grandes escalinatas que entrecruzaban la pared de roca a pies ascendia por el ultimo tramo de la ladera hasta llega a la cima del farallon, Indigo miro a su alrededor y se sorprendio al descubrir que no se veia a nadie ni en este nivel ni en las repisas inferiores. Los rostros sonrientes y hospitalarios que habia visto antes habian desaparecido, y penon parecia totalmente desierto.
Iniciaron la ascension, y, a medida que se acercaban final de la escalera, volvio a hacerse visible el fino penacho de humo, alzandose en direccion al cada vez mas oscuro cielo. Un fuerte perfume flotaba en el aire, aumentando en intensidad cuanto mas se aproximaban a la cima: picante, un poco acre, entremezclado con un deje de algo putrefacto y malsano. Ascendieron al fin los ultimos doce peldanos y salieron a la parte superior del farallon, e Indigo contemplo con asombro el espectaculo que se ofrecia a sus ojos.
Cuatro columnas truncadas de arenisca se elevaban unos seis metros sobre la cima del zigurat, delimitando un cuadrado casi perfecto. Unas losas de piedra formaban una terraza entre las columnas, y alrededor del cuadrado se veia a mas de cincuenta mujeres de todas las edades, desde jovencitas a ancianas, en silenciosas y atentas hileras.
Hace o mas iban armadas con lanzas, que sostenian formando un rigido angulo ritual. Todas llevaban tunicas e iban cubiertas de adornos hechos de madera y de hueso; y todas estaban en completo silencio.
Pero no fue aquella gente que observaba y aguardaba la que capto la atencion de Indigo, ni las columnas, ni siquiera el enorme recipiente de metal batido colocado sobre una plataforma del que surgia el humo del incienso en un torrente ininterrumpido y sofocantemente perfumado. Fue el sillon —trono seria quizas una palabra mas adecuada— colocado frente a la peana, cerca del centro del cuadrado. Tallado a partir de bloques de arenisca, sus brazos y respaldo estaban esculpidos con complicadas y terribles figuras que mezclaban humanos, animales y otras formas inquietantes e innominables. Y, entronizado en el sillon en una horrible apariencia de majestad, ataviado con una amplia capa de plumas y coronado con un enorme y pesado tocado que empequenecia incluso al de Uluye, habia un cadaver.
La mujer debia de llevar muerta al menos quince dias, y la descomposicion provocada por el clima tropical en ese tiempo resultaba espantosa, Indigo desvio rapidamente la mirada despues de echar un unico vistazo al rostro devorado por los gusanos, a las vacias cuencas, a la mueca loca y demente de unos labios que se habian podrido para mostrar unos dientes a punto de desprenderse. Comprendio ahora que el nauseabundo olor dulzon que habia pensado que formaba parte de las espesas nubes de incienso era, en realidad, el hedor que desprendia el cadaver, y estuvo a punto de vomitar. ?Que era esta criatura? ?Cual era su significado? ?Y que tenia que ver con ella?
Uluye avanzo hasta detenerse justo enfrente del cuerpo! sentado en el trono. Luego giro sobre los talones —su elevada figura iluminada teatralmente por las llamas del incienso que ardia en el recipiente situado a su espalda— alzo los brazos hacia el cielo y empezo a hablar. Indigo no comprendio mas que unas pocas palabras y no pudo deducir nada de ellas, pero
Sonriendo con torvo placer, Uluye se volvio una ve mas y avanzo hacia el sillon de arenisca; tras realizar una superficial reverencia ante el cadaver del trono, extendio los brazos y le quito la corona de la cabeza. Pedazos de carne y mechones de cabellos muertos se desprendieron de la cabeza al soltarse el tocado. Uluye retrocedio entonces, se dio la vuelta, y se acerco a Indigo con la corona en alto. La muchacha la observo sin comprender todavia hasta que el frenetico mensaje mental de
Indigo sintio como si sus pies se hubieran fundido con la roca sobre la que descansaban. Sus ojos se clavaron en una sonrisa triunfante del rostro de Uluye y vio en los ojos de la alta mujer lo certero de la advertencia de
—No... —La joven empezo a retroceder—. No, oh, no. No comprendeis, no os dais cuenta, yo no soy...
