ensancho cuando detecto el olor calido de un animal.

Sus ojos se esforzaron por mirar hacia arriba, luego se concentraron en un punto.

Y su voz se quebro llena de asombro y temor mientras murmuraba:

—Por la Diosa...

Era tres veces el tamano de Grimya; pesaba cinco veces mas que ella misma. Un pelaje espeso y cremoso cubierto de rayas de un negro intenso le caia sobre los hombros inmensos y el lomo alargado y flexible; su cola se agito nerviosa, y las patas delanteras enormes y enganosamente blandas se flexionaron para mostrar unas unas parecidas a pequenas dagas. Las redondeadas orejas estaban vueltas hacia adelante, y los dorados ojos del tigre de las nieves la contemplaban fijamente y con preternatural inteligencia.

Grimya no dejaba de gimotear, impotente, incapaz de contenerse. Tenia las orejas pegadas a la cabeza y el rabo entre las piernas mientras se acurrucaba en el suelo, intentando deslizarse hacia atras. Su lealtad hacia Indigo, el deseo de proteger a su amiga, no podian oponerse al instinto mucho mas antiguo y profundo inculcado a los de su especie durante miles de generaciones: el terror a ese rey de todos los depredadores del bosque.

Indigo no se movio. Estaba hipnotizada por la serena y sanguinaria mirada del tigre, y no podia hacer otra cosa que pensar, de una forma espantosamente ilogica que superaba todo instinto por su propia supervivencia, que era la criatura mas hermosa que habia visto nunca. En algun lugar, en otro universo, era consciente de que en cualquier momento podia saltar sobre ella y destrozarla: pero de todas formas era hermoso. Y ninguna otra cosa tenia el menor sentido.

El tigre parpadeo, y de repente el loco trance de Indigo se rompio. Un temor real y fisico la atraveso como una punalada en el estomago, sacandola bruscamente de su hipnosis y llenandole la boca de bilis. Con un violento gesto reflejo sintio que sus manos aranaban el suelo, su boca se abria para dejar salir todo el horror acumulado en un grito. Pero antes de que el grito saliera, el tigre alzo el peludo hocico; luego su cabeza giro a un lado, se dio la vuelta con elegante soberbia, tenso los recios musculos y se lanzo muy lejos de alli. Con los ojos abiertos de par en par y sorprendidos, Indigo lo contemplo mientras se perdia en la ventisca cada vez mas potente. En tanto el animal corria, los sentidos aturdidos de la muchacha registraron otra cosa: una forma oscura que corria sobre dos piernas —humana— intercepto al tigre y marcho corriendo a su lado. Perpleja, la joven la llamo, pero la figura no se inmuto. En pocos instantes, ambos, la figura y el tigre, habian desaparecido. Grimya, y ella estaban solas en medio de la nieve arremolinada y silenciosa.

CAPITULO 3

Durante algun tiempo no tuvieron aliento para hablar, y ahora, penso Indigo sombria, al menos ella no tenia siquiera fuerzas para hacerlo. Sujeto con mas fuerza aun la capucha que el viento intentaba echar hacia atras, pero sus manos no la obedecian, como si pertenecieran a un cuerpo que no fuera el suyo. El frio glacial se calaba entre sus ropas y carne hasta llegarle a los huesos, y no sabia cuanto tiempo podria seguir resistiendo con la cabeza gacha la fuerza de la ventisca mientras el viento aullaba cual alma en pena en sus oidos y la nieve la golpeaba como un millon de latigos de hielo.

Grimya era una masa oscura que avanzaba tambaleante un poco mas adelante; la cabeza y el lomo estaban ya por completo cubiertos de nieve que le daba un estrafalario aspecto moteado, pero su respiracion jadeante y pesada era ahogada por el estruendo de la tormenta. La loba hacia bastante tiempo que ni siquiera habia intentado comunicarse por telepatia con Indigo y, aunque Indigo sabia que tambien ella necesitaba toda su concentracion para mantenerse en pie bajo aquellas pesimas condiciones, se daba cuenta de que Grimya estaba profundamente avergonzada —eso le parecia— por su abyecta y cobarde conducta frente al tigre de las nieves, Indigo no podia intentar convencer a la loba de que su reaccion habia sido natural. Grimya seguiria culpandose dijera lo que dijese; y ademas, su actual situacion no les dejaba energias para otra cosa que no fuesen las necesidades perentorias de la supervivencia.

