pasar mientras la luz de la vela iluminaba vagamente la forcejeante figura de la muchacha. Shalune la siguio, agachandose como habia hecho Indigo, y las tres permanecieron inmoviles, algo jadeantes, examinando sus nuevas inmediaciones.

No habia demasiado que ver. La vela de Shalune se habia apagado al pasar la sacerdotisa por la abertura y, aunque Indigo intento volver a encenderla con la suya, se nego rotundamente a arder. La vela restante daba tan poca luz que resultaba casi inutil; y, pese a que esperaron un rato, en la esperanza de que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad, la noche estigia permanecio impenetrable.

—Yima, coge mi mano —dijo al cabo Indigo; su voz se perdio en el vacio—.

Y tu, Shalune, toma la otra mano de Yima. No podemos arriesgarnos a quedar separadas. ! Shalune farfullo algo que sono como «Senora, ten piedad de nuestras almas», e Indigo sintio como los dedos de Yima se aferraban a los suyos. Parecia como si en los , ultimos minutos el mando hubiera cambiado de manos; Shalune habia perdido la confianza y el valor, y, por acuerdo tacito, el manto de la jefatura descansaba ahora sobre ? los hombros de Indigo. No estaba muy segura de que le gustara aquella carga, pero alguien tenia que aceptar la responsabilidad o su mision fracasaria.

No deseaba volver a hablar, pues el timbre de una voz , humana en este lugar desconocido poseia una cualidad que ! le helaba la sangre en las venas. A pesar de todo, se obligo a decir lo que habia que decir.

—Avanzaremos hacia el frente, pero muy despacio. No tenemos modo de saber que hay mas adelante. Sostendre la vela con el brazo bien estirado y esperemos que su luz sea suficiente para mostrarnos a tiempo cualquier peligro.

Shalune murmuro su asentimiento; Yima no dijo nada. Despacio, con la maxima cautela, Indigo deslizo el pie al frente. El suelo, como en el caso del suelo del Pozo, parecia llano, y la vela daba un poco de luz, pero el velo le estorbaba y se lo habria echado hacia atras de no ser por el recuerdo de la advertencia de Uluye de que penetrar en el reino de la Dama Ancestral con los rostros al descubierto resultaria desastroso. Solo los muertos, les habia dicho, podian entrar de esta forma, y, cualesquiera que fuesen sus sentimientos con respecto a Uluye, Indigo no pensaba arriesgarse a echarlo todo a perder.

Avanzaron a paso de tortuga. Tras recorrer unos cinco .. metros mas o menos, llegaron a la conclusion de que se encontraban en un tunel, de techo alto y lo bastante ancho para permitirles permanecer una junto a otra. En contraste con el suelo, curiosamente liso, las paredes eran toscas Casperas, e incrustadas de pequenos fragmentos afilados que Indigo creyo que podian ser cuarzo. Shalune, que andaba tanteando la pared para mantener un cierto sentido de la orientacion, lanzo un juramento de improviso y se acaricio un dedo herido; Indigo levanto la vela para mirar el corte, y la sacerdotisa exclamo:

—?Gran Senora, si al menos tuvieramos mas luz!

—No hay muchas posibilidades de eso. —Indigo examino el dedo con atencion—. Sangra un poco, pero no es mas que un rasguno. Creo que deberias... —De pronto se interrumpio y clavo los ojos en la pared que tenia enfrente.

—?Que...? —empezo a decir Shalune, frunciendo el entrecejo; pero Indigo le daba la espalda y sostenia la vela cerca de la pared. Entonces la mujer vio lo que la muchacha habia visto, y ahogo la exclamacion que pugnaba por salir de su garganta, que se convirtio en un gutural jadeo.

Incrustada en la pared habia una calavera humana. Tenia todas las cavidades casi rellenas de arena y cascotes, pero sobresalia lo suficiente de ella como para que resultara reconocible sin el menor asomo de duda. Bajo los huecos de los ojos y la nariz, una hilera de dientes descompuestos esbozaba una sonrisa demencial, y, sobre la articulacion rota y desigual de la mandibula, una pequena mancha de un rojo vivo marcaba el lugar donde Shalune se habia cortado.

—?Madre todopoderosa...!

Indigo contemplo la calavera con horrorizada fascinacion. Al mover la vela de un lado a otro, descubrio que habia mas huesos: el largo y suave perfil de un femur, la simetrica curva de unas costillas, la delicada pero semidestruida impresion de unas manos... Docenas de huesos, cientos de ellos, todos humanos, todos revueltos en un macabro desorden, fundidos en la pared del tunel. El craneo de una criatura la contemplaba con vacia malicia a ras de suelo. Una momificada articulacion de una cadera surgia de la pared a la altura de sus ojos. Y, cuando siguio avanzando, descubrio que habia mas, y mas, y muchisimos mas.

