hacia abajo, amenazadora, y el pelaje erizado del cuello le proporcionaban una espeluznante dimension al lomo contraido, mientras sus ojos —ambar fundido, ardientes, llameantes— lanzaban un terrible desafio. Y la sosegada voz inhumana volvio a hablar.

«ES MIO.»

Las voces de su cabeza, Nemesis, el demonio, los muertos, estallaron en un balbuceante caos de invectivas.

«?No es tuyo, no es tuyo; es nuestro! ?Matalo, matalo, MATA!»

Con una mezcla espeluznante de humanidad y mania diabolica, Indigo aullo:

—?No! ?Lo quiero! Es mio, es...

«Nuestro, ?NUESTRO!»

—?NO ES VUESTRO, ES MIO!

«?NUESTRO!Mata a esta criatura, hierela, mutilala, ANIQUILALA...»

Su grito adquirio proporciones histericas al verse rebasada por las voces demoniacas y aullo sin poder articular nada coherente, alzando el hacha para descargar el golpe mortal. Los ojos del tigre lanzaron un destello fugaz. Luego, con los enormes musculos fluyendo como una cascada bajo su pelaje, se alzo sobre sus cuartos traseros, se alzo sobre ella y un rugido estremecedor surgio de su garganta mientras una de sus zarpas delanteras se estrellaba con la fuerza de una almadena contra uno de los lados de su cabeza.

El mundo parecio girar enloquecido cuando Indigo se desplomaba. Oyo que el tigre volvia a rugir, tuvo una vision instantanea del inmenso cuerpo peludo que se apartaba de ella con un salto agil, elegante y a la vez letal; y, con la cabeza dandole vueltas y las voces diabolicas acalladas de momento, vio que el felino saltaba sobre Kinter cuando este, tras conseguir incorporarse, efectuaba un ultimo y desesperado intento por huir.

No tuvo la menor oportunidad. Lanzo un unico grito, un grito salvaje y primitivo. Despues el grito se quebro en un gorjeo espantoso cuando todo el peso del tigre le cayo encima arrojandolo contra el suelo y sus zarpas se le cerraron sobre el cuello. El cuerpo de Kinter dio una sacudida como si lo hubieran zarandeado violentamente y cayo boca abajo, inerte y exangue, sobre la maleza.

El tigre se apano de el con delicada gracia, Indigo, a cuatro patas y mareada todavia por el zarpazo, contemplaba el cuadro aturdida, la boca abierta, la respiracion jadeante. Kinter estaba muerto, habia muerto instantaneamente al caer sobre el todo el peso del tigre y su potente mordisco le partio el cuello. Gotas de sangre brillaban como cuentas en el hocico del felino cuando este volvio la cabeza para mirarla; ya no pensaba ensanarse mas con Kinter. Su ataque no fue mas que una rapida, espantosa y eficiente ejecucion; Kinter no merecia mas atenciones ya.

«PERO TU...»

La mirada ambarina se clavo en la mente de Indigo. Y las voces, las ensordecedoras voces enloquecidas, regresaron balbuceantes como la marea.

«Mata...»

«Golpea... el hacha.; ?el hacha.!»

«Odio..., sangre, muerte, ODIO...»

Indigo mostro los dientes con fiero silbido. En lo mas profundo de su ser, la cordura se esforzaba por resistir; en lo mas profundo de su ser, sabia lo que le estaba sucediendo, lo que Nemesis y el demonio hacian. Pero se ahogaba en aquella otra cosa aullante y enfurecida, demasiado debil para resistir, demasiado debil para arrastrarse (Indigo, no los otros, Indigo) hacia la superficie a traves de

la demencia insensata que le llenaba la cabeza.

El silbido se convirtio en un grunido babeante al tiempo que se incorporaba. En sus manos el hacha y el escudo refulgian y una vez mas sintio como aquel calor abrasador le subia por los brazos. Mata. No existia otro razonamiento, ninguna otra motivacion. Mata. No existia nada mas en el mundo. Mata.

Dio un paso al frente.

«Indigo.»

