El remo dejo de propulsar la embarcacion, que aminoro la marcha. Unos gelidos puntitos de luz brillaron en la penumbra cuando la Dama Ancestral se volvio para mirarla por encima del hombro.
—Dices que mi demonio me encontrara llegado el momento —dijo Indigo—, sin importar lo que yo haga.
Recibio un asentimiento de cabeza por toda respuesta. —No siento el menor deseo de esperarlo. Pienso ir en su busca. ?Como crees que es mejor que lo haga?
Se produjo un largo silencio mientras la Dama Ancestral parecia meditar su respuesta. Por fin dijo:
—Podrias venir conmigo, Indigo. Es decir, si tienes el valor para hacerlo.
—Creo, senora, que soy lo bastante valiente —respondio Indigo con mordacidad.
—Puede que lo seas. —Los negros labios dibujaron una mueca languida—. Aunque lo que puedes encontrar si escoges viajar en mi compania quiza te pondra a prueba mas alla de los limites de tu resistencia.
Pese a que dijo esto con la misma fria indiferencia que impregnaba todas sus palabras, Indigo comprendio que le lanzaba un claro desafio. Sintio el furioso impulso de decir que no y negarse a ser manipulada, pero se interrumpio, recordando lo que la habia impulsado a hablar en un principio. Sabia que a lo mejor cometia un error que le costaria caro, pero debia seguir su intuicion, y las enigmaticas palabras burlonas de la Dama Ancestral eran un acicate adicional.
Habia mas en todo aquello que tan solo la cuestion del demonio. Estaba Fenran, y las dudas que la vision del lago habia dejado en su cerebro. Tenia que enfrentarse a la pregunta que la obsesionaba. No podia dejarla sin resolver, y solo la Dama Ancestral podia facilitarle la respuesta. Si daba media vuelta ahora y volvia sobre sus pasos por la catacumba, Pozo arriba, dejando el viaje inconcluso y su mision sin cumplir, ya no volveria a tener un momento de paz. Si esta criatura insensible se ofrecia a mostrarle el camino, debia aceptar, y enfrentarse al desafio.
—Muy bien, senora —dijo al cabo—, acepto tu invitacion. Confirma tu aseveracion, si puedes. Llevame contigo. No tengo miedo.
—Como quieras —respondio la Dama Ancestral con una inclinacion de cabeza—. A mi no me importa.
—Parece que hay muy pocas cosas que te importen o interesen —replico Indigo con ironia—. Por lo que supongo que tampoco te importara si mi valor triunfa o fracasa; y, si no puedo esperar tu ayuda, al menos no tengo por que esperar que me pongas impedimentos.
—Claro —contesto la figura, encogiendose de hombros por tercera vez.
Giro las munecas, moviendo el remo, y, con un ligero balanceo, el bote volvio a deslizarse en direccion a la orilla. La proa choco con la roca con un ruido anormalmente sonoro, y la Dama Ancestral le tendio la mano, Indigo se acerco, sujeto los dedos que se le ofrecian y salto sobre la borda. Durante un instante los ojos de ambas se encontraron, y la negra dama la contemplo con fria apreciacion.
—Bien, bien —dijo—. Ahora veremos...
Solto la mano de Indigo para retomar el remo. La embarcacion giro despacio; luego, sin que apenas se moviera la superficie del agua, el bote se alejo de la vacia orilla para perderse en la oscuridad.
En la cima del farallon,
El enorme brasero seguia encendido, la cazoleta resplandecia sombria, y el aire estaba cargado con el olor a incienso. Uluye se encontraba sentada en el esculpido trono del oraculo, los hombros encorvados de tal manera que le daban el aspecto de un insecto o ave de presa gigante, los ojos taciturnos y ardiendo de indignacion clavados mas alla del lago, en el bosque. Volvio la cabeza al oir el
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aranar de las zarpas de
—Me que... dare —anuncio la loba con voz gutural, entremezcladas las palabras con un grunido que surgia de las profundidades de su garganta—. Si intentas echarrrme, ?te mordere!
Uluye volvio a dejarse caer en el trono y se giro de modo de dar la espalda al animal.
—Quedate o vete, como prefieras —repuso con frialdad—. , Aunque no se si me importa de que te servira.
Empezaba a clarear cuando el barullo de voces agitadas a lo lejos saco a
Cada vez habia mas luz, y alla abajo, en la semiclaridad de las primeras horas del dia, la loba vio que un grupo de gente se acercaba al farallon desde el sendero que rodeaba el lago. De improviso Uluye dio media vuelta y se dirigio a la escalera. En el momento en que llegaba al primer peldano,
Volvio la cabeza en direccion a la gran losa que senalaba la entrada al Pozo. No servia de nada continuar la vela, Indigo no regresaria por alli; era imposible. Lo mejor seria regresar a la orilla del lago y averiguar que noticias traia el grupo de busqueda, con la esperanza de que pudieran servir para solucionar su propio dilema.
Reprimiendo un gemido de inquietud, incertidumbre y miedo,
—Los encontramos en el pueblo de Hoto. —La sacerdotisa de rostro duro y mediana edad que habia dirigido la busqueda en direccion norte contemplo a los dos cautivos del grupo con una mezcla de piedad y desprecio.
Tiam yacia inconsciente en el suelo. Habia intentado resistirse y lo habian derribado con un garrote de madera que colgaba ahora del cinturon de la sacerdotisa; una mancha cardena empezaba a extenderse por un lado de su rostro, y tenia un ojo hinchado. Yima estaba sentada junto a el, los cabellos revueltos y las ropas rotas y manchadas. Se cubria el rostro con las manos y se balanceaba adelante y atras presa de violenta pero silenciosa afliccion.
Uluye la contemplo unos instantes y enseguida desvio la mirada.
—?Les habia dado asilo Hoto? —inquirio.
—El dice que no. Dice que no sabia que eran fugitivos o que Yima tuviera que ver con nosotras. Es posible quesea cierto... Desde luego, el muchacho no pertenece a su poblado..., pero lo mas probable es que le pagaran bien para que les diera refugio y que ahora mienta para salvar el pellejo.
—Entonces el y su familia sufriran las consecuencias. —La voz de Uluye sonaba llena de indiferencia, pero habia algo en su tono que insinuaba terribles emociones bajo un control despiadado—. ?Como los encontrasteis?
—Habiamos registrado todo el pueblo y estabamos a punto de marcharnos cuando se nos acerco una mujer sin ?que estuviera enterado Hoto y nos dijo donde podriamos encontrarlos.
—Me alegro de oir que todavia hay quien conoce su deber. Nos ocuparemos de que se la recompense