—?Indigo, te lo advierto! Llamala, o...
— ?Reif, voy en busca de Veness! —Tenia que intentar explicarlo, por el bien de Rimmi — . ?Cuida de Rimmi, mantenia a salvo, y no dejes que Carlaze se le acerque! ?Por favor..., haz eso, al menos, hasta que encuentre a Veness y regresemos!
—Jamas lo encontraras! ?Estupida weyer, moriras ahi afuera! Ningun caballo podria avanzar con esta ventisca, mucho menos una mujer a pie... ?Por que crees que regrese?
Reif intentaba desesperadamente ser razonable, aunque ella adivino que era solo por temor a la colera de su hermano si algo malo le sucedia a Indigo; sin aquella coaccion, habria seguido sin duda el lloroso consejo de Carlaze y la habria atravesado con la espada.
—No me importa el riesgo. —Aferro el picaporte de la puerta—. Tengo que encontrarlo, Reif. Si Rimmi recupera el conocimiento, ella te dira por que; te contara la verdad. Cuida de ella.
Abrio la puerta, y una aullante rafaga de aire se la arrebato de las manos y la estrello contra la pared. La nieve penetro en el vestibulo danzando en circulos como derviches. Livian chillo, Indigo, con
Oyo voces que la llamaban mientras, tambaleante, atravesaba el patio, forcejeando para ponerse el abrigo sin dejar de correr; escucho con claridad la voz de Carlaze que gritaba: «?No dejes que huya, Reif! ?Ve tras ella, matala!». Pero nadie salio en su persecucion, no escucho el crujir de pies corriendo sobre la nieve y el hielo a su espalda. Y el arco se alzaba entre la enloquecida oscuridad delante de ella, Indigo avanzo como pudo hacia el, envolviendose bien en el abrigo y tirando de la capucha para cubrirse los cabellos. No habia pensado siquiera que direccion tomaria, como encontraria a Veness; todo lo que importaba ahora era conservar la libertad y huir del veneno de Carlaze y de los extraviados intentos de Reif de hacer justicia.
Salieron del arco, abandonando la relativa proteccion del patio de la granja, y la ventisca las azoto como una pared. El viento, rugiendo del norte con la voz de un millar de tigres, levanto a Indigo y la arrojo contra el arco. Volvio a ponerse en pie con dificultad, vio a
Inclinada para resistir el empuje del viento, las piernas bien clavadas en el suelo y la cabeza gacha como un carnero a punto de cargar, Indigo se dio cuenta por primera vez de la total y temeraria inutilidad de su mision. Jamas encontrarian a Veness. Incluso aunque, como creia, el trineo de perros hubiera ido en direccion al campamento maderero (con toda probabilidad el lugar al que se habia dirigido el conde Bray, ahora que conocia las circunstancias de la muerte de Moia),
Locura: o una desesperacion total. De cualquier modo no podian regresar. A su espalda estaba Reif y la amenaza de confinamiento; y, lo que era peor, Carlaze, capaz de remover cielo y tierra si era necesario con tal de asegurarse de que Indigo y Veness no volvieran a verse en el mundo de los vivos. Una situacion horrible e imposible de enfrentar. No
Entonces, entre la aullente oscuridad les llego un sonido que no era una de las innumerables voces de la tormenta. Una llamada ronca y autoritaria, medio grunido, medio gemido, resaltando entre el rugido de la tormenta. Venia de algun lugar delante de ellas y a la izquierda:
El tigre surgio de la noche como un espectro, palido y reluciente entre los remolinos gris plata de la nieve. Avanzo silencioso hacia Indigo, sus ojos como dos faros dorados iluminados por un resplandor interior. Levanto la cabeza y vio sus blancos colmillos, la nube enloquecida de su aliento que se desparramaba, cuando volvio a gritar. Y en ese mismo instante la sorprendida voz de
El tigre agito otra vez la cabeza como si quisiera confirmar lo dicho por la loba y lanzo el sonido que Indigo ya habia oido otras veces; el casi dulce ronroneo que, ella sabia, significaba que no habia nada que temer. No obstante, la llamada estaba cargada de agitacion, de apremio; como si el tiempo fuera lo mas importante.
Grito al enorme felino:
—?Se trata de Veness? Por favor..., ?es Veness?
La ventisca se llevo su voz, pero el tigre debio de oirla o al menos percibir lo que pensaba, porque alzo el enorme hocico, con el pelaje del cuello alborotado por el viento, y abrio de nuevo las mandibulas para lanzar un ronco bramido.
Era confirmacion mas que suficiente, Indigo avanzo dando traspies hacia el felino y, por puro instinto, extendio el brazo. Sus dedos se cerraron sobre el espeso pelaje del lomo empapado por la nieve y, al instante, sintio como los enormes musculos se tensaban al volverse la criatura en direccion a la noche.
Su avance entre la ventisca parecia tan irreal como un sueno. El tigre se movia por la nieve al parecer con gran facilidad, mientras Indigo avanzaba a trompicones tras el, y
Hasta que, en medio de la noche salvaje, vio al espiritu. Una figura blanca, tambaleante, que daba traspies igual que ella misma, pero sin companeros que la protegieran y ayudaran. Y, transportado por el viento, le llego un grito, un aullido, como si la ventisca hubiera dado vida a algo situado mas alla del mundo mortal y lo hubiera enviado a vagar por las llanuras.
—?Moia? ?Moia!
El fantasma dio una violenta sacudida. Un agudo chillido inhumano hendio la noche y, en el mismo instante en que se daba cuenta de su tremendo error, en el mismo instante en que la verdad la golpeaba como un punetazo, la figura cargo.
La vio con claridad durante un segundo espeluznante. Sus ropas estaban desgarradas y convertidas en jirones que le ondeaban alrededor del cuerpo como los andrajos de un sudario largo tiempo enterrado, y sus cabellos flotaban como humo en la galerna. El rostro que coronaba el fuerte armazon era una pesadilla viviente: sin la proteccion de ningun abrigo, su piel habia adquirido un horrible color gris azulado, y sus labios color arcilla y los dientes amarillentos estaban salpicados de sangre y saliva. Tambien habia sangre en su rostro, alli donde las unas rotas habian producido profundas hendiduras en las mejillas.
Y los ojos le brillaban como estrellas, mas alla de toda senal de humanidad, mas alla de toda comprension, mas alla, mucho mas alla de cualquier esperanza de cordura. El conde Bray chillo otra vez, y el chillido se intensifico hasta convertirse en un gran rugido de agonia y furia loca. En su mano izquierda centelleaba el escudo maldito, el disco emanaba una luz fantasmal como una luna terrestre; en su mano derecha, el hacha zumbaba en el aire, describia un arco, giraba cada vez mas deprisa, hipnotizando a Indigo mientras sus ojos, atraidos por la mortifera y revoloteante mancha, no veian mas