Habia dado, como le sucedia tan a menudo, con el quid de la cuestion, Indigo lanzo un suspiro triste y prolongado.

—Tengo miedo, Grimya. Me siento culpable e insegura de mi misma. He herido a Veness. No queria hacerlo. He intentado ponerlo en el lugar de Fenran, y ha sido una accion cruel, egoista y estupida. Y, sin embargo, al mismo tiempo... —Decidio que podia ser totalmente honrada con Grimya—. Al mismo tiempo hay una parte de mi que no lamenta lo sucedido. Y cuando pienso en lo que esa mujer nos dijo anoche... Si es cierto, entonces el mismo Veness puede ser el traidor que andamos buscando. Y si lo es... —Sacudio la cabeza, incapaz de expresar lo que sentia.

«Si lo es», dijo Grimya muy seria, «entonces tendras que elegir. Una decision terrible.»

—No. —Indigo se incorporo—. No, no es esa la cuestion. Puede que haya hecho una necedad, pero no estoy tan loca. Si Veness fuera el traidor no habra la menor duda sobre de que lado estara mi lealtad aunque bien sabe la Madre que sera duro. —Se interrumpio—. Pero si no es el traidor, Grimya, ?entonces que? Me quiere. Dice que esperara hasta que este segura de mis propios sentimientos. Y... creo que eso es lo que mas temo.

«?Crees, entonces, que puedes llegar a quererlo? ?Tal y como es, y no como la imagen de Fenran?»

Los recuerdos de la noche anterior acudieron de nuevo. Y recuerdos mas recientes, del rostro de Veness mientras sostenia sus manos en el vestibulo hacia solo cuestion de minutos. Eso era lo que la habia aturdido tanto, porque fue entonces, no en el calor de la pasion nocturna, cuando ella lo comprendio realmente. Y en aquellos breves momentos, mientras el le sujetaba las manos y le hablaba con tanta gentileza y tanta ternura, su imagen se escindio de la imagen mas antigua y preciosa de Fenran y se convirtio en otra bien nitida en su mente. No creia que pudiera volver a confundirlos jamas. Y temia lo que eso significaba.

—Si —asintio con voz debil—. Creo que podria.

CAPITULO 12

Gracias a la tormenta, en la granja de los Bray en las horas de luz sobraba trabajo para todas aquellas manos que estuvieran disponibles, tanto con la intencion de recuperar el tiempo perdido durante el periodo de inactividad impuesto por las condiciones climaticas, como con la de reparar cualquier desperfecto que la tormenta hubiera causado. A lo largo de los tres dias siguientes Veness, Reif y Kinter estuvieron fuera de la granja desde la salida hasta la puesta del sol, quedando Indigo, Brws y dos trabajadores encargados de los quehaceres cotidianos, pero necesarios, que habia pendientes en los alrededores de la casa.

Indigo agradecia aquel respiro, satisfecha de tener la oportunidad de eludir sus problemas distraida por el esfuerzo fisico que exigia el trabajo inmediato y duro. Por mutuo acuerdo, ni Grimya ni ella habian vuelto a mencionar a Veness, y dedicaban el poco tiempo libre que tenian a la otra cuestion mas siniestra que las preocupaba: el mensaje de la extrana mujer, y la busqueda de cualquier prueba que pudiera demostrar lo que les habia dicho.

Seguian sin tener la menor idea sobre la identidad de la mujer. Un interrogatorio cauteloso y sutil a Livian y Carlaze no dio ningun fruto; al parecer no corria por ahi noticia alguna sobre visiones misteriosas o merodeadores solitarios en los bosques. Y el tigre de las nieves, como Indigo no tardo en descubrir, era un tema tabu bajo el techo de los Bray.

La tarde del segundo dia, al regresar del patio mientras empezaba a caer la noche fria y lugubre, Indigo entro en el comedor para coger una lampara que le alumbrara el camino hasta su habitacion... y se detuvo en seco al encontrarse cara a cara con el conde Bray, sentado ante la enorme mesa.

El conde contemplaba algo que sostenia entre las manos entrelazadas, pero al oir su voz levanto la cabeza rapidamente. Era demasiado tarde para retroceder sin tener que saludarlo e Indigo dijo vacilante:

—Perdon si os he molestado, senor. Por favor, excusadme.

—No. —Alzo una mano, la palma hacia afuera, al ver que ella empezaba a retroceder—. Espera. ?Quien eres? ?Que haces aqui?