Indigo se quedo rigida; la nueva voz se abrio paso en el tumulto de su mente. La conocia y sintio algo parecido al trallazo de la cola de una serpiente cuando aquella parte de ella que era Nemesis retrocedio colerica ante aquella voz. Entonces, surgiendo entre los arboles, despacio, con mucho cuidado, los ojos fijos en el rostro de Indigo, Grimya hizo su aparicion. El pelaje del lomo estaba erizado, mantenia la cabeza baja, y los colmillos brillaban marfilenos. Babeaba; de su garganta se escapo un ronco y amenazador grunido, y parecia mucho mas peligroso que el de cualquier lobo que Indigo hubiera visto jamas, tan peligroso como el tigre de las nieves. El tigre y la loba se habian aliado brusca y aterradoramente en una causa comun.

«Nosotros tomaremos eso, Indigo.» Grimya hablo en voz lenta e intencionada en su mente. «Danoslo. Lo destruiremos.»

Las voces de su cerebro aullaron: ?NO! Pero Grimya empezaba a empujar las barreras, obligando a su voluntad a abrirse paso, intentando llegar hasta la Indigo autentica que se ahogaba bajo aquel poder intruso.

«Danoslo. Muestranoslo, Podemos liberarte.»

Y sintio una segunda presencia que se fundia con la de la loba. Una presencia animal, calida y poderosa, que se apoderaba de su cerebro desconcertado. Oia respirar a la loba y al felino, firmes, implacables, llamandola, diciendole que luchara por liberarse, que echara de si al demonio, que regresara, ?recuerda lo que eres!

Indigo lanzo un terrible grito al advertir que otras manos, manos de plata, se hacian con las amarras de su conciencia para arrastrarla de vuelta. Sangre..., muerte... ?No, debia luchar contra ellas! ?Ella era mas poderosa que cualquier demonio! Pero no se trataba solo del demonio: Nemesis se alzaba de nuevo. Con los ojos de la mente vio el rostro de la maligna criatura, escucho su risa cruel y eterea que se burlaba, mientras la sujetaba con las manos para llevarsela, llevarsela...

—?Ah, no!

Su propia voz, su voz, le broto de los labios cuando comprendio de repente lo que le sucedia. No podia luchar a la vez contra Nemesis y contra el demonio; incluso las fuerzas combinadas de Grimya y del tigre de las nieves eran insuficientes para semejante empresa. Pero sin Nemesis, sin sus diabolicos enganos para dar poder al demonio, que sucederia entonces? ?Que sucederia?

«?Indigo! ?Tienes el poder!» La voz de Grimya y la del tigre se unieron para derribar la ultima barrera: «?ENTREGANOSEL DEMONIO!»

Una sacudida tremenda y estremecedora sobrecogio a Indigo y sus manos ardieron como si las hubiera metido en un horno. Sus dedos se agitaron violentamente, se extendieron por completo... y con un alarido salvaje, arrojo de si el hacha y el escudo.

Oyo como resonaba por el bosque el aullido de rabia de Nemesis, que gritaba su frustracion cuando los simbolos plateados de su poder salieron despedidos por el aire y perdieron su influencia sobre ella. A continuacion del grito aparecio un dolor tan enorme y devorador que Indigo temio que la partiera en dos. Se alzaba, se hinchaba, crecia, estallaba... La joven se tambaleo, su cuerpo se doblo hacia adelante y su boca se abrio desmesuradamente mientras luchaba por dar voz a su agonia y terror. Sintio como se alzaba de las profundidades de su ser, le desgarraba tripas y estomago, se ahogaba en su garganta... Luego el dolor parecio cerrarse sobre si mismo y se desvanecio con una sacudida que la hizo retroceder dando tumbos; Indigo oyo el aullido triunfante de Grimya mezclado con el rugido vigoroso del tigre.

La cosa que habia surgido del interior de Indigo giraba y parpadeaba en el claro frente a ellos cual un fuego fatuo enloquecido. Carecia de forma propia —parecia consistir solo en una luz de un descolorido tono nacarado— pero los ojos de Indigo, empanados por la conmocion, vislumbraron por un instante imitaciones de figuras humanas y animales en aquella forma que giraba sin freno, lo mismo que si el demonio, arrastrado fuera del refugio de su mente, intentara denodadamente encontrar alguna nueva imagen para aferrarse a ella. Unos brazos retorcidos se agitaron, pezunas hendidas patearon en el aire; una mano de tres dedos se convirtio en la hoja de una espada; la cola de una serpiente en cuyo extremo brillaba la cuchilla de un hacha fue blandida con violencia. Y con sus bocas, picos y hocicos, aullo y gimoteo con creciente panico.

Una voz calida y poderosa resono en la mente de Indigo: eran Grimya y el tigre juntos. Y le decian:

«?mata!»

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