—Eso significa mas de lo que te das cuenta —dijo el con dulzura—. Llevare esas palabras conmigo, Indigo. Me protegeran.

Y se inclino para besarla. Ella le respondio instintivamente, sin detenerse a pensar y, cuando sus bocas se encontraron, le solto las manos para rodearla con sus brazos. Una emocion violenta y enfatica florecio en la mente de Indigo. Aturdida, hizo intencion de hablar cuando por fin se separaron; pero no pudo. No podia expresarlo. La revelacion fue demasiado repentina, y demasiado trascendental.

—Debo irme. —Veness la sujeto con fuerza por los hombros un instante, reacio a apartarse de ella—. Reza por mi, amor, como has prometido.

—Lo hare. Claro que lo hare. ?Que la Madre te proteja! —Y antes de que pudiera volver a hablar, el habia salido.

Indigo permanecio inmovil, los ojos fijos en la puerta de la cocina. Oyo como Kinter volvia a bajar las escaleras, escucho el doble portazo de la puerta principal y, a los pocos minutos, el ladrar ansioso de los perros de tiro al sacarlos de sus perreras y llevarlos al patio. Grimya, que durante todo aquel tiempo habia permanecido en silencio bajo la mesa de la cocina, la observo con ojos inquietos. Habia percibido lo bastante de la confusion en que se hallaban sumidos los pensamientos de Indigo como para adivinar el resto, y no deseaba entrometerse en aquel trance privado y doloroso.

Por fin Indigo cerro con fuerza los ojos con la intencion de desterrar las imagenes que se agitaban en su mente. Se estremecio violentamente, luego levanto los ojos, se aparto los cabellos del rostro y se dio la vuelta. El ademan fue un intento doloroso y estudiado de parecer normal; no engano a Grimya, pero esta mantuvo la farsa.

«Livian duerme», dijo la loba en silencio.

Indigo dirigio la mirada hacia la silla en que estaba sentada la mujer, y vio que su cabeza reposaba contra el respaldo en forma de rueda. Livian tenia los ojos cerrados y la boca entreabierta; el sedante y su agotamiento emocional se habian combinado para ofrecerle una escapatoria muy necesaria.

«Lo mejor sera dejarla, descansar aqui», comunico Indigo.

Los perros seguian ladrando en el patio y, para distraer sus pensamientos de Veness y su peligrosa mision, los volvio hacia Carlaze, que en el piso de arriba atendia a Rimmi, que se debatia entre la vida y la muerte. A lo mejor podria hacer algo por ella. Sus conocimientos sobre tecnicas curativas eran rudimentarios, pero quiza sirvieran de ayuda. Y la compania de Carlaze resultaria un balsamo en aquellos momentos.

«Voy arriba», dijo a Grimya. «Cerrare y atrancare la puerta principal, luego ire a ver si puedo ayudar a Rimmi.»

«?Quieres que vaya contigo?»

«No, carino. Quedate aqui y vigila a Livian. Y estate atenta por si sucede algo raro.»

Grimya inclino la cabeza en senal de asentimiento. Por un momento parecio que iba a hacer la pregunta que Indigo temia, pero con gran alivio por parte de la joven lo penso mejor, se levanto y fue hacia la estera situada frente a los fogones, donde se tendio.

Indigo atraveso el pasillo a toda prisa, desviando la mirada de la puerta cerrada del comedor. Mientras corria los pestillos y colocaba la pesada barra en su lugar, oyo los ladridos cada vez mas potentes de los perros y comprendio que el trineo se ponia en marcha; una voz de hombre lanzo un grito de aliento y los ruidos se desvanecieron poco a poco en el gemido del viento. Un nuevo torrente de emocion se apodero de Indigo, cogiendola desprevenida; se mordio el labio inferior y apreto la frente contra la aspera superficie de la puerta. Veness se habia ido. Y ella no habia sido capaz de admitir la verdad ante el; la verdad que la habia golpeado tan fuerte e inopinadamente en aquellos breves instantes antes de que se separaran.

?Que era lo que le habia dicho a Grimya pocos dias antes? Que por encima de todo temia llegar a descubrir sus propios sentimientos. Y ahora, en un momento de crisis, se habia visto obligada de improviso y sin remision a enfrentarse con ese temor y a admitir lo que habia sospechado desde el principio. Cuando el estaba a punto de partir, se dio cuenta de que temia no solo por la seguridad de Veness sino tambien por ella misma. Por encima de todo lo demas, tenia miedo de perderlo.

