reconocer en ella a la hija de Uluye, Yima. A la luz del farol, mientras el muchacho la atraia hacia el, el rostro de Yima aparecia rojo de exaltacion, y sus ojos brillaban igual que los de un gato en la penumbra.
?El joven deposito el farol en el suelo y ambos se abrazaron con fuerza. Cuando por fin Yima se separo, no sin cierta reluctancia, Grimya oyo como su acompanante musitaba algo; no consiguio distinguir las palabras, pero la respuesta de la muchacha fue clara y categorica.
—No..., es un riesgo demasiado grande. Vete ahora. Por favor.
—Alzo una mano para acariciar el rostro de el con suavidad, casi con timidez, y luego se inclino hacia adelante para besarlo prolongadamente por ultima vez. Sintiendo que irrumpia en una situacion muy personal, ? la loba intento encogerse aun mas bajo la maleza, a la vez que giraba la cabeza para no mirar. Escucho nuevos susurros, y oyo como Yima repetia: «No, mi amor, no», seguido del crujido de las hojas producido por el joven al alejarse.
La debil luz del farol se desvanecio, y, cuando la loba volvio a levantar la cabeza, vio a Yima sola en el sendero.
Durante casi un minuto la muchacha permanecio inmovil, contemplando como el se perdia en el bosque; despues, con un ligero escalofrio, se dio la vuelta y empezo a correr sin hacer ruido en direccion a la ciudadela.
Grimya aguardo hasta que estuvo a unos dos metros delante de ella, y luego la siguio. Al llegar junto al redondel de arena, Yima se detuvo, miro con atencion a lo alto del farallon en busca de alguna senal de movimiento, y se desvio hacia el lago. Se detuvo a la orilla del agua; deslizandose lo mas cerca posible, la loba la vio acuclillarse y echarse agua en el rostro y las manos antes de deshacer rapida y furtivamente sus largas trenzas y empapar los cabellos en el agua. Grimya se acerco todavia mas, curiosa, y apenas si estaba a unos pocos pasos de la joven cuando un guijarro rodo bajo sus patas. Yima se incorporo de un salto como si le hubieran aplicado una tea ardiendo. Durante unos segundos su rostro mostro un horror infinito, pero no tardo en tranquilizarse con una exclamacion ahogada cuando el alivio vino a reemplazar al espanto.
—?Grimya! ?Oh, que susto me has dado!
La loba parpadeo, se lamio el hocico y agito la cola a modo de disculpa. Yima
volvio a ponerse en cuclillas y extendio una mano en direccion a ella.
—?Que haces por ahi a una hora tan temprana? —Su rostro se ensombrecio de inquietud—. No me seguiste, ?verdad? —Grimya le lamio la mano, y ella se echo a reir, aunque con nerviosismo—. No, no lo creo; y, de todos modos, tu no me traicionarias, ?verdad? No se lo dirias ni aunque pudieses. —Levantando los brazos, empezo a retorcer los mojados cabellos—. Tengo que hacerlo, ?sabes? Ahora, si alguien me pregunta por que estoy levantada, puedo decir que sali temprano a lavarme en el lago, y mi madre no sospechara nada raro.
Grimya se dio cuenta de que la muchacha hablaba por efecto de la desesperacion, por una imperiosa necesidad de liberar las emociones contenidas. La loba era una confidente segura, pues Yima creia que no era capaz de comprender las palabras que ansiaban salir de su interior. La muchacha se sento sobre los talones, abrazandose a si misma como si intentara revivir el recuerdo del abrazo de su amante.
—?Oh, Grimya, lo amo tanto! —musito, levantando los ojos hacia el cielo cada vez mas iluminado—. De veras. —Habia tal tristeza en su voz que Grimya lloriqueo para indicar su solidaridad, y Yima volvio a clavar los ojos en ella—. Casi podria creer que entiendes lo que te digo. Pero no es asi, ?verdad? —Con suavidad ahora extendio una mano y acaricio la cabeza de la loba—. Nadie sabe lo nuestro... Bien, solo una persona lo sabe, y no creo que ni siquiera el lo comprenda. —Se puso en pie—. El sol empieza a salir. Pronto estaran todas despiertas. Debo regresar y convertirme otra vez en la obediente hija y sacerdotisa. —Sonrio a Grimya, aunque fue una media sonrisa apenada —. Guarda mi secreto, ?eh?
