigo asintio con la

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