La ventisca ganaba fuerza. Al principio, mientras avanzaban pesadamente a lo largo de la orilla del lago, no era demasiado violenta; incluso con el viento en contra y la nieve que se estrellaba en sus rostros habian conseguido avanzar bastante, Indigo se animo cuando por fin llegaron al final del lago y emprendieron la marcha en direccion a la granja que, segun el mapa, estaba solo a unos kilometros de distancia. Pero a medida que se acercaba la puesta de sol el tiempo empeoro bruscamente, y al poco rato Indigo no podia ver mas que a un palmo de distancia mientras una lobrega oscuridad inundaba el mundo y el aullido del viento arrojaba nieve y aguanieve sobre ellas, en un salvaje ataque horizontal. La nieve empezaba a acumularse peligrosamente, en algunos lugares era demasiado espesa para vadearla; en dos ocasiones Indigo se encontro hundida hasta la cintura y solo consiguio salir de la trampa con la ayuda de Grimya. Estaba empapada y le parecia que la ropa se le habia congelado sobre el cuerpo, excepto en los pies, que ya no sentia en absoluto. No habian encontrado rastro del caballo y no se atrevian a abandonar el sendero para ir en su busca; perderse con aquel tiempo, con la noche a punto de caer sobre ellas como una maldicion, no conduciria mas que a sucumbir entre los horrores de los elementos.

Pero ?que esperanza tenian, se pregunto Indigo, sin el caballo? Se lo habian jugado todo a la carta de llegar hasta la granja que el mapa prometia; sin embargo temia que su apuesta hubiera fracasado, ya que parecia que llevaran una eternidad abriendose paso entre la ventisca, y todavia no habian visto senales de ningun lugar habitado. En estas condiciones podrian facilmente pasar de largo la granja sin verla siquiera; unos cuantos metros serian suficientes para alejarlas de la unica posibilidad de encontrar refugio y de toda esperanza de rescate. Y con el caballo se habian ido todas sus provisiones. No tenian comida, combustible ni refugio. En medio de la locura de la tormenta no habria un solo ser viviente que pudiera ayudarlas.

Se tambaleo de pronto y se irguio bruscamente con un tremendo esfuerzo de voluntad, al darse cuenta de que habia estado a punto de caer de cara sobre la nieve. En un momento de delirio le parecio tan seductora como una mullida cama de plumas, y deseo arrojarse sobre su adormecedor y frio suelo, cerrar los ojos y dejar que la embargara el sueno. Furiosa y asustada, se clavo los dientes con fuerza en el labio inferior en un intento por despertar los sentidos, pero tenia los labios azulados, entumecidos, y no sintio nada, ni siquiera cuando la sangre empezo a resbalar lentamente para mezclarse con el hielo que habia formado una mascara grotesca sobre su rostro. Debia seguir adelante. No podia tumbarse a dormir alli, sobre la nieve, por mucho que lo deseara. Y no debia permitir que la risa que intentaba brotar histerica de su garganta consiguiera dominarla, porque si empezaba a reir, sabia que ya no podria parar. Habia que seguir adelante, adelante. Hablar con Grimya, hablar consigo misma, cualquier cosa que impidiera que la locura de la nieve la poseyera. De lo contrario empezaria a ver cosas, alucinaciones en la nieve, gente, caballos, tigres...

«?Indigo!»

El grito silencioso de Grimya interrumpio el hilo de sus pensamientos y se detuvo, balanceandose hacia atras y hacia adelante, mientras la primera de las alucinaciones —que casi, casi se habia alzado frente a ella surgiendo de la atronadora oscuridad— se desintegraba y desaparecia. Parpadeo y se dio cuenta de que no podia ver a la loba; no veia mas que la oscuridad, la tormenta y la cegadora voragine de nieve.

«?Grimya...?» De regreso momentaneamente a la racionalidad, advirtio que empezaba a invadirla el panico. «?Grimya, donde estas»?

«Justo delante de ti.»

La voz mental de la loba era debil y vacilante, pero habia una nota nueva en ella. ?Excitacion? Indigo se estremecio sin atreverse a albergar esperanzas.

«Hay una luz. ?Puedo ver una luz!»

«Una alucinacion», protesto Indigo, demasiado asustada para admitir aquella posibilidad. Pero no, Grimya no sufriria alucinaciones...

Dio unos pasos vacilantes y de repente vio a la loba. Grimya estaba inmovil, presa de un temblor incontrolable, pero cuando alzo el hocico y miro a su alrededor, sus ojos cubiertos por una costra de hielo estaban llenos de luz.

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