las demas sacerdotisas.

Viendose en peligro de ser pisoteada por las mujeres que se amontonaban a su alrededor, Grimya se aparto del grupo, perpleja y pensativa. Por la fugaz ojeada a los pensamientos de Shalune parecia como si la sacerdotisa estuviera dividida entre querer —casi necesitar— ser la valedora de Yima y temer tal perspectiva con un terror que surgia de lo mas profundo de su alma. No tenia sentido.

Pero la loba no tuvo tiempo de seguir adelante con sus meditaciones, pues Uluye se disponia ahora a conducir a las mujeres alli reunidas en un cantico ritual de celebracion, y, en medio del conjunto de voces y del revuelo de cuerpos que se balanceaban y pies que golpeaban contra el suelo, el unico pensamiento de Grimya fue mantenerse fuera del paso. Finalizado el cantico, parecio como si las formalidades hubieran finalizado. Mientras el polvo volvia a acomodarse sobre la plaza, un grupo de sacerdotisas se marcho a realizar el recorrido nocturno del lago, mientras rodeaban a Uluye para inquirir ansiosas sobre la ceremonia de iniciacion y sus preparativos. La Suma Sacerdotisa se encontraba cerca de la litera de Indigo y Grimya no podia llegar junto a su amiga, asi que se alejo, dejando atras la reunion y fuera del circulo de luz de las antorchas, hacia la pared del farallon.

Se encontraba cerca del pie de las escaleras, donde tenia intencion de esperar hasta que condujeran la litera de Indigo de regreso a sus aposentos, cuando una figura oscura cruzo ante ella. Grimya se quedo totalmente inmovil al reconocer el perfil de Shalune en la penumbra. Entonces, de improviso, una segunda figura surgio de entre el grupo de mujeres y corrio a cortar el paso a la gruesa sacerdotisa. Se trataba de Yima. Shalune vacilo, y luego se volvio en el mismo instante en que la muchacha la alcanzaba. —?Shalune! Shalune, ?conseguiste...? —?Chisst! —Shalune se llevo un dedo admonitorio a los labios—. ?Aqui no..., no ahora!

—?Pero he de saberlo! Por favor, Shalune... ?Has hablado con ella?

No habian advertido la presencia de Grimya unos pasos mas alla, y la loba permanecio inmovil, escuchando. —Si —oyo decir a Shalune—. He hablado con ella, y esta de acuerdo en llevar adelante el plan. No me satisface demasiado, pero... lo haremos.

Yima emitio un sonido que tanto habria podido ser un jadeo como un sollozo.

—?Oh, gracias! ?Gracias!

?Chisst! —repitio Shalune, con vehemencia—. No podemos hablar ahora.

—?Pero que pasara con Tiam? ?Que debo hacer?

—Dejame a mi a Tiam. Yo se lo dire. Sera mejor que lo haga yo, no tu, y tambien mas facil.

—?Cuando lo veras?

—Tan pronto como pueda. Manana por la manana temprano, quiza; siempre puedo encontrar un buen motivo para ir al bosque. Ahora... —hizo girar a Yima— ... estoy cansada y quiero dormir. Regresa con tu madre y representa tu papel. Cuando haya encontrado a Tiam y hablado con el, no te preocupes que te lo dire.

Yima se alejo, y Shalune se encamino a la escalera, dejando a Grimya paseando la mirada de la una a la otra por turnos, toda confusa. ?Cual era el secreto que estas dos mujeres compartian, el plan del que habian hablado? ?Seria Tiam el joven que habia visto con Yima a la orilla del lago, el hombre al que Yima amaba? ?Y quien era esta «ella» a la que tanto Yima como Shalune se habian referido? No se trataba de Indigo, como Grimya habia supuesto en un principio, ya que Shalune habia dicho: «Esta de acuerdo en llevar adelante el plan». ?Quien, pues?

La loba volvio la cabeza por encima del lomo para mirar el circulo de gente iluminado por la luz de las antorchas. Uluye seguia dando audiencia, y pasaria aun un buen rato antes de que volvieran a subir la litera farallon arriba y pudiera hablar con Indigo en privado. Decidio regresar a la cueva y esperar; y tambien queria vigilar el nivel en el que Shalune tenia sus aposentos. No creia que la sacerdotisa abandonara la ciudadela esta noche, pero no estaria de mas estar alerta. Cuando fuera a reunirse con ese Tiam, quienquiera que fuese, tenia intencion de seguirla e intentar descifrar el misterio de una vez por todas.

