al efectuar su movimiento giratorio... y con una violencia inhumana dejo caer el brazo y el aullido del hacha quedo ahogado por otro cuando la hoja partio a Nemesis en dos.
Y Nemesis y la putrefacta sala desaparecieron. De nuevo se encontraban en un lugar de oscuridad y silencio totales, y volvia a no sentir nada. Incluso los latidos de su corazon parecian haberse detenido. Pero sabia lo que habia hecho. Este habia sido su primer desafio, el primer abismo que debia cruzar: y lo habia cruzado. Ahora se mantenia aparte de lo que se encontraba en el interior del hacha y del escudo; habia encontrado las fuerzas necesarias para mantenerse al margen y era duena de si. Ya no temia al demonio contenido en las armas, lo habia contrarrestado con un demonio propio: la criatura diabolica que era la manifestacion de su propia faceta tenebrosa. En ese momento, Nemesis y ella eran una sola persona. Y como entidad eran mas poderosas que la fuerza contenida en el hacha y el escudo. Ese otro demonio podia haber provocado la locura en el conde Bray: pero la criatura formada por la fusion de Indigo y Nemesis no seria tan facil de derrotar. Podian luchar contra el. Podian destruirlo. Todo lo que debia hacer era mantener lo que tenia, seguir controlandolo.
CAPITULO 19
Habia transcurrido un segundo, no mas, desde que Indigo se pusiera en cuclillas y posara sus manos sobre las armas malditas. Pero lo que se levanto ahora ante Kinter, lo que se puso en pie con el hacha y el escudo en las manos, no era Indigo. Rodeada por una palpitante aureola plateada, aquello alzo una mirada feroz e inhumana que clavo en los ojos horrorizados de aquel, y le sonrio con una mueca salvaje y atroz que revelo dientes afilados como punzones.
Kinter retrocedio tambaleante, perdio cohesion, casi pierde el control y estuvo a punto de caer sobre la nieve. En el ultimo momento consiguio sobreponerse, pero su mente chillaba:
Un alarido salvaje que resono en el paisaje rasgo su garganta y disparo a la vision que tenia delante, Indigo vio la saeta que iba hacia ella —para Kinter era una mancha borrosa, tremendamente veloz— y levanto el escudo con el fin de desviarla. El metal choco contra el metal con desagradable sonido y la saeta reboto inofensiva.
Kinter gimio. Sus manos se movian con torpeza sobre la ballesta. Tomo una nueva saeta, la obligo a colocarse en la recamara con dedos que de repente parecian haberse transformado en nieve humeda,
Volvio a disparar: una vez mas, la saeta reboto en el escudo y cayo impotente sobre la nieve.
—No... —Era la unica palabra que podia articular, y no servia de nada, carecia de valor, no expresaba lo que sentia
Despacio, Indigo empezo a balancear el hacha. Y dijo, como si pronunciara una sentencia de muerte:
—Kinter.
—No...
Se le cayo de las manos la tercera saeta y no tenia tiempo de agacharse a buscarla en el suelo. Otra..., saco otra, y se dio cuenta horrorizado de que se trataba de la ultima. Y no podia controlar las manos; no querian obedecerle, la saeta no entraba,
—Kinter.
El arco descrito por el hacha era cada vez mas amplio; Indigo habia empezado a hacer girar el brazo en un circulo completo, y el sonido de la hoja al hendir el aire parecia letal e inexorable.
La saeta encajo por fin, y Kinter volvio a disparar aunque, en el mismo instante en que el disparador se tensaba, supo que era inutil. El escudo centelleo; la saeta salio desviada a un lado. Y Kinter quedo desarmado.
Sus ojos se encontraron por un ultimo instante: y el deseo de matar broto en el corazon de Indigo y penetro en sus arterias como una droga salvaje e irresistible. Escucho de nuevo en su cabeza la voz espantosa y estentorea del demonio que intentaba liberarse y rugia su insensata orden de MATAR. MATAR. De improviso su poder rugio enfervorecido alcanzando nuevas cotas, y la joven sintio que su propio ser retrocedia ante el ataque. Se resistio freneticamente, pero aquello se habia apoderado de ella, era como un puno gigantesco que le aplastaba razon y cordura, aullando para arrebatarle las riendas y conseguir que su mente se desbocara.
Indigo nunca sabria lo que Kinter vio en aquel momento. Pero grito, con voz potente y aguda, mientras los ultimos restos de su coraje se desintegraban ante el terror ciego y salio huyendo. La voz de Indigo, la voz de Nemesis y la voz del demonio, se fusionaron en un grito de guerra que resono con estrepito en sus oidos al tiempo que se lanzaba tras el y el hacha describia circulos sobre su cabeza.
Kinter huyo en direccion a los arboles y la criatura que habia sido Indigo lo persiguio. Sus chillidos se volvian cada vez mas salvajes y enloquecidos.
Se precipito al interior del bosque, se abrio paso entre la maleza y las ramas bajas que Kinter ya habia roto y aplastado en su desesperada huida. En algun lugar, a un millon de kilometros de distancia, a un millon de mundos de distancia, algo que en una ocasion habia sido Indigo, y en una ocasion habia estado cuerdo, le gritaba que se detuviera, pero ahora ya no significaba nada. El demonio estaba vivo en su interior y ardia; y Nemesis echo hacia atras la cabeza aureolada de plata y se echo a reir mientras corria, cada vez mas deprisa, persiguiendo a la presa condenada que huia por en medio de los arboles.
Kinter empezaba a cansarse. Ella lo sabia, de la misma forma que sabia que sus propias fuerzas, alimentadas por el poder diabolico que la poseia, no desfallecerian hasta que no se viera satisfecho su voraz apetito de sangre y venganza. Una potente oleada de jubilo infernal estallo en su cabeza. Kinter no era suficiente: queria
Y entonces, como un rayo blanco y dorado que se abriera paso en medio de la delirante tormenta plateada del cerebro de Indigo, el tigre de las nieves salto entre las sombras del bosque e irrumpio en su camino.
Kinter lanzo un alarido de panico y giro en redondo, en un intento por lanzarse a un lado y lejos de esa nueva amenaza, pero perdio pie y equilibrio, y se desplomo pesadamente, Indigo lanzo un aullido triunfal y alzo el hacha por encima de su cabeza...
«NO.»
La voz sosegada y sonora la golpeo como un huracan, se abrio camino entre la cacofonia de voces que sonaban en su cabeza, y la rotacion del hacha se detuvo violentamente con una sacudida que le estremecio todo el cuerpo. El tigre permanecia inmovil, mirandola con fijeza mientras, entre ellos dos, Kinter gemia e intentaba ponerse en pie. Ante la distorsionada vision de Indigo, el felino parecia mas imponente aun: su cabeza inclinada