caballo, con la instintiva sabiduria de sus ancestros criados en aquellas tierras, forrajeaba y comia bien.

A lo largo del camino habia algunos poblados, caserios mas que ciudades, que habian crecido con los anos para satisfacer las necesidades de aquellos que realizaban las migraciones de primavera y otono entre el interior y la costa. Y entre pueblo y pueblo habia alguna que otra granja donde el viajero podia comprar o trocar comida fresca, y donde siempre se agradecian noticias de Mull Barya. Cada vez que se detenian en uno de tales lugares, Indigo sacaba la piedra-iman de su escondrijo y contemplaba de nuevo el tembloroso punto de luz de su interior. El mensaje de la piedra era siempre el mismo: al norte, y mas alla. Su viaje no habia terminado aun. Y sin poder explicar la causa, la muchacha se alegraba de que asi fuera.

Cambiaron de mes y la luna empezo a menguar, cediendo el cielo nocturno a la luz de estrellas desconocidas. Tambien cambiaba el paisaje; no habian encontrado ningun lugar habitado desde hacia cinco dias, y el terreno que las rodeaba era un caos salvaje y desierto de rios, lagos y colinas, con zonas de oscuros bosques que bordeaban el horizonte. Y entonces, un dia helado y deslumbrante, mientras el sol se ponia, Grimya alzo la cabeza, olfateo el aire con atencion, y advirtio a Indigo que se iba a producir un cambio. Se acercaba una ventisca; el primer ataque violento procedente del artico. La loba lo habia percibido mucho antes de que Indigo advirtiera las primeras senales que lo delataban, pero cuando la muchacha se protegio los ojos del resplandor que brillaba en el oeste y miro con atencion hacia el norte, le parecio vislumbrar en el horizonte una linea de nubes de un color rosa violaceo.

Aquella indicacion y la palabra de Grimya eran suficientes. En ese lugar la carretera estaba expuesta por completo a los elementos y, ademas, nadie con un minimo instinto de supervivencia se enfrentaria z. lo que se avecinaba a menos que no tuviera eleccion, Indigo hizo girar su montura hacia el lado sur del cinturon de coniferas que daba a un valle poco profundo y descendia en direccion a un lago helado. Los arboles las ayudarian a refugiarse de lo peor de la tormenta y tenian comida suficiente. Podrian resistirla sin demasiados problemas.

La ventisca cayo aullando sobre ellas un poco antes de la medianoche y siguio bramando durante todo el dia y la noche siguientes. El descanso resultaba imposible bajo el rugido del viento, Indigo repartio su tiempo entre luchar con los elementos de cuando en cuando para asegurarse de que el caballo estaba a salvo —sujeto en una zona resguardada lejos del limite del bosque, parecia el menos inquieto de los tres—, y acurrucarse en el interior de la tienda con Grimya mientras ambas intentaban mantenerse calientes y dormir todo lo que pudieran. Por fin la galerna empezo a perder fuerza, su aullido se transformo primero en un fino gemido para luego desvanecerse en un silencio que en si mismo parecia ensordecedor. La nevada fue perdiendo intensidad hasta cesar al tiempo que el cielo se aclaraba y el sol se alzaba rojo y enfurecido sobre un amanecer sin ruido alguno.

Entumecida y aterida de frio, las manos y los pies sin tacto a pesar de las botas y guantes forrados de piel, Indigo se arrastro fuera de la tienda justo cuando las primeras sombras alargadas se proyectaban sobre el suelo. Su intencion era encender fuego y preparar algo caliente para combatir el paralizante frio interior. Pero lo que vio al salir la hizo detenerse en seco y observar a su alrededor con contrariada sorpresa.

El mundo fuera de la tienda era irreconocible. Donde antes estaba el espejo helado del lago, la carretera y algunas matas aun visibles bajo la nevada anterior no tan espesa, ahora no habia nada excepto una uniforme y reluciente alfombra blanca, Indigo parpadeo y sacudio la cabeza cuando la inmaculada blancura de la nieve distorsiono por completo su sentido de la perspectiva. ?Donde estaban la carretera y el lago? Incluso la ladera misma del valle habia quedado borrada casi por completo. La nieve se habia depositado en traicioneros ventisqueros, cubriendo y borrando de la vista lo que, en algunos lugares, debian de ser profundidades mortales. No habia nada que sirviera de indicacion.

Se volvio con rapidez para contemplar los arboles. Al parecer el bosque resulto una barrera bastante fuerte contra la ventisca ya que, aparte de una fina capa de nieve sobre su cara norte, la tienda estaba incolume, y pudo ver al caballo, resguardado del frio por la gruesa manta y las polainas de cintas que Pitter habia facilitado, pateando el suelo con los cascos y hociqueando desconsolado entre la maleza. Flexiono los dedos para intentar reanimarlos y luego escarbo en la nieve que rodeaba la tienda. Descubrio que tenia un espesor de solo dos centimetros. Habian sobrevivido a la ventisca sin sufrir ningun dano. Pero ?se atreverian a continuar adelante por aquel terreno alterado y peligroso?