CAPITULO 12

Con la salida del sol a la manana siguiente, los preparativos para la iniciacion de Yima empezaron en serio. Indigo esperaba encontrarse con un ambiente de celebracion y nerviosismo en la ciudadela, una extension y continuacion del estado de animo generado por el anuncio de Uluye, pero sus esperanzas no se cumplieron. En su lugar, la atmosfera predominante entre las sacerdotisas era de tension extrema; habia expectacion, desde luego, pero fuertemente dominada por una poderosa sensacion de opresion y un muy arraigado temor. Parecia como si las mujeres consideraran la iniciacion, no solo como una prueba para Yima, sino tambien, a traves de ella, como una prueba de la reputacion de todo el culto a los ojos de la Dama Ancestral. Si Yima fracasaba, la senora se enojaria y todos sus sirvientes padecerian las consecuencias de su colera. Era una responsabilidad terrible para depositarla en un par de hombros jovenes y sin experiencia, y, a medida que empezaba a darse cuenta y a comprender los riesgos que correria Yima, Indigo se veia atormentada por una conciencia culpable, pues sabia que ella misma era en gran parte responsable de la prueba a que tendria que someterse la muchacha.

Se trataba de un simple pero devastador malentendido. Cuando el oraculo fue poseido y ella habia dicho: «Ven a mi», Uluye habia interpretado el mensaje como una llamada a su hija y se sentia avidamente ansiosa por obedecer. Pero Uluye estaba equivocada. La criatura que habia mirado al mundo a traves de los ojos de Indigo y hablado con la voz de Indigo aquella manana no queria a Yima: queria a Indigo. La orden no habia sido una llamada, sino un desafio, un reto para que recogiera el guante y se preparara para un enfrentamiento. Pero Uluye habia intervenido e impuesto su propia interpretacion de la declaracion del oraculo y, como resultado, Yima iba a atravesarse en el camino de algo potencialmente letal.

Deberia haber intentado explicarlo, se decia Indigo. Incluso aunque Uluye no aceptara su explicacion —y esta era una conclusion inevitable—, quiza podria existir alguna minima posibilidad de persuadir a Shalune de que habia malinterpretado el mensaje de la Dama Ancestral. Pero la unica forma en que Indigo podia esperar hacerlo era contando a Shalune la verdad, toda la verdad, lo que significaba la totalidad de su amarga historia; y eso no podia hacerlo. No porque no pudiera soportar la idea de admitir lo que era y la naturaleza de su mision —al menos, eso se dijo a si misma—, sino porque hacerlo seria decir a Shalune que la diosa que ella y todas las demas sacerdotisas adoraban no era una diosa, sino un demonio. Acunando una frase de Grimya, eso seria muy similar a agitar la cola frente a un cazador armado con una ballesta; la condenarian como blasfema o algo peor, y probablemente se encontraria condenada al armazon de madera de la orilla del lago para esperar su destino a manos de los hushu. No se atrevia a hacerlo. Por mas remordimientos de conciencia que tuviera, y a pesar de estar en juego la seguridad de Yima, no podia correr ese riesgo.

Ademas, como admitio para si en un momento de franca lucidez, hacer cualquier cosa que pudiera retrasar o impedir la iniciacion iria directamente en contra de sus intereses. Se le habia concedido la providencial oportunidad de ir a buscar al demonio en su propio territorio —en realidad, daba la impresion de que era el demonio quien habia ido activamente en su busca— y, por mucho que compadeciera a Yima, la compasion quedaba relegada a un lado ante sus necesidades y deseos mas personales. Se daba cuenta de que sus motivos eran egoistas, pero era lo bastante honrada para reconocer que no era ninguna enaltecida idealista y jamas lo habia sido. Segun la escala de justicia de Indigo, el destino de Yima, quien despues de todo era una ?Verdadera desconocida, debia quedar relegado a un segundo plano en favor del suyo propio y del de Grimya. Grimya, entretanto, se veia acosada por sus propias inquietudes. Desde la noche del anuncio de Uluye, Indigo Se habia mostrado distante y preocupada, y los esfuerzos ?de la loba para sacarla de su sombrio estado de animo no habian surtido demasiado efecto. Grimya estaba enterada de que Indigo se habia forzado a si misma a abandonar la preocupacion por el bienestar de Yima en favor de su mision y, con su acostumbrada timidez, se sentia incapaz de aumentar las preocupaciones de su amiga revelando las complicaciones de su pequeno misterio particular. Asi ;pues, sintiendose aislada y un poco abandonada, decidio averiguar todo lo posible, aunque no fuera mas que para tener alguna forma en que pasar las largas y deprimentes horas en la ciudadela.

La tarea resulto menos sencilla de lo que habia previsto. Para empezar, Yima pasaba ahora la mayor parte de

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