con una aterradora sonrisa demente que le cruzaba el rostro, el conde levanto el escudo frente a el y empezo a balancear el hacha describiendo con ella amplios y mortales arcos que hendian el aire como un pendulo monstruoso.
Brws fue el primero en morir. No habia hecho otra cosa que interponerse tragica e inutilmente en el camino del conde durante aquellos primeros y terribles instantes, y fue abatido para morir entre alaridos mientras su padre le partia el cuerpo en dos junto a la chimenea a golpes de hacha. En la confusion que siguio, Rimmi fue a dar con el filo del hacha cuando esta giraba en su direccion y cayo, derribando con ella a Livian y Carlaze. Kinter recibio un segundo hachazo pero por un milagro el filo solo le produjo un rasguno en el brazo; no obstante, tambien el cayo al suelo, y vio que el conde, riendo todavia como un maniaco, saltaba sobre el, que permanecia medio atontado en el suelo, y salia a toda velocidad por la puerta.
Cuatro de los peones de la granja intentaron detener al conde Bray cuando salio de la casa hecho una furia haciendo girar el hacha sobre su cabeza. Tres habian muerto, el cuarto no era probable que viviese, y dos caballos perecieron asimismo en la carniceria antes de que el conde, riendo todavia, se desvaneciera entre las sombras que empezaban a aduenarse de la tierra.
Veness escucho el relato y el informe sobre el numero de muertos y heridos con rostro tan inexpresivo como el de una estatua de marmol. Solo sus ojos mostraban alguna animacion; brillaban de dolor, pena e ira en tal medida que Indigo no podia soportar mirarlos. Por fin Kinter callo titubeante y, por un momento, la cocina quedo inquietamente silenciosa con excepcion de los sollozos de Livian, mas suaves ahora que el sedante empezaba a surtir efecto. Luego Veness dijo con voz fria y remota:
—?Donde estan los otros ahora?
Kinter miro a su alrededor aturdido, como si esperara que se materializaran. Luego se sereno con un esfuerzo.
—Carlaze esta arriba con Rimmi. Rimmi esta malherida; ha perdido mucha sangre... Carlaze esta haciendo todo lo que puede, pero... —Sacudio la cabeza con impotente afliccion.
Veness cerro los ojos un instante.
—?Y Reif?
—Cuando volvio en si despues del golpe, sa... salio en pos de tu padre. —Kinter levanto la cabeza bruscamente—. ?Intente disuadirlo, Veness, lo intente, pero no quiso hacerme caso! Y no quiso que fuera con el; dijo que debia quedarme por si el conde regresaba...
—Tenia razon. Pero no debia haber ido.
De repente la mascara se resquebrajo, y la angustia aparecio patente en el rostro de Veness. Abrio y cerro la boca, pero no encontro palabras que pudieran expresar lo que sentia. Al cabo de unos segundos recupero el control de si mismo.
—?Carlaze no esta herida?
—No..., ni Livian. Son las unicas.
Veness asintio. No habia motivo para dar las gracias a la vista de tanto horror, pero se sintio agradecido de todas formas.
—Mi padre —siguio—. ?Como se fue?
—A pie.
—?Y Reif?
—Se llevo un caballo. —Kinter miro con inquietud hacia la ventana. Era ya noche cerrada y se podia oir que la tormenta de nieve iba adquiriendo fuerza—. No llegara muy lejos con este tiempo. Nunca alcanzara al conde.
—Esperemos que tengas razon. —La mirada angustiada de Veness se paseo velozmente por la cocina, entonces parecio tomar una decision—. Voy a salir en busca de los dos. Me llevare un trineo de perros; los perros llegan alli donde un caballo no puede avanzar con esta tormenta.
Kinter se puso en pie.
—Ire contigo.
—No. Estas herido...
—No es mas que un rasguno. Veness, no puedo quedarme aqui esperando sin hacer nada; ?tengo que hacer algo! ?Por la Madre, deja que vaya contigo..., deja que repare mi imprudencia!
Veness vacilo.
—?Y si regresa mi padre? ?Quien protegera a las mujeres?
—No regresara. Es a Gordo a quien quiere, no a nosotros. E incluso si regresara, Indigo puede proteger la casa tan bien como nosotros. Hay suficientes cerraduras y pestillos para impedirle entrar.
