La noche anterior a la ceremonia de iniciacion, la ciudadela y el bosque se vieron sacudidos por una tormenta ?colosal. Grimya habia intuido su llegada desde pasado el Mediodia y se habia mostrado inquieta y nerviosa, y aquellas sacerdotisas capaces de pronosticar el tiempo aseguraron que la tormenta seria anormalmente violenta incluso ?para lo habitual en la Isla Tenebrosa.
Uluye se mostraba desagradablemente satisfecha con la prediccion, pues lo consideraba un presagio excelente, y a la puesta del sol, mientras las nubes se acumulaban y el cielo pasaba de un tono bronce oscuro al negro purpura de un tremendo cardenal, reunio a una camarilla de las mujeres mas ancianas y las condujo a la plazoleta para entonar un himno de alabanza a la Dama Ancestral en tanto se celebraba el acostumbrado recorrido nocturno del lago.
Grimya, que lo observaba todo muy nerviosa desde el saliente situado frente a los aposentos de Indigo, escucho como su cancion se elevaba con horripilante claridad bajo un telon de fondo de total quietud y silencio. Dio un brinco cuando la primera llamarada triple de un relampago rasgo el firmamento. El trueno que lo siguio ahogo por completo las voces de las mujeres y, mientras se iba apagando, los cielos se abrieron y la lluvia empezo a caer como un torrente. Las antorchas encendidas en la plazoleta llamearon violentamente durante unos segundos intentando resistirse al ataque y se apagaron; un nuevo relampago mostro a las mujeres corriendo a toda prisa de regreso al zigurat, con los brazos cruzados por encima de las cabe zas para protegerse del terrible ataque mientras el aguacero las golpeaba con la fuerza de una catarata. Ascendieron a trompicones la escalera, traicionera ya en aquellos momentos a causa de la cantidad de agua que resbalaba por ella, y corrieron a buscar refugio en sus respectivas cuevas, los cabellos empapados y las vestiduras pegadas al cuerpo.
La ultima en subir fue Uluye, pero, en lugar de regresar a sus aposentos, siguio adelante hasta llegar al ultimo tramo de escalera que conducia al templo descubierto situa do encima de la ciudadela. La mujer paso junto a Grimya, sin siquiera dedicarle una mirada, y a la loba le parecio como si estuviera en trance. Miraba directamente al frente, sin parpadear a pesar de que la lluvia le corria a rauda les por el rostro; sus labios exhibian una sonrisa triunfante, sin el menor rastro de naturalidad o humor, y andaba con un aire de absoluta determinacion, sin advertir nada de lo que la rodeaba.
Los relampagos se seguian ahora los unos a los otros de forma casi continua, y los truenos eran un constante re tumbar vociferante que hacia vibrar todo el farallon. Grimya se escabullo de nuevo al interior de la cueva, deseando que Indigo estuviera aqui con ella y no pasando esta ultima noche, la noche de la luna negra, en vela con Yima y Shalune. Desde la noche en que habia seguido a la sacerdotisa al bosque y presenciado su encuentro con Tiam, Grimya habia querido hablar con Indigo y contarle lo que habia visto, pero sencillamente no habia tenido oportunidad de hacerlo. En estos ultimos dias anteriores a la ceremonia de iniciacion, parecio como si el oraculo, al igual que Yima, ya no pudiera disponer libremente de su tiempo.
Durante varias horas cada dia, Indigo y Shalune recibian instrucciones de Uluye sobre los deberes de las valedoras; luego se realizaban largos y aburridos ensayos de la ceremonia misma y de la procesion que la precederia, y mas tarde, a ultimas horas de la noche, breves ceremonias durante las cuales, segun informaba Indigo, ella y Shalune debian permanecer sentadas en silencio mientras Uluye «preparaba a su hija segun el ritual para la prueba que la aguardaba.