Llamo a Grimya en voz baja, y la loba salio al exterior, sacudiendose mientras se erguia sobre las patas y miraba a su alrededor.

—Ja...mas habia vi... visto una nevada asi —anuncio solemne—. Ni siquiera en los in...viernos mas frrrios. ?Donde esta la car...retera? ?Y el lago?

—Es imposible saberlo. Y no me gustaria correr el riesgo de intentar localizarlos, —Indigo se

puso en pie—. Encendere fuego y comeremos algo, luego debemos decidir que hacer.

—Ire de caza. —Grimya agito la cola, animada por la perspectiva de una vigorizante caceria—. Habra muuuuchos animales escondidos en el bosque des...pues de la tormenta. Sera facil cazar.

Desaparecio entre los arboles, un fantasma gris en medio dejas largas sombras de la manana. Mientras estuvo fuera; Indigo preparo el fuego y cocino un pure bien caliente con sus provisiones de harina de avena para darselo al caballo. Mientras el animal comia, Grimya regreso con un pajaro enorme; no era una especie que Indigo conociera, pero bastante grande para las dos. Lo desplumo y lo puso a asar. La loba se habia ido acostumbrando a preferir las carnes cocinadas durante el tiempo que llevaban viajando juntas y se comio su parte con fruicion, mientras Indigo, lamiendose los restos de jugo de los dedos, se dedicaba a contemplar el paisaje blanco y, de mala gana, volvia su atencion al dia que tenian por delante.

No merecia la pena siquiera intentar encontrar otra vez la carretera. La capa de nieve era demasiado gruesa, y mas valia arriesgarse a perderse por completo que caer en un ventisquero oculto. Volvio la cabeza observando la hilera de arboles y preguntandose hasta donde llegaria el bosque. Podian seguir su linde y sentirse bastante seguras de pisar terreno firme. Si llegaban al limite dejarian que el aspecto del terreno decidiera su siguiente movimiento. Al menos seria una especie de avance. Y ademas —de momento— el dia era soleado y claro, sin que amenazaran mas tormentas.

Grimya acepto su sugerencia, y una vez digerida la comida, Indigo empaqueto el equipo, ensillo el caballo y se pusieron en marcha. Mientras su montura avanzaba pesada y estoicamente siguiendo la linea de arboles, deteniendose de vez en cuando para arrancar algun pedazo de hierba que todavia se esforzaba por sobrevivir entre la nieve como testimonio del lejano verano, la joven tuvo que admitir que la hermosura de aquel paisaje helado era impresionante. La nieve centelleaba bajo el sol rojo que apenas si habia empezado a levantarse, como si alguien hubiera pulverizado innumerables diamantes para luego esparcirlos al descuido por doquier, y el silencio, roto solo por el crujiente sonido de los cascos del caballo y de las patas de Grimya sobre la nieve, era como un balsamo. El mundo permanecia en silencio bajo la enorme cupula azul del cielo, y el simple hecho de estar vivo despertaba una sensacion maravillosa.

No obstante, Grimya no se sentia tan subyugada como Indigo y, a medida que el dia progresaba, empezo a inquietarse mas y mas. Por fin, de regreso de una incursion para explorar el terreno, se coloco junto al caballo y dijo:

—El viento del norte viene de nuevo. Lo huelo. Pronto volvera a nevar.

Indigo la miro, repentinamente alarmada.

—?Estas segura?

—Del todo. Estara aqui antes de que anochezca. Lo mas sssensato es que empecemos a pen...sar donde refu...giarnos.

Indigo volvio la cabeza para examinar el bosque. Por el sol juzgo que debia de ser una o dos horas pasado el mediodia y, durante algun tiempo, su camino a lo largo del borde del bosque habia ido desviandose poco a poco, sin que cupiera la menor duda, hacia el oeste. Es decir, a menos que corrigieran el rumbo, no tardarian en haber completado un ancho circulo para encontrarse otra vez en el lugar donde habian acampado. Tiro de las riendas, detuvo su montura y miro en direccion norte. Un vacio llano y blanco se extendia ante ella hasta donde alcanzaba la vista, y, como para confirmar lo que Grimya habia dicho, un viento helado empezo a soplar de repente haciendo que le hormiguearan las mejillas.

Podian refugiarse en el bosque. Pero aquella ventisca no seria la ultima, y no podian ocultarse entre los arboles eternamente. En algun momento tendrian que salir de alli y regresar a la ruta

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