—Veness —intervino Indigo—, lo que Kinter dice es cierto. Si sucediera lo peor, puedo proteger a los otros. Pero... —Y de improviso, de forma espontanea, estallo antes de que pudiera controlarse—. ?Pero no quiero que vayas!
Veness se volvio y la miro, Indigo sintio que su corazon se contraia. Una profunda y horrible sensacion le formaba un nudo en el estomago, una espantosa aprension intuitiva. Temia por el; no, mucho mas que eso: estaba aterrorizada. Queria correr hacia el, aferrarse a el, suplicarle que no abandonara la casa. Pero no podia explicarse aquel sentimiento, y mucho menos hacerlo inteligible para Veness. Era demasiado primitivo, demasiado profundo. Cuando lo miro a los ojos, comprendio con desesperacion que nada de lo que pudiera decir serviria.
—Hay que encontrarlo, Indigo —repuso Veness con suavidad—. Y hay que detenerlo. No podemos arriesgarnos a perder mas tiempo.
La muchacha desvio la cabeza; comprendia todo lo que el no habia dicho, todas las razones del porque debia salir en su persecucion, y no podia discutirselo. Pero tampoco podia vencer su propio instinto, y dijo con voz lastimera:
—?Pues si tienes que ir, dejame ir contigo en lugar de Kinter! —Lanzo a Kinter una mirada de desesperacion, suplicandole en silencio que la respaldara—. Esta herido; y diga lo que diga, es seguro que la herida sera un estorbo. Si se queda aqui para proteger a los otros, tu y yo podemos...
—No. —Veness hablo en voz baja pero en tono tajante, y las esperanzas de Indigo se desvanecieron—. No tendria ningun sentido, Indigo. Kinter conoce la zona tan bien como yo, conoce los lugares mas probables a donde puede haber ido y tambien los escondites. Lo necesito conmigo. Y ademas, tu puedes hacer aqui mucho mas de lo que podria hacer el. —Dirigio una significativa mirada a Livian.
Sabia (aunque le hubiera sido imposible inducir a Veness a admitirlo) que su preocupacion era, por encima de todo, la seguridad de ella; pero ni aun asi tenia una respuesta para rebatir su razonamiento. Derrotada, asintio tristemente.
—Si. Tienes razon. Comprendo. Pero... —Extendio los brazos impulsivamente y tomo sus manos—. Por favor, Veness, debes tener muchisimo cuidado. Tengo miedo por ti..., miedo de lo que pueda pasar.
Por un segundo Veness arrugo la frente, como si percibiera algo mas profundo detras de lo que, en apariencia, no era mas que una preocupacion natural. Luego aparto de si la momentanea incertidumbre y miro a Kinter.
—Kinter, ?quieres empezar a enganchar los perros? Me reunire contigo en unos minutos.
Kinter se dio por aludido, pero se detuvo en la puerta al ocurrirsele una idea de repente.
—Indigo —dijo—, tu ballesta..., antes dijiste que podia cogerla.
—Si. Si, claro. —Le alivio que el lo recordara; podia resultar de gran ayuda a los perseguidores
del conde—. Esta en mi habitacion.
—Ire a buscarla. Y le dire a Carlaze que nos vamos; la tranquilizare... —Dirigio a ambos una sonrisa rapida y forzada y abandono la cocina.
Mientras sus pasos resonaban por las escaleras, Indigo y Veness se volvieron para mirarse. Sus manos seguian entrelazadas, Indigo sintio un nudo en la garganta cuando sus ojos violeta se encontraron con los ojos grises de Veness.
—Veness... —Tenia que decir la verdad; no podia ocultarla por mas tiempo—. Tengo miedo por ti. Y no se el motivo. Es una intuicion.
—Lo tendre en cuenta —prometio solemne—. Pero tengo que ir en busca de mi padre de todas formas. Lo comprendes, ?verdad?
—Si. —Los dedos de Indigo se crisparon con fuerza sobre los de el—. Y todo lo que puedo hacer es rezar por tu exito, y por que vuelvas sano y salvo.
Veness le sonrio con tanto carino que la muchacha sintio que un escalofrio le recorria el cuerpo entero.