Las pocas horas libres que le quedaban a Indigo eran apenas suficientes para cubrir las necesidades basicas de comer y dormir, y asi pues una vez mas Grimya se vio obligada a contener el impulso de contar su historia y a no preguntar — como ansiaba hacer— si no podian ayudar la Yima de alguna forma. Todavia esperaba tener la oportunidad de realizar su peticion, pero las oportunidades para hacerlo disminuian con cada nuevo dia; por si esto fuera poco, se veia obligada a admitir que no se le ocurria ninguna forma en la que se pudiera ayudar ahora a la muchacha. La suerte estaba echada; Indigo no podia cambiar las cosas aunque estuviera dispuesta a intentarlo, y Yima parecia discretamente resignada y tan obediente como siempre. Eso desconcertaba a Grimya, que habia esperado muestras de resistencia, o como minimo alguna senal de amarga pena, en el ultimo momento. En cambio, parecia como si Uluye hubiera impuesto su autoridad de forma tan contundente sobre su hija que cualquier destello de rebeldia ; en Yima se habia esfumado para siempre. Grimya paso una noche muy triste en la cueva. La tormenta continuo hora tras hora, hasta dar la impresion de no ir a cesar jamas, y durmio a ratos, despertada con frecuencia por los truenos que resonaban alrededor del farallon. En una ocasion, arrancada con un sobresalto de una inquieta duermevela por un violento estampido doble directamente encima de ella, vio que Indigo habia regresado y, vestida todavia, se introducia en la cama, pero la muchacha estaba demasiado agotada para siquiera saludarla, y, desconsolada, la loba volvio a bajar la cabeza e intento dormirse otra vez.
Con la llegada del amanecer, no obstante, la tormenta amaino por fin, y esta vez cuando Grimya abrio los ojos se encontro, en lugar del incesante centellear del relampago contra la negra noche, con los primeros rayos del sol alzandose por encima de las copas de los arboles. Se levanto, desentumecio los musculos y se sacudio desde el hocico hasta la cola, Indigo seguia dormida, y la loba se dirigio en silencio a la entrada de la cueva, se abrio paso por entre la cortina y salio a la repisa.
La manana era clara, fresca y silenciosa despues del es trapito de toda una noche de tormenta. En la plazoleta situada a los pies del farallon brillaban algunos charcos aislados, pero casi toda la lluvia torrencial caida se habia evaporado ya bajo los primeros rayos del sol. El lago estaba a rebosar, la superficie agitada bajo la brisa y reluciente en la brillante luz; dos mujeres estaban agachadas en la orilla, llenando cantaros con agua para lavarse, pero la mayoria de los habitantes de la ciudadela todavia no se habian despertado.
Podria haber resultado una escena pacifica, casi idilica; sin embargo, mientras miraba abajo desde el saliente, Grimya percibio algo siniestro y opresivo oculto bajo la aparente tranquilidad: la sensacion de que una influencia sutil pero ineludible se extendia para corromper todo lo que la rodeaba. Se cernia; esa era la palabra. Se cernia sobre ellas y aguardaba. Recordo el extrano comportamiento de Uluye al estallar la tormenta, y levanto la cabeza en direccion al lugar donde la cima truncada del zigurat resultaba visible. El templo descubierto no quedaba dentro de su campo de vision, pero una fina columna de humo se alzaba por encima de la impresionante pared, y la intuicion dijo a Grimya que la Suma Sacerdotisa seguia alli, que habia estado alli toda la noche.
Sus agudos oidos captaron un sonido a su espalda y, al volverse, descubrio que Indigo estaba despierta y sentada en el lecho.
—Grimya... —La voz de la muchacha sonaba cansada—. ?Es de dia ya?
—Sssi. —La loba paso por debajo de la cortina y se acerco a la cama—. No debes de haber dormido mas que unas pocas horas. Re... regresaste muy tarde anoche.
—Estoy bien —respondio Indigo con una sonrisa fatigada, frotandose los ojos con los punos para despertarse por completo—. ?Ha venido ya Shalune?
—No. ?Tendria que haberlo hecho? —Dijo que vendria temprano. Hemos de pasar el dia con Yima, realizando los ultimos preparativos para la noche. —?Con Yi... ma? —Grimya hundio el rabo entre las piernas—. Pero yo pense que hoy podriamos estar juntas. —Lo se; tambien yo lo esperaba, —Indigo extendio la mano y le revolvio el pelaje de la mejilla—. Lo siento, carino. Manana todo habra terminado.
Grimya estuvo a punto de decirle: «?Pero no sera asi!», pero en el ultimo momento se contuvo. Habia algo raro en Indigo, algo con lo que la loba no se habia encontrado antes y que no comprendia. La joven parecia preocupada, distante. En cierta forma era comprensible, penso Grimya, pues estaba agotada y los ultimos dias sin duda habian resultado desconcertantes; pero la loba no podia librarse de la conviccion de que el distanciamiento era deliberado, de que le ocultaba alguna emocion o intencion que no