133
hombros de su portadora, orlada de cintas multicolores que brillaban a la luz de las antorchas, formando una extravagante capa que descendia casi hasta el suelo. Retazos de una sencilla tunica blanca asomaban por debajo de las cintas, y unos diminutos pies desnudos, pintados con sigilos y adornados con ajorcas, se movian por debajo del borde de la tunica siguiendo . Uluye algo vacilantes.
Alla arriba, la enorme trompa volvio a sonar, un lugubre clarin triunfal que fue sorprendentemente contestado por los agudos sones de las ya familiares trompetas. Yima y sus acompanantes debian de haber llegado al templo...
El humo se elevaba en una gruesa columna del enorme buzon del brasero, amarillo como el azufre a la luz de las antorchas. Los tambores, que habian iniciado un tamborileo sordo cuando la cabeza de la comitiva penetro en rectangulo del templo, iban subiendo ahora de volumen hasta alcanzar la intensidad del trueno en la lejania, en los cuatro extremos de la plaza las hileras de mujeres que concentradas empezaron a balancearse a su hipnotico compas. Sus cuerpos brillaban de sudor; sus faldas revoloteaban en un caleidoscopio de
134
brillantes colores, mientras la ondulante masa oscura de sus cabellos arrojaba sombras espantosas y casi bestiales sobre sus rostros. Por encima de las cabezas de sus seguidores, situada junto al brasero y envuelta en humo, Uluye contemplaba el espectaculo como una diosa primitiva y barbara, los brazos tendidos como para abarcar y abrazar toda la salvaje escena que la rodeaba. Sus ojos refulgian de jubilo mientras contemplaba el vertiginoso pandemonium del rito; bebia : las energias de aquella muchedumbre que se balanceaba y golpeaba los pies, alimentandose de ella, absorbiendo fuerza de ella y concentrandola con la terrible intensidad de una lente de diamante.
Bajo la parpadeante luz parecia casi tan inhumana como fantasmagorica figura enmascarada de Yima, que permanecia a sus pies en el centro de la plaza de piedra arenisca. Indigo y Shalune se encontraban ahora una a cada do de la candidata, cada una con una mano posada sobre uno de sus hombros para indicar que esta estaba a su cargo y que ellas, sus valedoras, eran tambien declaradas guardianas.
Indigo se sentia mareada por los efectos embriagadores e los tambores, los ondulantes movimientos a su alrededor, la danzarina luz de las antorchas, las nubes de incienso que se elevaban del brasero y le escocian en ojos y nariz, habia jurado permanecer aparte de todo esto, no hacer otra cosa que desempenar el papel que le habian asigna do, pero le era imposible controlar la primitiva excitacion que se alzaba en su interior a medida que el ritual llegaba a su punto culminante. La civilizacion habia desapareci do. Esto era pura energia irracional, y ella formaba parte de ello; fluia por sus venas, tamborileaba en sus huesos, penetraba hasta lo mas profundo de su alma. Sentia como Yima temblaba bajo su contacto, sentia como su propio cuerpo se estremecia en tanto la corriente de expectacion crecia y crecia...
Subitamente, Uluye alzo los brazos en direccion al ciclo y lanzo un alarido que podria haber despertado a un muerto. Los tambores enmudecieron. Los ecos de la voz de Uluye se apagaron, y por un momento —debieron de ser simples segundos pero a Indigo le parecio casi media vida— se produjo el silencio. Uluye sonreia; era el mismo rictus salvaje que Indigo habia visto en otra ocasion, como si una sonriente calavera pelada estuviera a punto de abrirse paso al exterior a traves de la piel del rostro de la Suma Sacerdotisa.
Con un dramatico ademan, Uluye se agacho ante el brasero y, cuando volvio a levantarse, empunaba lo que parecia un gigantesco martillo de piedra. Un alarido ululante broto de las gargantas de las mujeres; las trompas unieron su estrepito al estruendo general, y Uluye se alzo en toda su estatura, balanceo el martillo por encima de la cabeza, y lo estrello contra el suelo de la plataforma sobrela que se encontraba el brasero. El estampido de la piedra al golpear contra la piedra retumbo en los oidos de Indigo, y un gran fragor respondio desde las profundidades del farallon. La plaza sobre la que se encontraba se estremecio;
entonces se produjo un nuevo ruido, un ruido chirriante y aspero, la voz quejosa de viejos mecanismos que volvian a la vida entre el rechinar de engranajes, y a los pies del pedestal, entre el brasero y el trono del oraculo, empezo a moverse una seccion del suelo. Como si una mano gigantesca la hubiera empujado desde abajo, una de las losas de piedra se alzo sobre su base, se balanceo y luego se desplomo hacia adelante y cayo con un estruendo volvio a sacudir el suelo y envio una nube de fino polvo a reunirse con la perfumada columna de humo.
Una exclamacion de temor recorrio a las alli reunidas. Cuando el polvo desaparecio, Indigo vio el abierto .rectangulo negro que la piedra habia dejado al descubierta, y, alli donde la luz de las antorchas apenas si llegaba, , distinguio los primeros peldanos desiguales de un tramo de escalera que descendia en espiral perdiendose en la oscuridad. El Pozo estaba abierto.
Uluye levanto la cabeza. El martillo colgaba todavia de sus manos, y, aunque su peso debia de ser extraordinario, lo sostenia como si fuera una pluma. Volvio a sonreir; el rictus volvio a aparecer.
—Ve, candidata. —Su voz resono por encima de las cabezas de las reunidas—. Desciende desde este mundo y sal de el, y encaminate a los dominios de la Dama Ancestral. El momento de la prueba ha llegado.
Deposito el martillo sobre el suelo, descendio de la plataforma y avanzo con ingravida gracia en direccion al inmovil trio que aguardaba en el centro de la plaza. Extendio la mano y toco la mascara de Yima, primero en la frente, luego en los labios y por ultimo en la garganta. —En nombre de la Dama Ancestral, te doy mi bendicion, y en nombre de la Dama Ancestral deposito en ti el sello protector. Y encargo a estas sirvientas que te conduzcan con confianza y valor a tu prueba. No temas a la oscuridad, ni temas al silencio: no temas al reino de los muertos, pues se trata del reino de nuestra senora, y nuestra senora sera la luz que te guie.
A una senal de Uluye, dos acolitas se adelantaron. Cada una llevaba una vela encendida, que, con la debida solemnidad, colocaron en las manos de Indigo y Shalune. Mientras retrocedian para regresar a sus puestos, con una mezcla de temor, asombro y envidia en los ojos, Uluye se hizo a un lado e indico la negra boca del Pozo.
—Ve llena de esperanza, mi hija elegida —dijo en voz tan baja que tan solo las mujeres que se encontraban en la primera fila de la muchedumbre pudieron oirlo—. ?Y regresa triunfante!
Shalune cambio de posicion para colocarse delante de Yima, mientras Indigo ocupaba su puesto detras de la joven. Las tres mujeres se pusieron en marcha, y las trompas resonaron una vez mas en una aguda fanfarria, mientras los tambores retumbaban en un salvaje
La repentina reanudacion del fragor de las trompas y los tambores hizo que