Le costaba articular las palabras, pero Indigo no podia decir si era debido a la bebida o a la fatiga.

—Me llamo Indigo, senor —respondio—. Vuestro hijo me acogio durante la ventisca.

—Ventiscas... —El conde Bray arrugo el entrecejo—. Ah, si. Te he visto antes. En una ocasion. —Despacio, su mirada se traslado hasta Grimya, inmovil junto a Indigo, y el entrecejo se aflojo un poco—. ?Es tu perro lobo?

—Si.

—Buen animal —repuso con un grunido—. Buen cazador, ?no? Conozco estos perros: tienen buen olfato. Buenos cazadores. Rastrean para uno; encuentran lo que buscas. Un perro como ese vale mucho.

Indigo se evito la respuesta al escucharse unas pisadas rapidas en el vestibulo y hacer su aparicion Carlaze. Llevaba un puchero de sopa. Al ver a Indigo se detuvo llena de consternacion.

—Lo siento —susurro Indigo—. No sabia que estaba aqui. Me ire.

—?Que es eso? —exigio el conde con voz sonora—. ?Estas cuchicheando! ?Quien esta ahi, quien

es?

—Solo yo, tio. —Carlaze salio de detras de Indigo para que pudiera verla—. He traido algo para que comais. —Dirigio una rapida mirada a Indigo y, con la mano libre, hizo un gesto indicando la accion de beber, al tiempo que sus ojos se desviaban expresivamente en direccion al conde—. Siguele la corriente, si puedes —musito—. Ha habido un ligero incidente..., te lo explicare luego.

Carlaze avanzo hasta la mesa y coloco el cuenco frente al conde, mientras retiraba disimuladamente el pequeno objeto que este habia estado acunando, hasta dejarlo fuera de su alcance. Era un objeto pequeno, plano y ovalado, pero Indigo no pudo ver bien de que se trataba a causa de la poca luz de la habitacion.

—Muy bien, tio —dijo Carlaze con dulzura—. Tomaos esta sopa mientras aun esta caliente. Os calentara por dentro y os hara bien.

El conde contemplo el cuenco como si nunca antes hubiera visto nada parecido, luego volvio a mirar a Indigo.

—Esa es Carlaze —declaro con voz ininteligible—. Carlaze. La chica del... hijo de mi hermana. No. Su esposa ahora, ?no es asi? Bonita, ?eh? Toda esa melena rubia. Me cuida bien, Carlaze. Pero no tan bien como...

Carlaze lo interrumpio rapidamente, un tanto desesperada.

—Tomaos la sopa —insistio—. Necesitais recuperar las fuerzas.

—Deberias darle un poco a ese perro lobo de ahi. Nunca he visto un perro que no tuviese hambre, y trabajan mejor si estan bien alimentados. Rastrean mejor, ?sabes? Estan mas dispuestos: son mas leales con un amo generoso. —De improviso su mirada se intensifico y volvio a dirigirse a Indigo—. Ven aqui, muchacha. Deja que te mire.

Indigo avanzo con recelo hacia la mesa. La mirada del conde Bray resultaba inquietante, y, percibiendo la cuerda floja en la que, de forma tan precaria, se balanceaban su mente y su estado de animo, no supo si mantener su mirada o bajar los ojos. Cuando estuvo mas cerca, el conde extendio una mano fuerte y encallecida y la sujeto por los dedos.

—?Tus ojos son azules! —Sono como una acusacion, luego su voz se torno mas impaciente—. Aqui, muchacha, he dicho aqui. Mas cerca. ?Deja que te vea bien!

Indigo se inclino hacia adelante. El conde la contemplo fijamente unos momentos, luego la solto de golpe.

—?Ah, no! No son como los de ella, ?verdad que no? —Una sonrisita triunfante y a la vez desesperadamente triste curvo sus labios—. Te dieron el nombre a causa de tus ojos, ?no es asi? Si, ya lo veo. Pero sus ojos eran azules, ?me comprendes? Azules. Como zafiros. —De repente, y con tal velocidad que Carlaze no pudo intervenir, estiro la mano sobre la mesa y agarro el pequeno objeto que ella le habia quitado. El puchero de sopa se volco, derramando su contenido sobre la mesa como una oleada de liquido caliente, pero el conde Bray no hizo el menor caso.

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