Grimya contemplo como la muchacha corria hacia la escalera. Estaba anonadada por lo que acababa de presenciar. La sumisa Yima, la jovencita obediente que jamas hacia preguntas, ?cuanto tiempo llevaba encontrandose con su amante secreto?, se pregunto la loba. ?Y como habia conseguido ocultar la relacion a los agudos ojos y oidos de su madre? Grimya sabia que era lo que Uluye planeaba para su hija y podia imaginar muy bien la ferocidad de su colera si averiguaba lo que sucedia.
«Yima debe de esconder un gran valor bajo su docil aspecto externo», penso la loba. Y alguien de la ciudadela la ayudaba. Grimya creia saber de quien podia tratarse, y decidio contarselo a Indigo en cuanto le fuera posible. Quizas ellas dos tambien pudieran ayudarla de alguna forma. Asi lo esperaba, pues le gustaba Yima y, ahora que sabia la verdad, la compadecia. ?Por que no podia ser libre la muchacha para escoger el tipo de vida que queria? ?Por que tenia que controlarla Uluye, de la misma forma en que parecia controlar a todos y todo en este lugar? Aunque Grimya se daba cuenta de que era un pensamiento indigno, le producia satisfaccion pensar en conseguir vencer a la Suma Sacerdotisa, por mas que fuera en algo de poca importancia, pues la loba no le perdonaba la forma en que imponia su influencia sobre Indigo. Seria, penso, una forma de reequilibrar la balanza.
Yima ya habia desaparecido. Bajando la mirada, Grimya contemplo como la sombra proyectada por su propio cuerpo se iba alargando ante ella sobre la arena a medida que el sol se elevaba. Empezaba a hacer calor, y las paredes del zigurat parecian estremecerse bajo un manto de vapor. El estomago exigia comida, e Indigo no tardaria en despertar.
Con una ultima ojeada al inmovil espejo broncineo que eran las aguas del lago, la loba se alejo trotando en direccion a la escalera.
«?Indigo!»
Grimya proyecto telepaticamente la llamada mientras se acercaba a la cortina que cubria la entrada de la cueva.
Habia percibido agitacion en la mente de su amiga y estaba ansiosa por llegar y contar su historia antes de que nadie pudiera estorbarlas.
«Indigo, ?estas despierta?»
No obtuvo respuesta, y de improviso la loba aminoro el paso al percatarse de algo que no era normal, Indigo estaba despierta, pero el lazo de union con su conciencia aparecia perturbado. ?Que podia pasar?
Con cautela ahora, las orejas echadas hacia atras, volvio a llamar. Algo parpadeo en los limites de su percepcion mental pero se desvanecio demasiado deprisa para que pudiera descifrarlo, y de repente Grimya se sintio asustada. Echando a correr, recorrio los ultimos metros y paso como una exhalacion por debajo de la cortina.
Indigo se encontraba en la cama. Estaba tumbada boca arriba, con la delgada colcha echada a un lado, pero sus ojos miraban sin ver al techo y su boca se movia sin emitir el menor sonido.
—?Indigo! —Olvidando toda cautela, Grimya ladro su nombre en voz alta, corrio hasta ella y salto sobre el lecho—. Indigo, ?que sucede? ?Que te pasa?
Un espasmo contrajo el cuerpo de la muchacha; luego su cuerpo se quedo rigido como victima del rigor monis. Aterrada, Grimya salto con fuerza sobre su pecho en un esfuerzo por despertarla, pero la joven se quedo tan tiesa como una roca. La garganta se le hinchaba y contraia con movimientos rapidos y convulsos; parecia estar intentando hablar, pero la voz se le ahogaba en un torbellino antes de que pudiera formar las palabras. Era como si una mano poderosa e invisible hubiera cortado el suministro de aire a sus pulmones y la estuviera estrangulando lentamente.
Grimya giro sobre los cuartos traseros y corrio hacia la entrada. Ya no se acordaba de Yima; ahora todo lo que ocupaba su mente era la idea de encontrar ayuda para Indigo. Abriendose paso de nuevo a traves de la cortina, bajo la cabeza para lanzar una desesperada mirada a los niveles inferiores de la
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ciudadela. Al no ver a nadie, alzo la cabeza y emitio un poderoso aullido. El espeluznante grito reboto en el farallon y floto por todo el lago. Casi al instante se produjo una respuesta desde abajo: voces consternadas, el ruido de pies descalzos que corrian. Rostros asustados surgieron de otras cuevas, y algunas mujeres, al ver a la loba sobre la elevada repisa, echaron a correr en dileccion a la escalera. Llena de alivio, Grimya descubrio que una de esas figuras que corrian era Shalune, con Yima justo detras.
Apartando a las demas para abrirse paso, la gruesa sacerdotisa cubrio el ultimo tramo de escalera subiendo