Indigo sonrio. Noto que la sonrisa resquebrajaba sus labios helados y agradecio el dolor porque era real, era humano, era parte de su propio ser incontaminado. La loba, el tigre y ella empezaron a rodear aquella cosa que parpadeaba y gimoteaba sin cesar. El tigre tenia la cabeza levantada, los ojos relucian voraces;
El demonio se lanzo en busca de la libertad. El tigre se levanto, entre rugidos, y su zarpa golpeo aquel horror reluciente y lo arrojo, dando tropiezos y aullando, al suelo. Mientras se debatia, la monstruosidad paso con frenesi por una docena de horripilantes cambios; por fin unas alas membranosas se agitaron en el aire y lo levantaron. Aleteaba sin fuerzas en direccion a
El demonio lanzo un aullido lastimero. Pero ella no tuvo piedad... Solo disgusto, desden y una repugnancia remota e indiferente. Escucho una suave exhalacion, vio que el tigre volvia a avanzar.
Algo parecido a una flecha de hielo puro y limpido parecio subir vertiginosamente por la espalda de Indigo hasta su cerebro. Levanto el cuchillo
Era la voz de
Indigo parpadeo y la escena que tenia delante empezo a dar vueltas. Murmuro desvalida:
Alguien o algo intentaba ayudarla a ponerse en pie. Penso que solo habia estado inconsciente uno o dos minutos, pero era imposible estar segura. Y le dolia el cuerpo. Cada musculo, cada tendon (cada hueso, o al menos lo parecia). Sacudio la cabeza para apartar los cabellos mojados y el hielo derretido, Indigo abrio los ojos.
De modo que el demonio estaba muerto, Indigo sintio una vertiginosa oleada de alivio; por un momento creyo que habia sonado parte de todo aquello. Pero no: a medida que se le aclaraba el cerebro empezaba a recordar lo sucedido. Todo lo sucedido.
Despacio, con mucho cuidado, se sento en el suelo... y vio las dos figuras que aguardaban a pocos pasos, observandola.
El tigre de las nieves alzo la cabeza y profirio un timido saludo. La mujer continuo mirando a Indigo un poco mas. Luego, con cierta vacilacion, penso Indigo, se acerco a ella.
—Pensamos... —Su voz era baja y sonaba debil y distante, como si viniera de muy lejos. Y su figura, tambien, parecia eterea; quiza fuera una ilusion, pero por un momento Indigo creyo ver que la luz del sol brillaba a traves desella—. Cuando te desmayaste, pensamos...
Indigo comprendio lo que intentaba decirle y forzo una leve sonrisa.
—No —repuso—. Esta muerto; se ha ido. La maldicion se ha roto.
La mujer suspiro; un sonido curioso y fantasmal que los arboles respondieron con un ligero susurrar de ramas.
—Me siento tan feliz... —dijo la mujer, y aquellas sencillas palabras expresaban mas, mucho mas; entonces se dio la vuelta y a Indigo le parecio que lloraba.
El hacha y el escudo
Indigo se incorporo algo vacilante y avanzo hacia las armas abandonadas... Entonces se detuvo. ?Podia estar segura? Si las tocaba, ?sentiria unicamente los contornos desiguales de la madera y el hierro viejos o acechaba algo alli todavia, algo inacabado, aguardando para despertar al contacto de una mano temeraria?
Indigo bajo la mirada hacia las armas, luego extendio el pie izquierdo y empujo el hacha. Se movio perezosamente, pero no le produjo ninguna otra sensacion. Eran unos artilugios sin vida, nada mas.
Percibio una presencia junto a ella y la mujer le dijo en voz baja:
—Dejalos ahi. La nieve los cubrira y tras las nevadas vendra la vegetacion primaveral para acabar la tarea. Deja que se pudran y desaparezcan de la memoria, como tendria que haber sucedido hace siglos.
Indigo levanto los ojos y sus miradas se encontraron. El azul de los del espectro se habia desvanecido para pasar del color zafiro al debil y palido tono del cielo de una manana de verano, y la mano que le tendio (la mano que Indigo sabia que no podia estrechar) era translucida y apenas visible.
—Me has liberado —siguio la mujer—. No se si en el lugar al que ahora soy libre para ir existen cosas como la memoria. Pero si es asi, te recordare. Y mi gratitud no morira jamas.
A su espalda, el tigre profirio un extrano grito lastimero. La mujer se volvio y sus ojos se llenaron de afecto.
—El tigre ha sido un buen amigo para mi —dijo—. Recordo los viejos totems, y los viejos vinculos entre mi familia y los de su especie, los totems y los vinculos que el resto del mundo ha olvidado. Ahora, tambien el, ha quedado liberado de su ultima obligacion.
Avanzo despacio hacia el felino, luego se arrodillo frente a el y extendio los brazos. El tigre dirigio el hocico hacia ella y las manos de la mujer, manos espectrales, le acariciaron la cabeza, pasaron sobre el lomo y, a traves