Pero ahora Veness se habia ido, y era demasiado tarde para decir lo que podria haberle dicho. Lo unico que podia hacer era mantener su promesa de rezar por el: rezar para que la peligrosa mision tuviera exito, para que Kinter y el regresaran sanos y salvos. Y rezar, tambien, para que la inquietante sensacion de premonicion que acechaba en su interior resultase falsa.

Con la cabeza apoyada aun contra la puerta, Indigo musito:

—?Madre de la Tierra, por favor, ayudame ahora! ?Protege a Veness..., por favor, protegelo!

Sus pestanas estaban humedas cuando se irguio y se volvio. La casa parecia muy silenciosa, la ausencia de los sonidos familiares de actividad domestica resultaba inquietante y opresiva. En el exterior, el viento aullaba burlon, golpeando contra la puerta como si quisiera derribarla, Indigo aspiro con fuerza, calmo su acelerado corazon y se dirigio hacia la escalera.

En la habitacion de Rimmi se encontro con una escena desoladora. Rimmi yacia en silencio en la cama alta y estrecha, el rostro mortalmente palido y las mejillas y ojos hundidos. Respiraba debilmente entre estertores, Indigo descubrio manchas de sangre en sus cabellos.

Carlaze permanecia sentada junto a la joven herida. Era evidente que habia estado llorando, pero rehusaba admitir que sus emociones estuvieran ahora fuera de control y, con una calma rigidamente forzada, aparto las sabanas que cubrian a Rimmi para mostrar a Indigo los vendajes. El hacha habia producido un corte oblicuo sobre la caja toracica de Rimmi, justo por encima del estomago; Carlaze consiguio detener la hemorragia, pero temia que sin tratamiento experto la herida no cicatrizase.

—No puedo hacer nada mas por ella —dijo, volviendo el rostro y llevandose un puno a la boca al notar que su voz amenazaba con quebrarse—. No podemos llegar hasta un medico, y yo ni siquiera tengo los conocimientos sobre hierbas que tiene Livian... ?Oh, Indigo, tengo tanto miedo de que muera! —Se cubrio el rostro con ambas manos y empezo a balancearse adelante y atras.

Ver a Rimmi en aquel estado habia sacado a Indigo bruscamente de su propia confusion. De repente su instinto practico y racional afloro impetuoso a la superficie. Alli habia algo que podia hacer, una ayuda que podia prestar. Echo una rapida mirada por la habitacion. El fuego se apagaba y no habia ninguna lampara encendida. Necesitaria luz y calor; un poco de agua caliente, una vela, un pequeno tripode y un cuenco donde pudiera preparar sus pociones. A lo mejor no conseguiria mas de lo que Carlaze ya habia hecho, pero al menos podia intentarlo.

—Carlaze. —Poso una mano sobre el hombro de la muchacha rubia y noto que esta se encogia sin querer—. Tengo algunos conocimientos curativos. No se si seran suficientes para ayudar a Rimmi, pero puedo preparar una bebida que le alivie el dolor, y algo que la ayude a recuperarse de la conmocion. —Se detuvo al ver que Carlaze levantaba la mirada hacia ella con angustiada esperanza, luego anadio—: Y eso te dara la posibilidad de descansar un rato. Tu tambien has sufrido una conmocion; y tambien has sido danada aunque no sea fisicamente.

—No —replico Carlaze, tozuda—. Estoy bien..., no necesito descanso.

—Oh, si lo necesitas, y debes tomarlo. Dame solo unos minutos para ir a buscar mi bolsita de hierbas y algunas otras cosas de la cocina, y te relevare en tu vela mientras duermes algunas horas.

Carlaze dejo caer los hombros en senal de asentimiento.

—Puede que tengas razon. Estoy cansada. —Sacudio la cabeza como si intentara despejarla—. Echare mas lena al fuego y encendere una lampara. —Vacilo y su mirada se poso de reojo en el rostro de Indigo—. ?Se han ido? ?Kinter y Veness?

A mitad de camino de la puerta, Indigo se detuvo.

—Si; se han llevado un trineo tirado por perros.

Carlaze hizo un signo religioso sobre su pecho.

—?Que la Diosa los proteja!

—Amen —respondio Indigo con fervor; luego aventuro la pregunta que no se habia atrevido a hacer a Veness—: Carlaze..., si encuentran al conde, lo mataran, ?verdad?

Carlaze volvio la cabeza para mirarla.

—Kinter no dijo nada de eso, pero... me temo que no tienen otra eleccion. No pueden intentar desarmarlo sin correr un riesgo atroz; incluso aunque el conde no los matase, solo tienen que tocar esas horribles armas por un instante y se verian poseidos tambien por la locura. Creo que tendran que dispararle. No les queda otra

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