A su espalda, Shalune emitio un nuevo sonido estrangulado.

—Esto es... —dijo, lanzo una boqueada, se recobro, y volvio a intentarlo—: Estamos en las catacumbas de nuestra senora... ?Oh, santo cielo, protegenos,

estamos en las catacumbas de la Dama Ancestral.

Indigo la sujeto por la muneca y se la apreto con fuerza. Puede que tambien ella hubiera debido sentirse asustada por el macabro descubrimiento, pero, sin saber como, tal reaccion no estaba a su alcance. No sentia inquietud ni terror; tan solo una debil y profundamente arraigada excitacion al comprender que sin la menor duda seguian el camino correcto.

El brazo de Shalune temblaba violentamente en su mano, y la gruesa mujer habia empezado a farfullar: ; — Todos ellos..., todos vienen aqui, todos acaban aqui, todos los muertos, todos aquellos que ella no expulsa...

—?Shalune! —La aguda reprimenda de Indigo impidio que la sacerdotisa se dejara llevar por una crisis nerviosa , y la acallo; ambas se contemplaron en medio de la oscuridad, e Indigo continuo—: Shalune, no podemos perder la calma. Esta..., esta catacumba, como tu la llamas, puede ser un lugar macabro y desagradable, pero los huesos de los muertos no pueden hacernos dano. Debemos seguir, tal y como juramos. Se lo debemos a Yima.

Shalune dirigio una mirada aprensiva a Yima y vio que la muchacha permanecia muy tiesa junto a ella. O bien Yima no se sentia afectada por su espantoso entorno o —lo que era mucho mas probable, penso Indigo— el miedo la habia reducido a una total pasividad. Shalune se paso la lengua por los labios y asintio. —Si —dijo—. Si, debemos... continuar. —Vuelve a coger la mano de Yima. —Indigo solto la muneca de la mujer y avanzo para volver a ocupar su puesto a la cabeza del trio—. No toqueis la pared; ni penseis en lo que hay alli. Mirad la vela y caminad despacio hacia adelante.

Reanudaron su lento y cauteloso avance. Shalune parecia mas tranquila ahora, pero el horrible hallazgo habia hecho mella en su coraje... y tambien en el de Indigo, como esta tuvo el valor de reconocer. No era la naturaleza de lo hallado lo que habia hecho vacilar su confianza, aunque desde luego esto en si mismo ya resultaba bastante desagradable; eran las ramificaciones. El pensar que entre aquella multitud de restos descarnados pudieran estar, realmente pudieran estar, los huesos del hombre que amaba...

No. No debia pensar en eso, no debia ni considerarlo una posibilidad. No era posible, pues Fenran no estaba muerto. Lo que habia visto en el lago durante la ceremonia de la Noche de los Antepasados habia sido una ilusion, ya que la Dama Ancestral era una embaucadora y nada mas. Alguien que jugaba con la gente, que manipulaba las mentes. Un demonio, Indigo habia aprendido muchas cosas sobre la forma de ser de los demonios, y a estas alturas ya tendria que saber lo suficiente para no dejarse intimidar por sus artimanas.

«Muy bien, demonio —penso—. Si este ha sido tu primer truco, lo cierto es que no me ha intimidado como esperabas. ?Que nos preparas ahora?»

Su mente no registro ninguna voz que contestara a su pregunta; no se produjo el brusco paso del estado consciente al de trance por medio del cual la Dama

Ancestral daba a conocer sus deseos. No hubo mas que el palido resplandor de la vela en la oscuridad, el sordo rumor de sus pies al avanzar y el rapido susurrar de sus respiraciones en medio del silencio. Por el momento, la Dama Ancestral se mantenia callada, sin dar la menor pista sobre que podia aguardarles al final del viaje.

Pero Indigo sospechaba que ya no tendrian que esperar mucho mas...

Cuando divisaron ante ellas un destello de luz, Indigo creyo en un principio que se trataba de una ilusion. Habia mantenido la mirada fija en la vela que sostenia durante tanto tiempo que sus ojos experimentaron cierta dificultad en adaptarse al cambio; imagenes del puntito de luz de la vela siguieron danzando ante sus ojos cuando intento reajustar el campo de vision, y hasta que Yima no le tiro de la mano obligandola a detenerse no se dio cuenta de que no se trataba de ningun espejismo.

El tunel terminaba algo mas adelante. La fria claridad se alzaba del suelo para iluminar un grueso muro que les cerraba el paso. Yima lanzo un gemido y volvio la cabeza al ver el espantoso mosaico de restos humanos iluminados por el resplandor, Indigo, sin embargo, observaba el suelo con atencion. Alli, en el punto donde terminaba el tunel, estaba el origen de la misteriosa luz: una trampilla rectangular colocada en el suelo, que

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