Desesperada, Indigo busco otras rutas de huida. No habia ninguna. La escalera a su espalda era la unica forma de descender de la cima del farallon, y las otras mujeres armadas con lanzas la habian rodeado hasta dejarla completamente cercada. Tanto estas como las otras mujeres, espectadores, la miraban con aire expectante.
Indigo aspiro con fuerza para tranquilizarse y coloco una mano sobre la cabeza de
—Uluye, se ha producido un gran error. —Sabia que la sacerdotisa no la comprenderia, pero debia realizar algun intento de comunicarse antes de que la situacion se desmandara por completo—. No se lo que esto significa, pero no soy una diosa ni un oraculo ni lo que sea que parece creeis que soy. Uluye, tienes que intentar comprender...
Viendo que la expresion de la mujer no habia cambiado, paso de inmediato al lenguaje telepatico.
«?Grimya,
Devanandose los sesos,
—No es un error —dijo con firmeza, y extendio una mano—. Ven.
«Grimya... »
Indigo habia llegado a la misma conclusion. Parecia como si, por el momento al menos, no tuviera otra eleccion que acatar la voluntad de Uluye. Hizo un gesto del asentimiento, esperando que su nerviosismo no resultase demasiado evidente, y permitio que la mujer la tomara de la mano y la condujera hasta el trono de piedra. En el espacio de unos pocos minutos, el sol se habia desvanecido por completo y el crepusculo habia dado paso a la oscuridad. Dos sacerdotisas alimentaban en aquellos momentos el enorme brasero, cuyas llamas se elevaron de improviso con mas fuerza, iluminando la cumbre del farallon con una potente luz amarilla.
La criatura del trono parecio inclinarse en direccion al Indigo como si de improviso hubiera regresado a la vida,; ! y la muchacha se encogio con una exclamacion ahogada antes de darse cuenta de que no se trataba mas que de una ilusion creada por la parpadeante luz. La mezcla de los olores del incienso y del cuerpo en descomposicion la mareaban, y el peso de la monstruosa corona le hacia perder el equilibrio; se sentia irreal, descontrolada, como inmersa en una pesadilla, sin nadie para despertarla.
Se produjo un leve centelleo en el cielo, y a lo lejos se escucho el enojado retumbar del trueno. Uluye condujo a Indigo hasta el trono y ambas se detuvieron ante el. El hedor del oraculo difunto inundo las fosas nasales de la muchacha, y esta se creyo a punto de vomitar, o incluso de desmayarse; consiguio mantenerse erguida con un gran esfuerzo, y entonces Uluye realizo un imperioso gesto con la mano libre y dos figuras borrosas se adelantaron. Avanzando hasta el Billon, levantaron el cuerpo del asiento. ! Uluye aparto a Indigo a un lado mientras bajaban el cadaver. Luego, con gran solemnidad, siguieron a la pequena procesion por el suelo de losas hasta el borde del zigurat. Indigo miro abajo pero no vio nada excepto un debil fulgor oscuro alli donde debia de estar el lago. Todo
lo demas quedaba inmerso en la intensa oscuridad de la noche tropical.
De repente volvieron a brillar los relampagos, dando momentaneamente a la noche un tono azul electrico y haciendo resaltar nitidamente a las dos figuras y su espantosa carga. Las mujeres alli reunidas empezaron a gemir de nuevo, y los gemidos se convirtieron en un cantico regular, ritmico y ululante que tenia como acompanamiento las trompas y un sonido que Indigo no habia escuchado Insta entonces: el sordo retumbar de pesados tambores